La puerta corredera vibró un momento antes de que el cristal estallase en pedazos frente a un estupefacto Cameron. El hombre de la máscara introdujo una pierna por la abertura que el mismo había fabricado, y miró al chico fijamente, deteniendo todo movimiento durante al menos medio minuto. Su contraparte fue incapaz de apartar la mirada de aquellos ojos, era como un cuadro viviente. Se moviera o no, la mirada del hombre le perseguiría, no tendría dónde esconderse y aquello le hizo detenerse donde había terminado de pie, junto al sillón más apartado.
—¡Cameron!
Tanto él, como el hombre enmascarado miraron en dirección a las escaleras, bajando por ellas todavía vestido, estaba Spencer. Se detuvo a cuatro escalones del final y miró primero al hombre enmascarado, después a Cameron. Tenía el rostro desencajado por el miedo.
—¡Corre! —chilló Cameron.
El hombre enmascarado se movió, realizó medio arco con el cuerpo, barriendo el aire frente a él con el brazo derecho, en su mano llevaba un enorme gancho y Cameron recordó como Spencer le había relatado que con aquel arma había rajado las tripas de Colmillos antes de comenzar su carnicería particular. Su amigo estaba lo suficientemente lejos como para que el arma no le alcanzase, aún así se echó hacia atrás, reculando por las escaleras en dirección al descansillo del segundo piso. El agresor no se inmutó, simplemente comenzó a caminar detrás de él, despacio, como si tuviera todo el tiempo del mundo y estuviese seguro de que tarde o temprano iba a llegar hasta él. Esa certeza hizo que se le pusiera la carne de gallina, pero también le hespoleó a reaccionar y echarse hacia delante, estampando el cuerpo contra el sofá, empujándolo en dirección al tipo para hacerle perder el equilibrio. Consiguió sacudirle y hacerle quedar hincado sobre el último escalón el tiempo suficiente para que él pudiese saltar sobre el mueble y echar a correr escaleras arriba mientras el gancho volvía a moverse, esta vez en su dirección, y notaba que arañaba el aire a su paso, así como la tela de sus vaqueros.
Spencer volvía a gritar su nombre y cuando ambos consiguieron encontrarse en el segundo piso, la luz parpadeó dos veces antes de apagarse en toda la vivienda. Cameron giró la cabeza, la puerta del dormitorio de los padres de Spencer estaba abierta y por la ventana se veía la siguiente casa unifamiliar. Las luces en la vivienda permanecían encendidas, pero estaban lo suficientemente lejos como para que no pudieran escuchar ningún ruido, como aquel que en esos momentos había muerto completamente en aquella casa. No había movimiento alguno, ningún sonido y Spencer le miraba con los ojos abiertos de par en par, temblando ligeramente bajo el toque de sus manos, que aprisionaban sus brazos.
—¿No se ha ido, verdad? —susurró contra su rostro, y a pesar de haberlo hecho en voz muy baja, casí pareció que gritaba en contraposición a aquella calma tan horrible.
Negó con la cabeza mientras se giraba en dirección a las escaleras. Soltó al otro y se atrevió a asomarse, el corazón martilleando su pecho de manera dolorosa mientras sus ojos trataban de vislumbrar algo entre la oscuridad. Se veían los escalones y la silueta del sofá, un haz de luz entraba por la puerta corredera destruida y entre las sombras estaba él, aguardando pacientemente por ellos. La respiración de Cameron murió unos segundos mientras ambos se miraban. El atacante estaba calmado, tranquilo, inmutable como una estatua de mármol en un museo, seguro de que no tenían escapatoria. Parecía que no pensaba moverse, esperaba a que fueran ellos los que tomasen alguna decisión.
—¿Está ahí?
Esta vez Cameron asintió mientras se echaba hacia atrás y perdía de vista el salón. No recordaba haber estado tan asustado en la vida, ni siquiera la primera vez que se subió en una capsula-lanzadera del parque de diversiones de la ciudad. Y eso que aquella vez estaba seguro de que terminaría orinándose en los pantalones de toda la tensión que había acumulado en el vientre. Esta vez era peor. No había botón del pánico, no existía la opción de echarse atrás. Había una serie de movimientos que dependían de ellos y lo demás... lo demás estaba a merced del extraño en el salón. Tenía que pensar en algo, era un estratega. No tan brillante como Bradley —¡Demonios, Brad era una máquina!—, pero tenía sus momentos.
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The Game: Penalización
Mystery / ThrillerTodo comenzó con un nuevo mensaje privado, una rave y Spencer intentando huir de una situación incómoda. De haber sabido el giro que iba a dar su vida, se habría quedado esa noche de viernes en casa, jugando online. Si lo hubiese sabido, jamás hubie...