Tres días después.
Fueron tres días horribles por diversas causas: Amaia decidió tener el bebé, al menos eso decía cuando pensaba en sí misma con un bebé en su casa, pero cuando pensaba en que no podría beber durante el embarazo y que tampoco podría salir de fiesta cuando el bebé naciera, decidía abortar; otra causa fue que no me quité de la cabeza al chico de la fiesta, Connor, y cuando le pregunté a Scott si lo conocía su única respuesta fue:
— Lo siento, preciosa, pero en mis fiestas se cuela demasiada gente como para saber quién es quien.
Sí, una ayuda muy grande la que me ofreció, ¿verdad?
Y la última razón por la que mis tres días fueran los peores de, probablemenre, toda mi vida fue mi padre.
Robert Moriarty.
Uno de los empresarios del momento y eso tenía sus pros y sus contras.
Nunca había tenido una relación padre-hija con él, lo único que había hecho por mí había sido darme regalos y dinero cuando lo necesitaba, pero siempre eché en falta esa figura paterna.
Aunque no me quejaba, pero bueno, volviendo a lo que iba, lo que hacía mi padre para hacerme la vida menos llevadera era llevar cada noche a una mujer veinte años menor que él a casa.
Odiaba eso, no podía soportar que trajera a casa mujeres que tenían solo cinco o diez años más que yo.
Lo entendéis, ¿verdad? Me daba asco.
Así que sumándose todo esto lo que quedaba era una Scarlett con los nervios de punta y crispada.
Abrí la puerta de mi habitación, donde pasé toda la mañana intentando pasar el mayor tiempo posible evitando ver a alguien de mi familia.
Crucé la parte derecha del pasillo de la segunda planta, en el que se encontraba el cuarto de Dominic, mi hermano mayor, un baño común, aparte del que tenían todas las habitaciones, también se encontraba al final del pasillo una habitación individual y otra doble justo enfrente para los invitados y en la parte izquierda había dos habitaciones más, el dormitorio de mi padre y otro más de invitados.
Bajé las escaleras dando pequeños saltitos hasta llegar a la planta baja y pasar rápidamente por el salón y entrar en la cocina, en la que se encontraba mi padre sentado en la silla que encabezaba la mesa, su habitual sitio.
— Hola, cielo — dijo sonriéndome haciendo que la zona alrededor de sus ojos se arrugara.
— Hola — dije secamente a la vez que se abría la puerta y entraba en la cocina Natasha, uno de los líos de mi padre que se había acoplado en nuestra casa por todo el morro, iba vestida con su habitual camisón de encaje morado, demasiado transparente para mi gusto.
Llevaba el pelo recogido en una coleta de caballo, que no le quedaba demasiado bien porque hacía que se notase el doble que su pelo era rubio teñido y las entradas que llevaba la mayor parte del tiempo se marcaban muchísimo más.
— Hola, pequeña — dijo cuando pasó por mi lado acariciándome levemente la barbilla.
Llegó hasta mi padre y se sentó en su regazo, menuda zorra.
— Amor mío — le besó intensamente y fue esa la señal que me dio mi cerebro para que corriera todo lo lejos que podía de aquella cocina.
Los miré asqueada, seguidamente cogí una manzana del frutero y salí lo más rápido que me permitieron mis piernas de la estancia.
Pasé por el salón con la intención de volver a mi cuarto, pero cuando iba a subir el primer escalón, una voz masculina hizo que me diera la vuelta.

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Going To Hell
RomanceA veces la que parece la pareja perfecta no es la adecuada. Que se lo digan a Scarlett, ella sabe mejor que nadie que quizás por mucho que quieras algo, ese algo no esté hecho para ti. Scarlett pensaba que pasar el resto de su vida con Zach era lo...