2. ¿Puedes creerlo?

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Guenivere intentaba no reír mientras su pelinegro amigo se quejaba incansablemente de los eventos de la noche pasada, movía las manos de un lado a otro y arrugaba el entrecejo cada vez que algo más le llegaba a la mente, la gente de la cafetería evitaba la mesa y los meseros discutían quien la atendería, las quejas del joven pálido les ponían nerviosos, ¿cómo podía la linda chica de cabello rizado sonreír con gracia mientras le oía?

La morena termino por soltar una pequeña carcajada cuando Merlín llegó a la parte en que regresaba a su casa y dejaba al rubio fuera tras llamarlo patán, el ojiazul la miro indignado. El vago recuerdo de la primera cita del ojiazul llegó a su cabeza, no fue el mismo tímido Merlín que abandonó su habitación con una pequeña sonrisa y un leve sonrojo en las mejillas a las seis de la tarde el que regreso furioso con un castaño detrás intentando disculparse por la noche, podía ser muy temperamental si así lo requería la situación.

-Ya, perdón- se disculpó alzando las manos en señal de paz- no creí que fuera a ser tan malo.

-¿Malo?- repitió Merlín enfurruñado- el tipo coqueteo frente a mi después de llegar una hora tarde.

-Crei habértelo advertido- susurro la chica.

-¡Gwen!- reclamo- es un tonto, la única manera en que puedes compensar esto es prometiendo que no lo voy a volver a ver.

Gwen guardó silencio y apartó la mirada, el pelinegro alzó una ceja confundido, hubiese sido un silencio muy incómodo de no ser por el continuo movimiento a su alrededor de las tazas siendo movidas y las pisadas cansadas de los meseros que iban de un lado a otro.

-¿Gwen?

-Puedo apostar tranquilamente todos mis ahorros a que hablan de Arthur.

La profunda voz del fornido castaño frente a la mesa  desvaneció el aire tenso que se había formado alrededor de los amigos. Merlín se sorprendió por un momento, mirándolo con los ojos muy abiertos para después sonreír, a su lado Gwen se movió para que el recién llegado tomara asiento.

-¿Qué te trae por aquí Lance?- preguntó animado el pelinegro, ignorando la desagradable sensación que le recorrió el cuerpo al escuchar el nombre del rubio.

En respuesta la mirada castaña cayó sobre la mujer morena a su lado. Merlín arqueo las cejas.

-¿Aún no se lo has dicho?- Gwen negó con la cabeza- ¿Le digo yo?

-Lo haré yo.

Gwen miro a su confundido amigo, se notaba nervioso y llevaba rato sin parpadear, como si al cerrar momentáneamente los ojos las personas frente así desaparecieran dejándolo con la terrible duda taladrando su cabeza. Riendo tomo la mano de Lance y la coloco junto a la suya sobre la mesa, Merlín se quedó callado aún sin entender.

-Vamos a casarnos.

Tan pronto como Gwen terminó la oración el pelinegro se sintió un tonto, un par de anillos brillaban en los dedos entrelazados de sus queridos amigos, la emoción lo embargo y se levantó de un brinco sin poder evitar abrazar a los prometidos. 

-Y me gustaría que fueras uno de los padrinos- agrego en el abrazo la morena.

-Por su puesto, sería un honor.

Merlín regreso a su asiento.

-¿Por qué no lo dijiste antes Gwen?

-Porque no querías verlo de nuevo- respondió Gwen evitando el nombre del rubio.

-¿Y eso por qué importa?

Lance entendió cuando los ojos chocolate le miraron en busca de ayuda, la situación no era muy agradable.

-Bueno...- comenzó, intentaba buscar las palabras adecuadas sabiendo el desagrado que Merlín tenía para su amigo- él llevará los anillos.

Y el pelinegro cayó en cuenta de lo que sucedía y lo que ello implicaría.

-No me perderé tú boda por algo tan bobo.

Y no sabía cuánto se iba a arrepentir.

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