Libro 1: El principio

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Sonne y Mond


Caos, oscuridad y desorden, era eso lo que primaba al inicio del tiempo, el Universo, al menos el nuestro, todavía no era lo que actualmente conocemos.

Todavía nadie sabe cuándo ni cómo, pero un día nacieron las deidades supremas. Sonne, dios de la Luz; y su hermana, Mond, reina de la Oscuridad.

Sonne era radiante y lleno de luz, una luz que cubría cada confín del Universo. Era audaz, y siempre entusiasta. Mond era más racional, fría y calculadora, y su oscuridad atenuaba la luz de Sonne, siempre en un constante juego de oscuridad y penumbras.

Al principio empezaron a actuar de manera ordenada y armoniosa, entre ambos organizaron y estabilizaron el cosmos, naciendo de este trabajo los planetas y las estrellas. Poco a poco fue desapareciendo el caos en el universo, y ellos se sentían completamente satisfechos con los resultados de sus obras.

Habían logrado crear planetas con distintas densidades y características, organizándolos en sistemas solares con distinto número de estrellas y particularidades. Todo era hermoso y colosal, cada planeta, estrella y sistema rebosaba de cada uno de los atributos de los dioses. Existía un equilibrio no pactado, un equilibrio que entonaba de cualquier manera imaginable e inimaginable.

Entonces llegaron a los confines del caos, ya no quedaba mucho por hacer y organizar. Sólo quedaban unas pocas de polvo cósmico y grandes asteroides. Decidieron entonces que este sistema únicamente tendría una estrella y que sería lo último que crearían juntando los restos de polvo cósmico y rocas que sobraran al crear los planetas.

Fue su trabajo más esmerado, aunque no el más grande. Cada planeta obtuvo una personalidad tan peculiar como cualquiera de sus hermanos en el universo. Habían creado ya ocho planetas, cuando de pronto se toparon con la última masa destinada a convertirse en el noveno.

Ambos combinaron sus poderes como nunca lo habían hecho, y así fue como nació Weyard, la tierra que hoy habitamos y que fue el principal punto de desacuerdo y conflicto entre ambas deidades. Cuando Weyard nació se parecía a cualquiera de los demás planetas creados por ambos dioses, sin embargo había algo que llamaba la atención en ella. La interacción de los poderes de Sonne y Mond le confirió a Weyard una personalidad, que no descubrieron hasta después de haber creado el Sol.

El Sol nació del poder y fuerza de Sonne, pues así lo habían acordado los hermanos al iniciar la creación de este sistema. Cuando el dios se concentraba en otorgar su bendición a los elementos que formarían la nueva estrella, Weyard seguía desarrollándose, pues si bien el planeta ya había nacido, todavía no alcanzaba su desarrollo a diferencia de sus hermanos mayores. Mond fue la primera en percibirlo, mientras Sonne impregnaba más y más de su poder al Sol, Weyard iba cambiando más y más. Empezaron a nacer las montañas, valles y volcanes. ¿¡Weyard estaba siendo influenciada por el Sol!? ¿¡Cómo podía ser!? Ninguno de los planetas antes concebidos había adoptado esta peculiaridad.

Entonces Mond, mientras Sonne hacía su trabajo con el Sol, amasó la mayor cantidad de polvo cósmico que pudo en una de sus manos y comenzó a crear un satélite para Weyard, un satélite que estaba regido por su poder e influencia. Y así nacería la Luna.

Los demás planetas que tenían satélites los habían concebido por sí mismos, nunca antes lo habían hecho por la mano de uno de los dioses hermanos. Mond posicionó la Luna cerca de Weyard y empezó a influenciarla con su fuerza. Notó entonces como Weyard comenzaba a cambiar nuevamente, y los elementos comenzaban a entremezclarse.

Poco antes de terminar, Sonne notó que algo extraño ocurría, y fue cuando descubrió a Mond, quién contemplaba maravillada Weyard. Entonces Sonne enfocó su atención a Weyard y fue testigo de la creación de los mares y los ríos al combinarse la influencia del poder de la Luna de Mond y el Sol que él se encontraba creando dejando a la vista una enorme masa de tierra firme. Y algo maravilló a los hermanos nuevamente, empezaron a crecer los bosques. Sus poderes habían logrado influir en ese planeta de una manera en que ningún otro lo había hecho.

Sonne terminó de crear el Sol, y Mond terminó la Luna un poco después, y ambos empezaron a contemplar nuevamente lo que ocurría en Weyard. El planeta había comenzado a adaptar y combinar la naturaleza del poder de ambos dioses y estaba adquiriendo una personalidad propia, personalidad que entonces comenzó a dar paso a la vida.

Y ambos lo sintieron, ambos sintieron el deseo y la ambición por apoderarse de Weyard para sí mismos.

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Imagen tomada de: https://www.otakumusicradio.com/wp-content/uploads/2014/05/gswallp.jpg

Golden Sun: OrígenesWhere stories live. Discover now