CAPÍTULO 2: "La equivocación"

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BERENICE

Me gustaría poder decir que logré preparar un fuga espectacular en tan solo tres horas, pero no lo hice. No cuando mamá acababa de utilizar la voz potente y decidida que usa solo para momentos serios. Y no cuando una de las cosas más preciadas en mi vida estaba en riesgo. 

La oportunidad de ir a la Universidad. 

Así que... sí:  Tengo parte de mi cabeza estampada contra la luna lateral de un auto rentado por papá . Mi destino es Los Ángeles y he partido de San Francisco hace varias horas. Ninguno, absolutamente ninguno de mis ruegos funcionó para convencer a mamá de no sacarme de la ciudad. Todo lo contrario, fui obligada como a una niña de cinco años ha realizar un viaje estúpido, solo porque ellos afrontan una crisis matrimonial. 

Bufo, qué gran cantidad de pura mier...

—El lugar les va a encantar —comenta papá. 

Blanqueo los ojos y emito otro bufido pesado y cargado de toda la ira posible. 

—Deja de hacer eso, pareces un búfalo hambriento —escucho decir a Gregory. 

Le enseño el dedo de en medio y continuó fingiendo que escucho música a través de mis headphones. Los únicos que me acompañan y entienden en estos críticos momentos de soledad. 

—Promete al menos que te comportarás bien. 

Giro un poco la cabeza sobre mi hombro y observo a Gregorio con ojos entrecerrados. No creyendo que el está tratando de darme un sermón sobre buen comportamiento. 

—Promételo —insiste.

—No actúes como si no fueras una alimaña también. El papel de hermano mayor y responsable está muy grande para ti. 

Él niega con la cabeza, emite un gran resoplido y luego aprieta mi mano tan fuerte que me provoca dolor. 

—¡Oye! —gimo —. ¿Qué estás haciendo? 

Gregory observa a mis padres antes de hablar conmigo, ellos están muy sumergidos en sobre cómo repartirán los gastos, y luego me mira ceñudo. Tan ceñudo que su rostro se transforma en una fea y desagradable arruga. 

—Ellos están tratando de salvar esto. 

Suspiro, es de esos momentos en los que Gregory empieza a querer usar un poco las neuronas. Y lo sé, tal vez sea demasiado cruel, pero mi hermano mayor no se ha interesado en la familia desde hace mucho tiempo. Siempre ha preferido las fiestas, chicas, el cigarrillo, su patineta y la música. Ni siquiera  ha terminado la universidad, a pesar de tener ya la edad suficiente para estar trabajando. Gregory es un pillo mantenido. ¿Por qué ahora pretende ser algún tipo de hijo modelo? 

—¿Puede salvarse? —pregunto irónica. No es agradable para mí burlarme de la situación sentimental de mis padres, pero es demasiado innecesario tratar de arreglar algo que ya está completamente averiado. 

—No seas idiota, Berenice. Estamos hablando de nuestros padres —susurra.

—Lo sé —me cruzo de brazos. Soy la negatividad en tenis viejos. 

—No sé tú —les echa una mirada, noto cierta melancolía en ella —. Pero no me gustaría verlos separados. 

—A mi tampoco —digo, solo para acompañarlo un poco en su dolor. Y muy en el fondo guardando las esperanzas de que todavía exista una pizca de amor entre ellos. 

—Quizás debamos conversar de esto después. Cuando lleguemos al hotel... 

—¡Papá! — exclamo—. ¿A qué hotel llegaremos? ¡Dímelo, dímelo!  —pregunto, fingiendo un poco de emoción. Solo para colaborar con un granito de arena  a estas extrañas vacaciones familiares. Le llamaré las vacaciones de la reconciliación familiar. 

LAST SUMMERWhere stories live. Discover now