Capítulo 4.

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-Buenos días!- dije, bajando a un lado de Sakura. La pelirrosada me había ido a despertar esta mañana, y bien temprano para que pudiera tener tiempo de desayunar.

Entonces, entramos en la cocina y nos encontramos con Shikamaru y Temari sentados, pololeando. Chouji y Naruto estaban enfrentados y viendo quien se terminaba primero los cinco platos de ramen. Hama y Gina miraban extrañadas el refrigerador, como si les hubieran puesto un difícil cálculo químico dentro de él.

-Que pasa? Oparin? Haldane?- pregunté, haciedo referencia a los científicos. Ellas me sacudieron con un gesto como si fuera una mosca molesta a la que espantar. Yo, molesta, las empujé y tomé de dentro una botella de jugo de naranja y un pote de Nutella.

-Te has dado cuenta de que el refri se llena solo pero no nos llega ninguna factura ni nada?- preguntó Hama, cerrando la puerta y volviéndola a abrir, seguramente esperando a que los elementos que acababa de sacar de él volvieran a aparecer.

-Menos mal. Con dos que todos conocemos bien, más los otros diez y no me acuerdo cuanto tendría que hipotecar el lugar para pagar un mes de compras- respondí, sacando el pan de una de las alacenas.

La cocina prouraba no romper con el estilo antiguo del castillo. Era pequeña, en ella podían comer seis personas medio cómodas. Tenía mesadas por todas las paredes, salvo donde se encontraban el horno, el refrigerador y un mueble en donde iba la vajilla. Todo lo que era madera era oscura, y el piso era de azulejos naranja pálido. Sobre la pileta donde lavábamos los platos cuando eran pocos había una pileta que ocupaba todo el espacio que no ocupara la mismísima pileta y las alacenas.

-Cómo estás?- preguntó algo roja Gina. Yo me di vuelta y lo sonreí, mientras me sentaba en la mesa, intentando ignorar las conversaciones extrañas que mantenía la parejita feliz. Ahora, Temari se había sentado sobre las piernas de su novio y jugaba con él.

-No te preocupes, me has dado una escusa para comerme yo sola la Nutella- le contesté a mi amiga, manteniendo la sonrisa. -Cuando falta para que nos tengamos que ir? Yo aún estoy en pijama- pregunté.

-Tienes cincuenta minutos, porque falta una hora y nos lleva diez movilizar al batallón por las mínimas tres cuadras que tenemos que recorrer- respondió Hama, tomando una taza de café humeante y sentándose en frente mío. -A Gaara le gusta como dibujas, eh?- preguntó, haciendome fruncir el ceño.

-Eh?- pregunté, confundida, mirando a Gina. Ella estaba igual que yo.

-Ayer, cuando estabas inconsciente, Gaara-sama me ayudó a llevarte a tu habitación y vio tus dibujos. Ahora, no se si le han gustado, eso lo dije por decirlo- se explicó.

-Vio el que estaba haciendo de él, no?- pregunté, dejando el pan con Nutella sobre la mesa y frotándome el rostro con las manos. No necesitaba ver a Hama asintiendo para saber que la situación había sido esa. -Dios, que vergüenza- me quejé.

-No. Dibujas bien- dijo una voz detrás nuestro. Los que estaban de mi lado de la mesa nos volteamos para ver a Gaara, parado y cruzado de brazos en la puerta. Ya iba vestido con el uniforme del instituto. No parecía estar enojado.

Los ojos del pelirrojo me daban miedo, ya que no tenía la más mínima idea de lo que estaba pensando. Seguramente podría estar furioso conmigo y no se le notaría, podría matarme sin que yo llegara a chillar.

-Oh. Gracias- dije, en un susurro casi sin aire. miré mi desayuno sin nada de ganas. Mi poco habitual apetito mañanero había sido reducido a cero. -Emm... creo que iré a despertar a los demás- dije, levantándome de la mesa.

-Kagami-san, tienes que comer algo- insistió Sakura, levantándose de su silla. Yo me di vuelta, sonriéndole para tranquilizarla.

-No te preocupes, estoy bien. Simplemente no tengo hambre- me justifiqué. Antes de que me dijera algo más, salí de la habitación y comencé a subir las escaleras.

No puedo salir de aquí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora