Capitulo 1

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-Creo que ya es hora de que te vayas. Llegaré tarde a clases ¡Vamos! ¡ vete ya!

El hombre apuesto que dormía a lado mío se quejó en varias ocasiones, me resultaba tan difícil deshacerme de él a veces. Todo dependía de su estado de ánimo o el día que fuese, en fechas especiales para "nosotros" era tan sencillo controlarlo. Sin embargo hoy no había nada especial y tampoco estaba de buen ánimo.

- No me quiero ir aún. No vayas a clase y ya, no lo necesitas. Sus ojos azules se clavaron en mí haciéndome titubear. Sonreí y me puse en pie con un solo movimiento. Mi cuerpo desnudo no instó su interés, no se movió, ni abrió los ojos.

- No voy por que quiero. Debo ir... es mi trabajo - sentencié.

Inmediatamente y sin esperar respuesta alguna me dirigí al baño, abrí el grifo de agua caliente y me sumergí en la tina, el vapor pronto inundó el recinto y opacó todos los espejos de la habitación. Mis amigas y compañeras de departamento solían decir que moriría sancochada como huevo si seguía bañándome en agua tan caliente, pero la verdad dudo mucho que muera por algo así.

- Pues bien ya me voy. La puerta se agitó con fiereza cuando él entró. Lucía aún más atractivo cuando se molestaba, las comisuras de sus labios extremadamente rojos formaron una línea perfecta e inexpresiva. Se alisó el cabello con rapidez y abrocho los últimos botones de la camisa negra que contrastaba bien con su tono de piel y sus ojos azules.

- ¡¡Nos vemos después!! - grité cuando escuché sus pasos alejarse.

- Haz bien tu trabajo- susurró desde el pasillo. Pese a lo bajo del tono de su voz, era suficiente para que yo y sólo yo lo escuchase.

Me sumergí en el agua hirviendo por varios minutos hasta que logré despejar todo pensamiento absurdo y me concentré en mi "trabajo". Salí de la tina y me dirigí con prisa hacia el closet, se me había ido la hora, otra vez.

¡Quince para las ocho! Suspiré, aún estaba a tiempo. Revisé los colores de mis prendas y me decidí por el más apropiado, amarillo, juvenil y alegre; era justo lo que necesitaba. Había puesto la mira en un chiquillo de tercer ciclo de tan solo 18 años, tenía que conquistarlo hoy a como diera lugar. Sujeté mi cabello en una cola que me hiciera parecer mucho más joven. Sin embargo fracasé en el intento. Mis ojos lucían cansados y mi rostro marcado por líneas de expresión que ni el Botox podría borrar. Es humillante, a mis 23 años luzco patas de gallo, pero... no será por muchas horas. Me prometí, cambiando mi peinado por uno menos elaborado.

Tomé mi único cuaderno y lo sumergí en mi bolso habitual, junto a la sarta de chucherías que siempre me acompañaban. Cortaúñas y limas de extrañas formas y modelos, maquillaje de todo tipo y color, un peine para alisar mi cabello, kleenex, una calculadora científica, una memoria USB, lapiceros y tijeras. Todos repiquetearon e hicieron un espacio a las cien hojas de lecciones universitarias.

Salí sin prisa ni apuros, sólo faltaban cinco minutos para que mi primera clase del día empezase, sin embargo no me preocupaba, llegaría temprano de cualquier forma.


- Buenos días

- Buenos días señorita Bejar- respondió el conserje con sonrisa amable y limpia. Era de las pocas persona que me caía tan bien.

Me dirigí por los pasillos recién ensanchados debido a la creciente de alumnos en el último semestre. Al parecer se había suscitado una fiebre por la apertura de una nueva mina en la ciudad.

Olía a pintura fresca y sal, me agradó tanto que me detuve más de tres segundos para guardarlo en mis fosas nasales y que me acompañase varias horas; eso ayudaría a no percibir otros aromas que solían molestarme.

- ¡Hey! ¡Eliana! ¡Eliana!. No necesité voltear para saber de quien se trataba. El capitán de futbol de la facultad alzaba la mano con efusividad. Tan pronto como encontré su mirada corrió hacia mí.

- Hola Luis Carlos. ¿Cómo has estado?

- Bien, ya sabes, en los entrenamientos. Tenemos un partido importante este sábado, retamos a los de Derecho. El pecho se le infló de orgullo y me codeó para contagiarme su entusiasmo. Yo casi ni reaccioné, apenas esbocé una sonrisa para fingir interés.

Alcé la mirada hacia el salón. La puerta estaba abierta aún, pero sólo permanecería así por tres minutos más, estaba abusando del tiempo de tolerancia.

- Debo irme- anuncié con gesto apesadumbrado. Luis Carlos sonrió y recordó que su clase también había empezado. Me besó la mejilla y se despidió, no sin antes hacerme prometer que asistiría al juego del sábado. Asentí sin más remedio.

No lograba entender porque seguía insistiendo. Le había dicho hasta el cansancio que no podríamos ser más que amigos, sin embargo el obstinado muchacho no quitaba el dedo del renglón. ¿Cuál era su problema?

La clase empezó sin más contratiempos y tal como lo había predispuesto ingresé con facilidad, aunque dos minutos tarde. Había exagerado con la pared recién pintada.

Las dos horas se pasaron lentas para todos menos para mí. Logística era una de mis asignaturas favoritas, aunque la había estudiado muchas veces y hasta en diferentes idiomas, seguía captando mi atención.

Pronto el señor Carbonell proporcionó una práctica de transporte para resolverla en grupo. Como era habitual, volteé la carpeta y encontré mi grupo de siempre. Las mismas tres chicas que había conocido hacía un año cuando llegué a la ciudad.


¡Un día más!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora