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Nunca podre olvidar esa mirada, esos ojos oscuros que me miraron detenidamente por varios segundos en las profundidades del cementerio, esos ojos que se detuvieron por unos segundos ante mi inocente presencia, ante mi una joven que pasaba desapercibida.

Mediría cosa de metro ochenta, no lo pude divisar bien, la tenue luz sumada a la noche cerrada pasada la media noche no daban claras pistas, pero fuera lo que fuera la luz no parecía importarle, la evitaba, no dejaba que los minúsculos rayos de las incombustibles farolas le tocaran, llevaba una vieja gabardina negra como un mafioso de la época dorada del crimen, pero no tenia apariencia de matón ni parecía tener la intención de hacerme daño. Pero ¿Que hacia ahí? ¿De quien se escondía? o lo peor ¿Quien se escondía de el?

Su mirada se detuvo en mi, sin vacilar, sin ningún gesto, se limito a sacar una pequeña libreta y escribir un nombre mientras sus fríos labios dibujaban una tenue sonrisa. Una sonrisa de victoria, de satisfacción.

Los días pasaron con normalidad, no volví a ese cementerio, no a esas horas, no quería volver a tener ese encuentro, no era humano lo podía ver en su mirada. Nunca he sido creyente de lo paranormal ni los sucesos extraños, ojala poder decir lo mismo de Kevin, mi hermano pequeño. Le aventajo por dos años, pero casi ni se nota.

Es testarudo y impertinente, pero es lo que mas aprecio, es quien mejor me conoce, el que mejor sabe de mi y no lo cambiaría por nada del mundo.

Nos disponíamos a ir de acampada con la familia, nosotros cinco: Mi padre, un hombre robusto y fuerte, mi madre mas cometida pero con carácter, la gente dice que les recuerdan a mi, mi hermano del que ya os hable, Kiw, nuestro pequeño perro y yo.

El trayecto fue largo y aburrido, con varias paradas para descansar, el destino se divisaba lejos como a varias horas incluso tuvimos que dormir en un pequeño hostal en un pueblo prácticamente fantasma, era como si ese ser me llamara, como si quisiera que yo fuera en su búsqueda ¿Acaso ese nombre que apunto era el mio? No podía permitirme pensar en eso, no yo una joven de mi edad no podía creer en cuentos de hadas ni fantasmas.

El miedo se apoderaba lentamente de mi a cada segundo que se aferraba la noche. Hoy no había luna como ese día, oscuridad completa, lo sentía, sentía ese escalofrió recorriendo mi cuerpo que me impedía dormir.

Decidí salir a dar un paseo por el páramo en busca de consolación a la noche que se avecinaba.

Una vez en el lago sentí un escalofrió, una respiración detrás de mi, lo supe en ese momento, estaba muerta. Tras de mi una silueta alzo su enorme brazo y lo depuso sobre mi hombro y esperando una reacción tan solo se limito a decirme unas palabras.

-- ¿No es un poco tarde para que andes merodeando por aquí?

El corazón se me encogió, no pude dar una respuesta clara, no me salia la voz, me la había congelado como si de un truco mágico se tratara, solo me limite a girar lentamente mi cabeza, aguardando el horror que verían mis ojos, y ahí estaba como esa noche, como en el cementerio, pero esta vez si lo pude vislumbrar bien, esta vez si pude sentirlo mas de cerca, otra vez esa mirada acompañada de esa sonrisa del cementerio.

-- ¿Asustada? -- Limito a decir con una voz calmada.

Sin decir palabra asentí lentamente con la cabeza, acto seguido empezó a reírse y volvió a cogerme del hombro y agachando la cabeza me volvió a sonreír.

-- No tengas miedo, no soy malo pese a mis apariencias, es mi personalidad, la luz me aburre, es triste y poco divertida, en cambio la oscuridad te hace pasar desapercibido. Perdona no nos han presentado, soy Lucius.

El corazón me iba a mil, se me aceleraba por segundos, nadie en este instante podría imaginarse lo que se pasaba por mi mente, ni el sabio mas dotado podría imaginarlo.

Titubee un poco antes de poder decir unas palabras, quería gritar pero no podía apenas

-- A...A....

Rápidamente me corto con algo que heló mi sangre de todas las venas y capilares que recorrían mi minúsculo cuerpo.

-- Ariadna, lose, se quien eres, se bastante acerca de ti, mas de lo que tu misma sabes.

Rápidamente retrocedí unos pasos, quería huir, pero ¿a donde? Si sabia mi nombre, sabría todo lo que hacia, ¿Quien era? ¿Un acosador? No, no tenia pinta ¿Un dios? Imposible, no son tan tenebrosos, no el que conocemos.

El ser se aparto unos segundos y simplemente se limito a decir adiós, todo había pasado, era un sueño, era el momento de despertar, acto seguido caí al suelo, cerré los ojos y me quede sobre el pasto.

AngelusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora