No es un juego macabro de aquellos que te dan la sensación de estar muriendo. No es un juego que te llena de temor por los extraños sucesos que ocurren en el proceso. No, no es un juego; es real.
Algunos lo llaman "El visitante sin salida" otros lo nombran como "Un invitado Oscuro" pero lo cierto es que es un pasajero, El Pasajero Nocturno. Llega en las noches, porque se alimenta de la oscuridad; y nunca arriba para quedarse, siempre se marcha. Es un pasajero, cuyo transporte es el miedo, y la finalidad de su viaje: Quedarse con tu ser. Siempre se marcha, mas nunca con las manos vacías.
Quienes se atreven a convocarlo creen estarlo haciendo por su propia voluntad, creen que son libres de decidir si realizar el ritual. Lo cierto es que no lo son; una vez que escuchas sobre él, y sabes de su existencia, una fuerza superior te impulsa a llevar a cabo el acto, ¡Es inevitable! La energía de El Pasajero se extiende hasta fronteras fuera de la razón, ¡Te obliga a convocarlo! Se cola en tus funciones cerebrales y provoca la ansiedad para que lo llames.
Dos velas, una en cada esquina superior de tu cama, es el primer paso del ritual. Luego dejarás abiertas las ventanas, pero las cortinas cerradas. Y la puerta de tu habitación, con seguro. Dormirás sin cobija, con las velas encendidas a los lados de tu cabeza. En medio de la noche, un fuerte viento mecerá las cortinas, y el frío llenará tu habitación, y en forma de brazos te envolverá en tu cama. Las llamas de las velas se agitarán violentamente, pero nunca se apagarán. Y bajo la ranura de tu puerta, la enorme sombra de El Pasajero Nocturno estará de pie, y golpeará la puerta en tu llamado. ¡Lo que sigue es el horror encarnado!
***
La conversación fluía entre risas y carcajadas por parte del grupo de amigos sentados en círculo en la cálida arena de verano. El mar rompía en olas muy calmadas y la marea no llegaba hasta el lugar de la reunión. Cada uno llevaba una botella personal de cerveza. Era de vidrio, color café. Así disfrutaban de las vacaciones Leonel, Óscar, Karla y Lucía. Amigos de la secundaria, el siguiente año entrarían a los estudios universitarios. El último verano que disfrutarían juntos sería también el último verano de sus vidas.
Leonel se caracterizaba por ser el más gracioso del grupo, y ahí estaba, desenvolviéndose en sus actos de comediante, provocando la risa de todos. No podía haber reunión sin él, simplemente no. Óscar era el más serio de todos, pero aún así lanzaba comentarios muy acertados en el momento exacto, que provocaban un estallido de risas que superaban a todas las provocadas por Leonel.
Karla y Lucía eran hermanas; de piel trigueña. Karla, la mayor, era en cierto aspecto la más tranquila; Lucía era un tornado de locura, dicho de esa manera por su propia hermana. Y entre los cuatro, la amistad llegó al punto de considerarse familia.
La brisa sopló, y Óscar rompió el silencio. La historia quería salir de sus labios con vida propia, la historia que había escuchado el último día de clases, de boca de Manuel (Fallecido hace pocas horas)
-¿Saben? Tuve una charla con Manuel el otro día -dijo.
-¿Manuel? ¿Lograste sacarle una palabra al raro? -preguntó Lucía, riendo.
-Sí, de hecho, me contó algo muy extraño -continuó -Estaba muy raro el último día; lucía... no lo sé... desesperado. Entonces se me ocurrió acercarme a preguntar si sucedía algo.
-¿Desde cuándo eras tan solidario? -soltó, Leonel.
-¿Qué te contó? -preguntó, Karla.
-Dijo que era un juego, pero sonaba muy extraño para un juego. Era en realidad una especie de ritual. Y dijo que él lo realizaría esa noche.
-El tipo siempre tuvo aspecto de desquiciado -agregó, Leonel -No me extrañaría que se follara cadáveres.
-Que asqueroso -comentó, Karla -Puedes guardarte esos comentarios.
-Pero tiene razón -apoyó, Lucía -En parte. Te ves muy preocupado por el tema, Oscar, ¿Así de malo fue?
-Sí, muy extraño -respondió -Dijo que se necesitaban dos velas. Y que, en la noche, El Pasajero Nocturno vendría por ti.
Leonel rio fuertemente.
-Ese si es un nombre ridículo. -y agregó -¿Qué más dijo? ¿Algo aparte de las velas? ¿Alguna estrella de cinco puntas?
-Dos velas, una en cada esquina superior de tu cama. Las ventanas abiertas, pero las cortinas cerradas. Tienes que dormir sin cobija, y con la puerta asegurada.
El grupo se inclinó hacia Óscar. El relato ganaba interés.
-Durante la noche, este fuerte viento entraría por las cortinas. Y El Pasajero golpearía tu puerta, llamándote. No es necesario que la abras, ya que él dejará de golpear, y empezaría a caminar por toda tu casa. No describió exactamente porqué, pero dijo que terminarías abriendo la puerta, quisieras o no.
-¿Y eso lo sacó de? -preguntó, Lucía.
-Un amigo se lo contó. Y falleció a la semana; Manuel cree que a causa del juego.
-¡Joder! Bien, lograste asustarme, Oscarín -dijo, Leonel -Pero es pura mierda, Lo sabes, ¿no?
-No estoy seguro. Manuel estaba muy preocupado al respecto. Me contó que sentía una extraña necesidad de jugarlo; que crecía y crecía. Él intentaba soportarlo, pero se volvía tarea imposible.
-Eso si que es raro -comentó, Karla -¿Tú le crees?
-Tal vez -dijo -Yo mismo sentí esta fuerte necesidad de contárselo a ustedes.
El grupo se miró, bastante extrañado. Sus miradas recorrieron a cada uno de ellos.
-¡Es broma! -exclamó, Oscar -Hubieran visto sus caras.
Pero no lo era. La creciente necesidad estaba comiéndose a Óscar. Al contarlo, sintió una parte de él relajarse. Algo andaba mal, y Óscar temía aceptarlo.
-Idiota -dijo, Lucía.
-Espero que tu mejor amigo Manuel se encuentre bien -comentó, Leonel -En serio.
El tema se desvió por caminos más divertidos. El ocaso los acogió en un cálido abrazo grupal y al finalizar, un tanto alcoholizados, Óscar y Leonel dejaron a las hermanas en casa, y luego ambos se despidieron con un fuerte abrazo.
-Nos vemos, hermano -dijo, Leonel -Tienes mi número de casa, si alguna cosa sucede no dudes en llamarme. Esa historia si que te tiene mal, ¿no es así? Te conozco, no lo dije frente a las chicas, pero lo sé. Tranquilo Oscarín, ya te lo dije, ¡Es pura mierda!
Óscar sonrió, y, de hecho, las palabras lo reconfortaron más de lo que esperaba.
-Cuídate, hermano -respondió.
Sus caminos se separaron, y Leonel hizo una parada en un pequeño quiosco para adquirir cigarros. Cuando llegó a casa, con la cajetilla en mano, se convenció a sí mismo de que el paquete de velas que adquirió junto a los cigarros era necesario. "Puede irse la luz" se decía, "No tiene nada que ver con la tonta historia"
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El Pasajero Nocturno
HorrorNo es un juego macabro de aquellos que te dan la sensación de estar muriendo. No es un juego que te llena de temor por los extraños sucesos que ocurren en el proceso. No, no es un juego; es real. Algunos lo llaman "El visitante sin salida" otros lo...