22

5.9K 710 246
                                        

CAPÍTULO
VEINTIDÓS

De tener la capacidad de perder la consciencia en el modo resurrección, Tobirama caía desplomado. En una situación normal tú esperas que tu novia te confiese que está embarazada, no que años después de tu muerte, seas revivido y que la mujer que amas te reciba con la noticia de que eres padre.

No era una broma; el bebé estaba allí, en los brazos de la rubia que se robó hasta el último suspiro de su ser.

Un hijo.

Un bebé muy pequeño, de piel pálida y cabellos grisáceos.

Ese bebé era el ser humano más hermoso que él jamás vio en toda su vida, literalmente.

Tan pequeño, tan puro y tan inocente.

— Mi hijo —murmuró el Senju, sin atreverse siquiera a tocarle un solo cabello de su abundante cabellera—. ¿Cómo es esto posible? —balbuceó, volvió su mirada hacia ella, como si buscara una explicación.

— Hubo complicaciones durante el embarazo —dijo ella, aferrándose al bebé, tal y como si temiera su desaparición. Cerró los ojos e inhaló suavemente el dulce aroma de su niño—. Sin embargo, tomé la decisión de traerlo al mundo aunque significara perder la vida —hizo una corta pausa al abrir los ojos—. Aunque, eso significara...

— No puedes regresar al campo de batalla —soltó él, de pronto.

— Tengo que hacerlo.

— No.

— ¿Por qué no?

— Mi hijo te necesita y ahora que sé de su existencia, aniquilaré a todo aquel que signifique un peligro para él —profirió el hombre de ojos escarlata, imponiendo esa seguridad, ese heroísmo y es valentía que solo él lograba mostrar—. Lucharé por el futuro de mi heredero y la mujer que amo.

— ¡Déjame luchar junto a ti! —suplicó, dando un paso hacia Tobirama.

— ¡He dicho que no!

— ¿Es que no confías en mí?

— No quiero que mi hijo conozca la tortura que es el vivir sin ti, Phoenix —dicho esto, colocó su mano sobre el cabello del bebé y sujetando del mentón a la rubia, continuó hablando—. Debo irme. Los demás aproximan al campo de batalla.

— Te amo.

— Yo los amo a ustedes —dejando las últimas palabras perderse en el aire, Tobirama desapareció.

El llanto del bebé le hizo volver en sí. Por lo que, asegurándose de cubrir bien al pequeño, la Uzumaki ingresó al refugio. Una vez que chequearon sus signos vitales y atendieron aquellas heridas causadas en batalla, regresó su atención a su hijo que aun lloraba.

❀❀❀

— ¿Quién diría que lucharíamos en el mismo equipo? —inquirió Tobirama, una vez que alcanzó al resto.

— Créeme que no estuviste en mis primeras opciones, Segundo —aclaró Minato, sin ocuparse en voltear—. Me vi forzado. Es mi familia; mi gente está en peligro.

— Nuestra gente —corrigió Tobirama, elevando el tono de su voz.

— Ustedes dos parecen bastante... unidos —intervino Hashirama, con el ceño bien fruncido—. ¡No sabía que tenías camaradas de esta época, Tobirama! —canturreó, dirigiéndose a su hermano menor.

— De hecho... —soltando una pequeña carcajada llena de ironía, Minato se aclaró la garganta dispuesto a quién sabe qué, pues bastó una mirada fúrica de su mujer para que toda la vibra negativa que le rodeaba, se dispersara.

TEMPUS ★ S. TOBIRAMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora