Capítulo Siete

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-No voy a ir a tu casa, Adrien – insistió Marinette, barriendo los cristales del suelo mientras la patrulla se alejaba.

El sector había vuelto a quedarse en silencio después de que todos los mirones hubiesen vuelto a sus casas a dormir. ¿Dónde habían estado mientras alguien entraba a su casa? ¿Por qué no lo había evitado nadie? ¿Por qué no habían llamado al menos a la policía? Solo las farolas y las estrellas iluminaban la calle a esas horas, casi la una de la madrugada.

Tal vez Marinette pareciese tranquila por fuera, pero por dentro estaba temblando de pensar que un delincuente había entrado en su casa y había estado tocando sus cosas. Quizás si tuviera de nuevo su miraculous eso no la estuviera preocupando.

-No te molestes en intentar convencerme.

-No te he pedido que vengas – le dijo Adrien, dejando una papelera delante de ella.

Tenía la camisa remangada y se había aflojado la corbata.

Su gesto era impasible, pero solo aparentemente. Marinette se había dado cuenta de que tenía la mandíbula muy tensa y la vena de la sien hinchada.

-Pero ibas a hacerlo – le respondió, tirando un cristal en la papelera.

Le picaba la piel de la tensión, y de la sensación de unas horas antes. Además, tenía insatisfacción entre las piernas.

-Hipotéticamente hablando – empezó Adrien, apoyándose en el marco de la puerta -, ¿Te parecería mal que te pidiese que vinieras a mi casa conmigo porque...?

Porque sabía que no se resistiría a quitarle la ropa y a aliviar la tensión de su cuerpo a la vieja usanza. Si se acostaba con Adrien porque estaba asustada estaba casi segura de que se arrepentiría al día siguiente.

-Si lo que quieres es ayudarme, pon una tabla de madera en el hueco que ha quedado en mi puerta – le dijo ella, deseando tener un perro grande.

-¿Crees que con un trozo de madera será suficiente?

-El agente me dijo que ya tienen a los tipos que hicieron esto.

Al parecer, habían detenido a dos adolescentes por haber entrado en otra casa tres calles más allá-

-Creo que solo han robado un iPod y algo de bisutería, que me devolverán lo antes posible –añadió Marinette.

-Les fue demasiado fácil entrar. No era tan tarde y nadie se ha enterado –comentó Adrien enfadado -. ¿Qué crees que habrían hecho si hubieses estado en casa? ¿Si hubieses estado en la cama o en la ducha?

Cerró los puños con fuerza y los músculos de los brazos se tensaron. La intensidad de su voz y de todo su ser iba más allá del mismísimo Chat Noir. Aquel era Adrien, el hombre en esencia preparado para mantenerse inamovible entre ella y cualquier cosa que se le acercase.

Ya se había comportado así de adolescente. En una ocasión Luka le había hecho proposiciones deshonestas a Marinette y le había dado un pellizco en el muslo que le había dejado marca. Al verlo, Adrien no había parado hasta encontrarlo y darle su merecido.

Una parte de ella quería calmarlo y a otra le atraía aquella fuerza, no podía negarlo, aquel carisma, quería tener a alguien a su lado que la ayudara a ser muy dura e injusta. Por mucho que odiase admitirlo, sí que le daba miedo pasar la noche allí. Llevaba viviendo sola tres años, pero esa noche se sentía sola y vulnerable de verdad por primera vez.

Adrien entro en la casa y continuó

-Mañana por la mañana cambiarán la cerradura y te instalarán un sistema de seguridad- le dijo, levantando una mano-. No te molestes en decir que soy un materialista. Se trata de tu seguridad. Es tarde. Quédate hoy conmigo y ya hablaremos mañana en el desayuno.

¿SOLO POR DESEO? +18 | Miraculous Ladybug FanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora