●• JUVENTUD, DIVINO TESORO •●

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Kakashi e Iruka son una de las parejas más famosas de Konoha. Y no en vano. Ambos son famosos en sus respectivos campos por sus propias razones.

Kakashi es el legendario copi-nin, el maestro de 1000 jutsus, Sharingan no Kakashi, último del clan Hatake, hijo del Colmillo Blanco de Konoha, general de la Unión ninja durante la guerra y Sexto Hokage.

Iruka es el terror de la sala de misiones. Su temperamento es casi tan legendario como Kakashi; ¡qué buena suerte tienen los ninja clase S de que Iruka no sea jonin!, piensan los que han sufrido alguna vez su furia. De otro modo, la cuota de delincuencia sería tan baja como la de suspensos en la clase del que una vez fue el sensei más joven en Konoha. Y aunque esa juventud ha ido desvaneciéndose con el paso de los años, lo cierto es que, como maestro, Iruka jamás ha tenido parangón. Sus clases siempre han sido las mejor preparadas; y pobre de aquél que tratara de dañar a sus niños, porque Iruka no dejaría títere con cabeza. Cuando el puesto de director de la Academia ninja quedó vacante, nadie tuvo dudas de quién sería el elegido; solo Umino Iruka podría dirigir esa escuela llena de pequeños diablos armados hasta los dientes con malas maneras, astucia y afilados kunais sin que el edificio ardiera en llamas (no demasiado, al menos). Del mismo modo que, en su momento, solo él era capaz de mantener a raya jonin indisciplinados que creían realmente poder hablarle de cualquier modo por ser un chunnin y presentar desastrosos reportes como si no fueran a ser regañados. Pobres ingratos. Ahora, años después, todavía les pitan los oídos cada vez que recuerdan la reprimenda y la vergüenza que les hizo pasar Iruka.

Por separado, Kakashi e Iruka eran buenos, pero juntos eran aún mejor. Él uno suplía las carencias del otro; y es que eso debería ser una pareja, ¿no? Kakashi era el perfecto soldado; Iruka era el humano funcional. Cuando Kakashi llegaba destrozado por cometer monstruosidades, era Iruka quien le devolvía el calor a esas manos tan frías. Cuando Iruka no era capaz de defenderse contra un enemigo demasiado fuerte, era Kakashi quien le protegía. Eran fuerzas tan distintas como necesarias, simplemente complementarias. Los soldados despiadados necesitan gente que les recuerde porque deben ser despiadados, el motivo por el que deben luchar y morir, y para Kakashi, ese es Iruka.

De todos modos, eso fue hace mucho tiempo, cuando ambos bailaban en los 20 rozando apenas los 30; cuando Kakashi aún era el doloroso portador del Sharingan de Obito e Iruka era un simple maestro; cuando ambos todavía danzaban el uno alrededor del otro de puntillas, no muy seguros aún de cómo actuar en presencia del otro o en público, aunque sabían perfectamente del mutuo sentimiento. Ah, juventud; estúpida y atontada juventud; tórtolos enamorados tan valientes para enfrentar criminales de alto rango y más de 20 críos endiabladamente aburridos todos los días, pero demasiado tímidos en materia romántica.

Incluso ahora, saltando de lleno hacia los 50, ambos seguían comportándose como tontos enamorados más veces de las que les gustaría reconocer. Incluso aunque ahora parecieran un viejo matrimonio más bien. Que lo eran, pese a la falta de papeles que legalizaran su situación conyugal, como más de una vez había mencionado Naruto. Y es que, desde que se había convertido en Hokage, Naruto andaba con aquello de legalizar el matrimonio homosexual, entre otras cosas.

Iruka juraría que la vieja Utatane había sufrido un infarto al escucharlo, pero ya se sabe de Koharu Utatane, hasta las enfermedades coronarias huyen de ella, así que se recuperó rápidamente antes de empezar a gritar a Naruto. Motivo por el cual Iruka no sabe con certeza si se quedó blanca del susto o realmente se le paró el corazón. Por supuesto, la gran idea de Naruto era que ellos fueran el primer matrimonio homosexual tras la legalización; nada mejor que dos figuras tan reconocidas y respetadas como ellos dos para demostrar al mundo que el amor entre dos hombres o dos mujeres no podía ser delito u objeto de burlas y vejaciones. Así que, desde entonces, la anciana los mira mal cada vez que los ve; más a Kakashi que a Iruka, para ser sinceros. Al fin y al cabo, que Kakashi una vez le preguntara cuándo tenía pensado morirse porque ya estaba harto de las impertinencias y los insultos de la mujer, tampoco ayudó a esa relación abocada al fracaso más estrepitoso desde su principio.

Juventud, divino tesoro [KAKAIRU] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora