3.

191 11 1
                                    

En la oscuridad de la noche, tres figuras volaban a su destino, ocultas de la vista humana. Por su parte, Adam habría preferido ir a pié, pero estando en una zona alejada, teniendo con él a la testaruda mujer, y tratandose de un tema de gravedad, no puso mas resistencia que un ceño fruncido y un gruñido cuando Kaleih tomó la forma de gárgola y se ofreció a llevarlos. Entonces tomó en brazos a Terra mientras él era tomado por los hombros y se elevaban por los aires.

Aterrizaron luego de unos minutos en la terraza de la Catedral, y bajaron al gran salón, donde la reina esperaba.

-Adam, que grato es verte otra vez- dijo esta con una sonrisa tranquila -Y también es bueno verla a usted, doctora Wade- mencionó luego, dirigiendose a Terra.

-¿Qué está pasando Leonor?- interrumpió Adam.

-Vienen tiempos oscuros, querido, las señales ya han ocurrido. Los demonios se unen otra vez, buscando venganza. Pero esta vez estan guiados por antiguas profecías de su gente. Profecías malignas concebidas en el mismo infierno, que estos seres han traído al mundo humano, poniendo en riesgo a toda la humanidad, para siempre-

El rostro de Terra cambiaba del asombro al pánico y viseversa a medida que oía esas palabras, mientras que Adam solo fruncía el ceño cada vez mas.

-¿Hay pruebas?-

-Comportamientos extraños. Descubrimos reuniones que iban desde dos demononios a grupos de diez; ellos son muy precabidos, nunca se mostrarían en tal cantidad. Eso mismo, ademas, se dejan encontrar muy facilmente, como si quisieran que los descubramos...-

-Señuelos- interrumpió Adam -Mientras ustedes se concentran en descender a unos, otros hacen la verdadera reunión-

Todo quedó en silencio. Él tenía razón, cada vez que descubrían a los demonios se centraban en acabarlos, y la guardia quedaba en el olvido.

-¿Y yo qué tengo que ver en esto?- preguntó Terra. Todos la miraron -S-si se puede saber-

-Mi niña, tu debes recibir TODA la protección, pues eres la única capaz de concebir vida donde no la hay, como alguna vez lo logró el doctor Victor Frankenstein- miró de reojo a Adam, que escuchaba atento -eres la única humana que posee tal conocimiento, y suponemos que ellos ya saben de ti, por lo que es importante que estes al tanto y sepas lo que se avecina-

Con la mirada perdida, Terra procesó la información, y luego de unos segundos asintió y se excuso diciendo que necesitaba salir a tomar aire.

Una vez que se retiró del salón, Adam enfrentó a la reina.

-¿Enserio creiste necesario decirselo Leonor?-

-Era necesario para estar seguros-

-Podrías habermelo contado antes... YO la estoy protegiendo, es MI deber hacerlo- sus ojos azules electrizados por la furia

-No entiendes aún la gravedad de este problema, y cuando lo sepas, entenderas-

-Pero YO...-

-Mi señora- un guardia los interrumpió, y con un movimiento de cabeza apuntó al gran balcón, como queriendo mostrarles algo.

Ambos de acercaron dudosos, descubriendo a una Terra dirigiendose al pequeño cementerio, buscando algo y al fín parandose frente a una tumba, cuya lápida se encontraba algo deteriorada aunque no era antigua.

De brazos cruzados, casi cubriendose del frío, la mujer miraba con una sonrisa que no llegaba a expresarse en sus ojos, con tristeza, el nombre grabado en el material..."Johnatan Wade"...

-Hola hermanito-

La vieron sentandose de piernas cruzadas en el piso, y mientras tocaba apenas la tierra con sus dedos, le empezaba a hablar despacio al aire, como si en realidad hubiera alguien escuchando ahí.

-Lamento no haber venido en tanto tiempo, tenía un par de cosas que resolver... pero mira, al fin tengo tiempo de saludar... ¿cómo has estado? Yo estuve bien... bueno... pasaron algunas cosas, justo aquí, de hecho... pero no podía venir en ese momento, había problemas... jaja, tal vez este mareandote con tanta información inutil ¿no?-

Su risa apenas se oía, y su voz denotaba una alegría leve, aunque se cortaba por momentos. Adam nunca creyó que la vería asi, tan... debil, insegura y pequeña. Su mente viajó a sus momentos juntos y recordó. Había visto algunas fotos en el departamento, de ella mas joven con un muchacho rubio, abrazados, sonrientes, felices... pero nunca les había dado real importancia... hasta que vió esta escena.

Mientras Terra seguía hablandole a la nada, Adam la miraba detenidamente, estudiando cada detalle; su cabello apenas movido por el viento, la poca tierra que resbalaba de sus dedos, el movimiento de sus labios al hablar, las pestañas ligeramente humedecidas por las lágrimas retenidas.

Recordó entonces que jamas la había visto llorar, de dolor o tristeza, y se prometió protejerla hasta lo imposible para que nunca tuviera que verla hacerlo. La amaba, la quería, e iba a cuidarla por siempre, pase lo que pase.





Yo, FrankensteinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora