Todos tienen derecho hacer amados.

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El sol ya de encuentra ocultándose y desde la orilla del mar Morias decide esperar a su doncella y sus pensamientos llenos de encantos lo hacen dibujar en la arena una figura muy parecido a su dulce mujer. Al verlo se extraña y mientras reposa en la sublimes horas del ocaso, el cielo se llena de una bella tonalidad bermellón y las gaviotas entonan sus graznidos anunciando que ya era hora de que su bandada fuera a sus nidos. De las aguas la figura de Mérida salta a las rocas y empieza a entonar su melodía en honor al sol que ya partía, pero es interrumpida por Morias:
-Tu voz es tan dulce, melódica y musical. Tu sonrisa deslumbra mi mirar y cada ocaso anhelo encontrarte e hablarte, pero la maldición impuesta por tu Dios me impide conocerte.
Mérida da vuelta y mirando a Morias le sonríe, luego se sumerge en las aguas dejándolo solo. En el cielo la tímida luna toma su posición y todo el firmamento celeste se cubre de estrellas que tintilean en la infinita oscuridad. Con el pasar de los días Mikael y Morias acostumbraban ir a sus lugares a esperar para escuchar a la doncella dueña de tan hermosa voz, pero ella nunca volvió.

MERIDA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora