|EXPLICACIÓN|

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EXPLANATION
EXPLICACIÓN

❝The Gods have no mercy❞

El rubio se paseó una vez más entre los semidioses en fila india, que le miraban con una mezcla de desconfianza y recelo

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El rubio se paseó una vez más entre los semidioses en fila india, que le miraban con una mezcla de desconfianza y recelo. Al contrario que los de los campistas, los ojos del fornido hombre no reflejaban más que decisión, aunque, si se observaban muy atentamente, pequeñas esquirlas de preocupación adornaban también el fondo de sus ojos azules. La situación era grave, todos lo tenían presente y por eso se hallaban ahí reunidos, con el corazón en un puño, confusos por su futuro y preocupados por el rumbo que tomaría todo a partir de ese momento concreto. Ese momento que abriría una nueva etapa de caos y cerraría una de prosperidad y calma.

El halo de poder dorado que portaba el hombre, que solo hacía aquella reunión más tensa, hacía estremecerse a todo el que lo notaba cerca, como un estremecimiento que recorría sus columnas vertebrales, como un temblor imperceptible en sus cuerpos. El miedo era normal porque tenían delante al mayor villano, aunque redimido, que su generación había visto. Pero más allá de haber guardado rencor a los dioses, Luke Castellan era mucho más que un traidor. Era un increíble espadachín, un ladrón prodigioso y un luchador astuto. Por eso mismo iba ser su tutor junto a otros tantos héroes capaces de las mayores hazañas para salvar al mundo, o para condenarlo.

Las malas lenguas hablaban, y mucho. Pocas veces hablaban sin saber, pero todos querían creer que esta vez los desastres que narraban no eran ciertos. Sin embargo, ¿cómo no creerlo cuando tenían delante de ellos al mismísimo protector del tiempo? Al mismísimo Luke Castellan. Era complicado decir que no era verídico lo que el Oráculo había predicho cuando tenías a esa imponente presencia delante de tus ojos, en carne y hueso. Todos los presentes habían querido montar excusas en su cabeza para no creer la información que se les había dado, pero ahora era simplemente imposible con el rubio delante. Era la viva prueba de que algo extraño y peligroso se acercaba. Fuerzas que serían desconocidas para todos ellos.

Una guerra. No, una gran guerra. Les preparaban para ello, aunque los dirigentes y las mismísimas divinidades sostenían que aquello era rutinario, que no tenía nada que ver con la profecía que rezaba un enfrentamiento entre dos mundos completamente diferentes que hacía años habían vuelto a ser separados: las sombras y la luz. Aún así, las mentiras comenzaban a desmentirse, pues el ambiente en el campamento cada vez era más pesado y pesimista. Aquello no era cuestión de entrenamiento rutinario, era cuestión de estar entrenados para sobrevivir a lo que parecía prometer ser una masacre.

Hades había sido confinado al destierro en el Inframundo y muchos de sus hijos e hijas habían desaparecido de formas sospechosas y casi inexplicables para el resto de semidioses de sus edades, sus compañeros. Pero no era inexplicable para Luke y los héroes de su generación. Hacía poco que los Siete y algunos semidioses más, ahora convertidos en inmortales como parte de lo que Zeus llamaba un Consejo de Honor, se habían reunido en secreto. Nico di Angelo había hablado y susurrado en el único lugar lejos de los omnipresentes oídos de los dioses, el Inframundo, que los hijos de Hades estaban siendo cazados y asesinados para luchar contra la profecía.

Sus padres divinos jamás aprendieron de aquellas tragedias griegas de los humanos en las que los héroes perecían y caían inevitablemente ante un destino ya escrito del que no se podía escapar. Muchos podrían pensar que eran unos idealistas por creerse capaces de vencer al destino, otros que eran unos derrotistas por rendirse y perecer finalmente, por no hacer todo lo posible por desafiar lo ya escrito en tinta invisible. Luke veía inútil la lucha contra las Moiras y aún más inútil que fueran los propios dioses los que quisieran tratar una rebelión contra ellas. Sabía que aquello acabaría de una sola manera: con la profecía cumpliéndose, fuera como fuera.

Miró una vez más a las filas de semidioses de distintas edades hasta que su vista fue a parar a aquellos con menor edad. Eran niños, ¿cómo irían a luchar tales críos? Miró entre los infantiles rostros hasta dar con una cabellera castaña y tratar de deshacer el nudo de su garganta. «Medidas desesperadas en tiempos desesperados», pensó para sí mismo de forma renegada, casi derrotada. Debía hablar, era consciente de ello. Todos esperaban unas palabras del hombre que se sacrificó en su tiempo para salvar el mundo y vio sus errores enmendados con su muerte. Némesis había equilibrado la balanza esta vez y debía reconocer que en su favor. Dio un suspiro casi imperceptible y cruzó sus manos tras su espalda en una posición regia y seria, solemne.

—Jamás luchéis a menos que sepáis que los dioses están a vuestro favor —comenzó, tragándose el timbre de pena que yacía en su voz desde que le hablaron del futuro—. Conozco a muchos de los que estáis aquí. Desde los más mayores a los más pequeños. No voy a mentir, no quiero mentir. Esto no son unas vacaciones, esto son unos preparativos para la guerra. Los titanes han despertado y esta vez no de uno en uno como anteriormente. Nosotros somos juguetes rotos para ellos, hormigas que pueden pisar sin mayor problema. Gea podría batirnos de un terremoto, Cronos podría envejecernos y matarnos, Tártaro podría mandarnos de cabeza al peor lugar que vuestra mente imagine y podría asustaros más, pero no quiero hacerlo. Estamos aquí como un equipo, como una familia. Olvidemos los errores del pasado, tomémonos de las manos y seamos un equipo sin fisuras, sin rencores. Tenemos una larga batalla por delante y muchos moriremos, pero también con nuestras muertes salvaremos a muchos otros.

Frenó un momento sus palabras para contemplar a la facción de los chicos más mayores, quizá de unos diecinueve o veinte, para luego pasearla hasta los críos de no más de siete años que ni una espada podrían levantar. «Héroes, todos lo son», pensó irremediablemente. Aquellos que habían acudido a la llamada de los dioses estaban parados ante él con el miedo en sus ojos. Pero también, si mirabas dentro, podías ver un fuego en sus miradas, uno tenue, muy tenue. Cada uno tenía que encontrar aún sus poderes y su lugar, por ello estaban allí. Confiaría su vida a aquellos chicos y chicas frente a él sin pensárselo dos veces. Los dioses eran necios por verlos como soldaditos de plomo cuando al final eran más fuertes que un caballo de Troya.

—Si quieren una guerra, una guerra les daremos.

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✺ CAMPAMENTO ZEUS ✺ ROLE PLAY ✺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora