Yo, Frankenstein

1.

Terra despertó con el sonido de la alarma de su telefono. Salió de la cama y se dirigió al baño. Lavó su cara y sus dientes, se miró al espejo, suspiró y luego fue a preparar su desayuno.

La misma rutina de todas las mañanas, pero distinta. Distinta porque hacia una semana había tenido la noche mas hermosa de su vida, con el hombre mas hermoso que hubiera podido conocer. Sus cuerpos habian sido uno, le había demostrado todo el amor que sentía por él, y todo el que aun podía darle. Pero al despertar se sintió vacía y fría... se había ido, él se marchó de su lado otra vez, y por eso ya no le resultaba tan divertido el despertar y comenzar el día, sentía que se alejaba cada vez mas de su calor, de su cuerpo, de su aura dura y fuerte.

Pero tenía que seguir viviendo... probablemente él fue a seguir descendiendo demonios, era muy bueno en eso... O quiza no. Quiza no le gustó lo que ella había hecho, y ya no quería verla, y escapó antes de que fuera demasiado tarde...

Una semana y ya empezaba a delirar. No tenía remedio. La científica que pudo imitar a Victor Frankenstein se enamoró de la mismisima creación del doctor.

Intentando concentrarse en que se le haría tarde en el nuevo trabajo, Terra fue inmediatamente a vestirse, tomó su bolso y salió rapido del edificio, siendo observada desde la oscuridad por un par de ojos azul electrico...

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Adam despertó sobre algo suave, descubriendose en una cama real, y rodeado de un bello aroma a jazmín. Quiso sentarse cuando sintió un ligero peso sobre su pecho, como un brazo rodeandolo, y al girar su cabeza se encontró con el rostro de Terra, descansando sobre su hombro. Cubiertos por las sabanas, y recordando con ardor lo que ocurrió esa noche, Adam no pudo evitar mirarla como nunca se había permitido mirar a nadie. Observó con detenimiento sus facciones, sus ojos cerrados y sus pestañas largas. Sus labios rosados apenas curvados en una media sonrisa. El poco cabello que le cubría la frente, todo lo miró.

Se sentía tan atraído por ella, por su belleza, su inteligencia, su forma de ser con él, pese a su condición monsruosa. Ella jamas lo vió con miedo, excepto tal vez en su primer encuentro, cuando le quitó el diario.

Inmediatamente se sintió extraño, había algo ahi que le decía que ella era su todo, que se complementaban. Una sensación en su pecho que nunca antes había sentido y que lo asustó.

Tenía que pensar bien en lo que estaba haciendo, y en el riesgo que suponía para Terra estar con él. Pero si se quedaba ella podría convencerlo de lo que sea... pues se deshacía a su lado, bajaba la guardia que estuvo manteniendo durante 200 años, pero no se sentía nada seguro de poder satisfacerla en lo que sea que quisiera. Sabía lo importantes que eran para los humanos este tipo de relaciones, pero realmente no tenía idea sobre cómo debería actuar él.

Despacio, retiró su brazo de debajo del cuerpo desnudo de la mujer, quien se removió un poco y luego continuó durmiendo. Se levantó y se vistió en silencio. Y una vez listo salió por la ventana, no sin antes mirar hacia la cama, donde ella descansaba ahora sola, y pensando que tal vez nunca podría cansarse de mirarla, quitó el pestillo y salto.

Ahora, una semana despues, hacía justo eso, mirarla. Por la noche descendía demonios, y por el día la cuidaba desde las sombras. No tenía la necesidad de hacerlo, era una humana como cualquiera. Pero no era cualquiera. Era una humana que no le temió ni se alejó. Que lo ayudó y le enseñó a amar y a ser amado. Y eso era mas que suficiente para que él quisiera protejerla de todo y de todos, como a una bella flor, incluso si debía también cuidarla de si mismo...

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2:30 am. Terra despierta con los golpes en su ventana. Asustada, se acerca lo suficiente para correr las cortinas y encontrar a Adam del otro lado, con el ceño fruncido pero cansado y sosteniendo con fuerza su costado. Rapidamente abre la ventana y él se deja caer dentro, gruñendo por el impacto.