Cuando Karma termina de recitar el poema, la taberna irrumpe en profundos aplausos. La gente, como de costumbre, se vuelve eufórica.Doy una calada a mi cigarrillo, sin dejar de mirar a Shouto. No he apartado la vista de él ni un segundo, y aunque sé que él lo nota, continúa mirándome de reojo. Sonrío. De perfil me parece más atractivo: su pelo rojo; sus ojos azules, profundos, inescrutables; su torso ligeramente inclinado para ver mejor a Karma; sus fuertes brazos bajo su levita...
Se levanta de su asiento y se acerca a mí. Estoy sentado, así que me mira desde arriba. Tan alto e imponente.
–¿Sabes que es de mala educación mirar tan indiscretamente a alguien?
No esperaba una pregunta tan directa. Me hace gracia su atrevimiento.
–Mmm...Una pena que aquí no existan los modales. ¿Quieres otra copa?
–Debería irme ya. Es tarde.
Durante un instante me quedo sin palabras. En realidad no quiero que se vaya, quién sabe cuándo podré volver a codearme con alguien de su clase.
Karma aparece por detrás de Shouto, apoyando su mano en su hombro. Shouto se gira ligeramente: no muestra ninguna expresión de sorpresa en su rostro, simplemente parece impaciente.
–¡Oh, venga! ¿Ya te vas? Ahora que empiezas a integrarte.
Shouto suelta una risita por compromiso. Está claro que no le hace gracia, pero yo insisto y le sigo el juego a Karma. Me levanto, apoyo mi mano en la espalda de Shouto y le empujo ligeramente.
–Solo una copa más, ¿eh? Luego te dejaré en paz.
Nos miramos un rato, finalmente Todoroki asiente. Nos acercamos a la barra: ahora Karma nos sigue, y pide tres whiskys. La camarera es generosa con la cantidad, pero tras un rato de charla la bebida baja rápidamente. A ese whisky le sigue otro más. Karma se va a danzar por la taberna. Karma confiesa que Shouto le cae bien, y Shouto afirma que, a pesar de estar ebrio, Karma es un hombre prodigioso.
–¡Y eso que todavía casi no le conoces! Una vez escribió un poemario sobre esta taberna, ¿te lo puedes creer? Obviamente no lo publicaron, pero te aseguro que es maravilloso.
–Podría conseguir que lo publicasen.
–No creo que a Karma le importase. Simplemente escribe para sí mismo, le ayuda a evadirse. No busca reconocimiento, ni un beneficio inmediato.
Doy otro sorbo a la copa. Shouto sonríe mucho. Noto su embriaguez, y también la mía. También noto cómo acerca su taburete al mío. Cada vez parece más interesado sobre cualquier tema, y su preocupación anterior parece habérsele olvidado. Por supuesto, no pienso recordarle que probablemente tenía cosas que hacer, o cosas de las que huir.
–Y tú crees que yo, en cambio, vivo para el beneficio y el reconocimiento.
–No exactamente. Creo que es lo que te ha tocado vivir, que no te gusta, pero que ya estás tan acostumbrado que no te importa seguir con ello...
Otro trago. Le noto más cerca aún. Sus ojos me intimidan y me excitan al mismo tiempo. Estoy sudando. Tengo mucho calor: me desabrocho los primeros botones de la camisa.
–Espera, te ayudo.
Shouto se levanta. Ahora sí que está cerca de mí. Me desabotona el primer botón lentamente, y luego el segundo. Cuando alza la cabeza yo sigo mirándole. Sé que está borracho, porque sino jamás se hubiese acercado tanto a mí frente a tantas personas. Me habla en un susurro.
–Puede que tengas razón, o que me guste tener influencia sobre los demás. Pisotear a quien quiera a mi antojo.
Se separa un poco. Deja la copa, ya vacía, en la barra.
–Tal vez. No te conozco lo suficiente.
–Ojalá tuvieras la oportunidad de hacerlo...
–¿No la tengo?–pregunto, curioso.
Me vuelve a mirar, sonriente.
–¿Dónde están los baños de este sitio?
–Ven, te llevo.
Shouto me sigue. Llegamos al estrecho cubículo con dos urinarios. El suelo y las paredes están muy sucias. Mientras Shouto orina, yo me apoyo en la pared, de brazos cruzados, mientras nos miramos por un cristal mohoso que ilumina un poco la estancia.
–Si vuelvo aquí, escribiré algo inteligente en esta pared.
–Me parece bien, porque eso quiere decir que volverás.
Shouto no dice nada más. Se abrocha, se gira, y durante unos segundos nos miramos. Yo sigo hablando, quiero mantenerlo ocupado.
–¿Hace calor, eh? Seguro que en tus inmensos baños con cincuenta ventanas a cada lado no tienes ese problema.
–No te creas, creo que seguiría teniendo mucho calor...
Su respiración suena entrecortada. Se acerca más a mí. Yo no aparto la vista ni un segundo. Pone una mano en la parte de atrás de mi cuello. Durante varios segundos me tiene acorralado. Sus piernas chocando contra las mías, su voz muy nítida. Después se aparta y carraspea.
–Bien, ¿vamos? –se va, como si nada hubiese pasado.
No respondo, solo le sigo. Salimos de la taberna sin despedirnos de nadie y caminamos hasta su casa, pero antes de llegar Shouto se queda quieto.
–Creo que aquí nos despedimos.
No quiere que nadie me vea rondar de nuevo alrededor de su casa.
–Muy bien, hasta luego.
–Adiós.
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Una temporada en el infierno - Izuku Midoriya y Shouto Todoroki
RomanceInglaterra, 1840, en plena época victoriana. Son tiempos de desarrollo industrial, económico, científico y cultural. Pero también de hipocresía. La moralidad y la caballerosidad, vistas como el modelo de comportamiento de la aristocracia, no son más...