Yuuri

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Viktor siempre observaba a Yuuri, atento, cuidadoso.

Yuuri era uno de sus tantos compañeros con el que compartía la mitad de su día dentro de un centro educativo, con la gran diferencia de que sus conversaciones se basaban únicamente en pequeños monosílabos o saludos de cortesía cuando ingresaban o salían del establecimiento. Yuuri era un chico con una personalidad tranquila, se pasaba sus clases y la hora del descanso de forma callada y sola. Se rumoraba que en su escuela anterior contaba únicamente con un solo amigo, un extranjero que le tendió la mano luego de haberlo visto pasar mucho tiempo en soledad.

Viktor tenía la ligera sospecha que todo aquello se debía por la personalidad de Yuuri, una persona cohibida y reservada que teme romper su preciada monotonía basada en el estudio y su familia. Pero también tenía una idea que chocaba cruelmente con la primera hipótesis, y surgía desde el punto de vista en el que Yuuri verdaderamente deseaba hacer amistades y tener con quién conversar, pero algo lo detenía.

Llegó a tal suposición una tarde cuando lo descubrió cerca de la cafetería, dudando en si debía levantar la mano y saludar a los chicos que iban a pasar a su lado o quedarse quieto cual estatua justo frente a ellos. Al final no saludó y se dignó a esconderse bajo su largo cerquillo mientras aquellos chicos pasaban frente a él en un mar de risas y charlas amenas, tan natural para estudiantes de su edad.

A Viktor algo se le formó en el estómago aquel momento, y deseó con todas las fuerzas que tenía, el poder encontrar una oportunidad para entablar una conversación cualquiera, sea importante o banal, con aquel chico japonés.

Los siguientes días y semanas que pasaron, Viktor no pudo dejar de ver al jovencito de presencia nula que se sentaba hasta delante de él, en la primera banca junto a la ventana que daba al pasillo. Los profesores procuraban hacerlo participar en medio de las clases y que interactuase con los demás alumnos, sin embargo, Yuuri siempre respondía y al terminar guardaba silencio, sumergiendo a la clase en una quietud que distorsionaba las intenciones de los docentes.

Viktor se sentía irritado, pensaba ante todo lo ocurrido que aquella trabajosa labor posiblemente era enviada directamente a sus manos, y que nadie más podría darle una solución a aquello, solo él.

Entonces lo hizo, una mañana cuando las clases apenas querían dar inicios y su profesor encargado pidió esa hora para ausentarse a una reunión. Con los docentes ocupados y sus compañeros alterados por todo el salón formando grupos y armando escándalo, Viktor pensó que era el momento indicado de conversar cualquier asunto con el joven japonés de nombre Yuuri.

—Hola—Decidió decir como preludio a la extensa conversación que en su cabeza ya se había formado—. Yuuri ¿Tienes tiempo?

Los ojos color chocolate—que a criterio de Viktor era hermosos y muy grandes para un japonés—centraron su atención en el platinado que le hablaba de frente. Las manos de Yuuri de forma rápida se escondieron por debajo del pupitre, haciendo un movimiento brusco que robó de los labios de Viktor una ligera risa.

—¿Necesitas algo?—preguntó a Viktor de forma contrariada.

—Bueno, a decir verdad, no necesito nada—informó de forma tranquila, caminando hacia la banca más próxima y tomándola como suya hasta aproximarse a Yuuri y quedar muy cerca de su costado—. Quería conversar un poco contigo.

—No creo tengamos mucho por conversar.

—¿Será cierto? Yo creo que no— Viktor señaló su cuaderno de apuntes con un gran dibujo de una serie que él también veía por las tardes de ocio, sería un buen punto de partida si ambos compartían ese hobby—. Creo que también te gusta ver "Slam".

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