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Me iba, con los puños en mis
bolsillos rotos...
mi chaleco también se volvía ideal,
andando, al cielo raso, ¡Musa, te era tan fiel!

Leo de vez en cuando, me desahoga. Poemas, cuentos, novelas...Todos me los presta Uraraka, la encargada de la biblioteca. Me mira con sus grandes ojos y dice: "¡Guárdalo bien y devuélvelo pronto! No quiero problemas." Yo asiento, y casi siempre, cuando estoy a punto de irme, me llama: "Izuku". Me giro. Ella, adquiriendo ya el mismo gesto y la misma frase como una costumbre, me mira expectante, y tras pensar algo que nunca sale de su boca, dice: "Nos volveremos a ver..."

Le caigo bien, por eso me presta libros a escondidas.

***

Miro desde la ventana del estudio, observando cómo pasan los hombres rechonchos y las muchachas emperifolladas que, lejos de esconderse, quieren llamar ligeramente la atención, queriendo olvidarse por un tiempo de sus sudorosos y rancios maridos.

Me asomo y hago un silbido: nada especial, suena poco. Lo suficiente como para que alcen sus miradas y me vean. Sonríen y cuchichean, aunque siempre miran a ambos lados por si alguien las está viendo; para no ser juzgadas. Algunas son guapas, otras no demasiado. No me gustan esos vestidos pesados, ni su pelo, ni sus labios de carmín rojo, ni ese lunar negro en la barbilla de una, ni las uñas largas de la otra...Pero las saludo. Se sonrojan. Esperan.

Un muchacho pasa por ese mismo lugar en ese mismo instante: harapiento, despeinado, pobre. A pesar de su estatus social, de su porte, de su baja estatura...va mirando al frente, con la cabeza alta, y pasa al lado de las muchachas tranquilamente. Lleva libros desgastados en sus manos.

—¡Eh, tú!

Mira hacia arriba, creyéndose tan importante que incluso llega a asombrarme su seguridad. Mira, pero se queda callado.

—¿Qué llevas ahí?

—Libros—responde, sin pensárselo demasiado. Sus grandes ojos verdes fijándose únicamente en mí, mientras las jóvenes le miran asqueadas, hasta que no lo soportan y acaban yéndose.

—Están muy usados. Espera.

Cojo un libro de mi estantería, es una antología de poemas: mi favorita. Me vuelvo a asomar a la ventana y dejo caer el libro. El chico reacciona bien y lo coje en el acto.

—Puedes quedártelo. Vuelve cuando lo acabes.

Es corto. Lo suficientemente corto como para que vuelva pronto.

—Te lo devolveré.

No dice nada más. Se va.

***

Me alejo, sabiendo que nada bueno puede ocurrirme cerca de alguien como él. Pero me gusta el libro: está nuevo, es bonito, sus páginas son tan finas...

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Opinines y favoritos se agradecen siempre. Gracias por leer hasta aquí :)

Una temporada en el infierno - Izuku Midoriya y Shouto TodorokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora