1.Una mala noche

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El sonar del timbre por toda la casa desvió la atención del par de ojos azules sobre las cintas de los zapatos atadas delicadamente en un pequeño moño para levantarse veloz, había esperado este momento ansiosamente, según Guenivere le hacía falta salir y no podía negar que tenía razón. No estaba acostumbrado a las citas casuales, más bien la relación de tres años le mantuvo cautivó a cualquier tipo de convivencia fuera de la amistosa o familiar, hasta que a su agradable expareja se le ocurrió mandarlo por un tubo mediante un mensaje de texto y posteriormente desaparecer, sacudió la cabeza intentando ignorar la amarga sensación que le invadía al recordar el humillante suceso.

Cuando abrió la puerta un hombre alto, no tanto como él pero si más fornido, sintió su sangre hervir levemente al mirar cómo sus brazos sobresalían de la tela, le miraba con galantería fingida. Su vestimenta, contraria a la elegancia de su traje, constaba de una sencilla camisa a cuadros roja, unos jeans sueltos y una, a su parecer, ridícula gorra verde complementando el simplón conjunto.

-Que bueno que llegaste, moría de hambre- balbuceo nervioso a modo de saludo- desde hace una hora de hecho- añadió con simulado disgusto- Gwen dijo que llegarías tarde.

-Lance dijo que te quejarias- le respondió socarron el rubio.

Un ambiente denso se comenzó a formar, cada quien con la pesada mirada del otro sobre si buscando las palabras para iniciar una conversación más decente. El pelinegro se lamentó a sus adentros, la noche ni siquiera tuvo oportunidad de dar inicio para cuando ya estaba arruinada.

-Soy Merlín por cierto- se presentó tendiendo la mano, lo intentaría por Gwen.

-Arthur Pendragon, la mayoría lo deja en dragón- respondió con incomodidad aceptando el saludo.

-¿Qué tal si bajamos ya?- preguntó Merlín con una sonrisa forzada, el rubio no dijo nada simplemente regreso una mueca a manera de sonrisa y se dió la vuelta.

Afuera la noche era fresca, el cielo estaba despejado y la tranquilidad reinaba, fuera de los dos jóvenes que salian de la casa, nadie más se veía a lo largo de la calle. Merlín se detuvo por un momento, mirando a los lados en silencio.

-¿En dónde está tu auto?- preguntó finalmente.

El rubio sonrió y apunto con orgullo una motocicleta negra aparcada a unos metros de la entrada, y sin esperar a su acompañante la monto. Merlín miro su traje repetidas veces, sabía que las cosas no irían bien desde el "dragón" y la verdad era que no se subiría a esa cosa, eran inseguras, un gran porcentaje de personas encontraron el final conduciendo una y no formaría parte del montón, su mente maquino una excusa tan rápido como pudo.

-No estarás hablando en serio, porque si te das cuenta mi manera de vestir no es la más adecuada- se señaló a sí mismo Merlín, pero Arthur no abandonó su lugar- será mejor que vayamos en mi auto, yo conduzco.

Fue el turno del rubio de torcer la boca, un auto compacto azul, en el que probablemente no entraría ni siquiera una de sus piernas, fue señalado por su acompañante. Merlín se veía muy animado ante la idea de conducir, soltó un suspiro y abrió la puerta, como previno el auto era demasiado angosto para su cuerpo, sus piernas y brazos quedaron apretujados entre el asiento y el tablero, su cabeza inclinada rozando levemente con el techo, sin embargo Merlín parecía muy cómodo con el volante entre sus manos, su delgaducho cuerpo se ajustaba a la perfección en el reducido espacio.

-Entonces, ¿a dónde vamos?- preguntó echando a andar el motor del auto.

-No lo sé- respondió monótono el rubio.

Por segunda vez en la noche ambos se quedaron en silencio, Merlín pensando en como se le pudo ocurrir a Guenivere tratar de emparejarlo con un haragán desconsiderado y el rubio intentando encontrar una excusa lo suficientemente creíble para poder escapar de esa situación, vibraciones en su pierna le hicieron suspirar con satisfacción, sacó su celular ignorando olímpicamente el reproche en la mirada ajena.

-¿Hola?- contesto animado- oh no, no estoy haciendo nada, ¿a las diez? Claro.

Cuando Arthur finalizó la llamada el pelinegro le miró ofendido.

-Mira, he intentado llevarme contigo porque nuestros amigos se tomaron la molestia de organizar esto- se quejó con genuino fastidio mientras apagaba el auto- y tú ni siquiera te puedes esforzar por disimular un poco, inclusive te atreviste a ligar frente a mi- Arthur guardó silencio ante el reclamo, no podría negar lo obvio- ¿Sabes qué? Es todo, fuera de mi auto.

Merlín se encontraba indignado, aquel hombre sobrepasaba el límite de la desconsideración, era un desvergonzado total carente de cualquier atisbo de cordialidad o modales.

-¡Eres un patán!- le gritó una vez estuvo frente a él.

Arthur miro al pelinegro entrar enfurruñado a la casa de nuevo, sí que era fácil de alterar; subió a su motocicleta y dejó atrás la calle, no volvería a aceptar citas arregladas por su mejor amigo, claramente tenían un concepto muy distinto para "pareja", ese chico estaba loco, aunque quizás si pudo haber llegado más temprano.

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