Acuérdate de mi

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Un nuevo día

Ohh dios -pensó Quinn- Que dolor de cabeza. La fiesta de ayer tuvo que estar muy buena.

Podía sentir un objeto sobre su nariz y cada vez que respiraba, un fuerte ardor venía con la acción. Trató de quitarse lo que fuera que tuviera en su nariz ya que el ardor era insoportable. Pero algo estaba mal, no podía mover su mano, de hecho no podía mover ni una parte de su cuerpo aunque fuera solo un centímetro.

-Caramba ¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo moverme? –Quinn trató de abrir los ojos pero cualquier intento fue en vano- ¿Qué sucedió Quinn? Trata de recordar.

Durante un gran rato estuvo intentándolo pero nada venía a su mente… Hasta que repentinamente llegaron los recuerdos. Pero no fueron de mucha ayuda ya que pasaban por su mente como diapositivas a una gran velocidad. Solo pudo reconocer algunos, por ejemplo el bar al que había decidido ir la noche anterior o la ropa que llevaba. Trató de exprimir su memoria al máximo pero no pudo conseguir nada más, estaba verdaderamente exhausta. Así que decidió dejar a un lado las preocupaciones y preguntas acerca de su inexplicable amnesia y se dejó vencer por el sueño.

-¿Quinn? -una voz que a ella le parecía muy familiar la hizo regresar del profundo sueño en el que se encontraba- ¿Quinnie puedes oírme?

Intento responderle a esa angelical voz pero no podía abrir la boca… así que por segunda vez en el día (o eso creía ella, la verdad es que no estaba muy segura de cuánto tiempo llevaba en ese estado) trato de abrir los ojos, pero esta vez a diferencia de las demás, pudo hacerlo, desatando un frenesí de emociones en la persona que estaba junto a ella.

-¡Ohh por dios Quinn! ¡Estas despierta! ¡En verdad estas despierta! Tranquila por favor… ¡No hija, no te lo quites! Déjame ir por un médico.

Lo último dicho por Judith fue porque Quinn intentó apartar de ella los tubos de oxígeno que tenía en la nariz. Alrededor de 20 segundos después, la madre de Quinn regresó pero ahora estaba acompañada  por un doctor.

-¿Quinn? ¿Cómo te sientes?

-Me siento… hambrienta –el médico se echó a reír- y aturdida. Hambrienta y aturdida, así es como me siento.

-Bueno después de tres meses no me sorprende en absoluto -dijo el doctor sacando a Quinn de sus pensamientos. ¿Tres meses había dicho?- ¿Qué paso Quinn te duele algo?

-Solo la cabeza –respondió- ¿Tres meses dijo? –pregunto formulando la pregunta que tenía en mente.

El medico titubeo antes de contestarle, al parecer no era fácil de contar.

-Así es, eres toda una guerrera Quinn. Pudiste superar el coma y parece ser que te encuentras en perfecto estado –contesto después de hacer una pequeña revisión.

-¿Qué? ¿Un coma? ¿Estuve en coma por tres meses? –pregunto completamente sorprendida y comenzaba a rozar la histeria.

-Cálmate amor, pero si –respondió Judith, y eso hizo que Quinn recordara que su madre estaba ahí- Estuviste tres meses y medio en ese estado. Pero lo importante es que ya estas despierta.

Quinn tardo un largo rato en hablar incluso el doctor decidió que regresaría más tarde, no sin antes decirle a Judith que esa reacción era normal, que solo debía permitir que su hija fuera asimilando lo que le había pasado. Minutos después de que el doctor abandonara el cuarto, la mayor de las rubias de excuso por unos segundos con su hija.

-¿Quinn? Tengo que salir a hacer un par de llamadas importantes, solo estaré aquí afuera, si necesitas algo solo llámame ¿Okay?

Solo recibió un asentimiento con la cabeza. Pero no le importaba, por fin su hija estaba de regreso.

Así que se dispuso a salir de la habitación para hacer esas llamadas que llegaron a su mente en el momento que Quinn regreso en sí.

Busco apresuradamente el número de la primera persona que tenía en mente, pero  paso de largo y encontró primero el número de la latina amiga de Quinn y no le quedo de otra que marcarle primero.

-¿Hola? –respondió una voz pausada y rasposa, Santana acaba de despertar.

-Hola Santana, habla Judith Fabray. Perdón si te desperté.

-Oh buenos días Judith. No te preocupes, de todos modos me ayudaste, mi despertador no sonó y tengo que ir a clase.

Santana había decidido quedarse en Lima a estudiar en la universidad local mientras que Brittany repetía su último año en McKinley.

-Santana. Sucedió, al fin sucedió –dijo la rubia con lágrimas en los ojos.

-¿Qué sucedió? –Santana tardó en reaccionar- ¡Ohh por no puede ser! ¿Está hablando de Quinn? ¿Al fin despertó? –la latina comenzó a hablar atropelladamente por la emoción de saber que su mejor amiga por fin se encontraba con ellos de nuevo.

-Si San, hace como una hora despertó. No te pude llamar antes porque el doctor la estaba revisando.

-Ohh Judith no te preocupes. De inmediato les marco a los chicos y vamos para allá.

-Ok Santana, adiós.

Judith iba a colgar cuando escucho un grito al otro lado del teléfono.

-¡Espere!

-¿Si? –pregunto

-¿Berry ya lo sabe? –la voz de Santana reflejaba felicidad y precaución.

-Ahmm no. Aun no le aviso. Es solo que encontré tu número primero. Pero pensaba en marcarle a Rach en cuanto terminara de hablar contigo.

-Ahhh entonces no la molesto más. Perdón si soné grosera pera ya sabe cómo es de dramática ese hobbit.

-No importa San. Te vere aquí. Adiós

-Adiós

Segundos después ya se encontraba marcándole a Rachel para darle la feliz noticia.

-¿Diga?

-Rach soy yo, Judith.

-Ahhh buenos días Jud, perdón si no estoy ahí, es solo que vine a mi casa y… espere… ¿Qué sucede? –La señora Fabray solo le había marcado una vez en su vida. Y la llamada no fue precisamente la más feliz.

-¿En dónde te encuentras ahora? – preguntó, ignorando la última pregunta por parte de la morena.

-Estoy en el parque. Salí a correr. ¿Por qué la pregunta?

-Es que tienes que venir de inmediato.

-¿Qué pasa?- pregunto un poco impaciente, odiaba cuando le no decían las cosas como son.

-Despertó Rach. Quinn por fin despertó.

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