Morket (3)

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Nueva parte, a ver que os parece porque hoy estaba yo muy motivada xD Bueno, VOTOS Y COMENTARIOS.

A ver si os gusta ^-^

Morket 3

Al día siguiente, no serían más de las siete cuando Jenna se levantó y caminó a hurtadillas por el estrecho pasillo de la casa, a ambos lados colgaban de la pared cuadros, la mayoría abstractos o con figuras muy extrañas que ella no sabía reconocer de no ser por las historias de Mark, también había alguna que otra estantería con figuras parecidas a las del salón de la casa. La muchacha caminó hasta la puerta que daba a la habitación de su abuelo, y asomando la cabeza pudo ver que aún dormía. No le extrañó, su abuelo era ya un hombre muy mayor, y aunque siempre estaba dispuesto a trabajar y ayudar, también necesitaba descanso, a veces más del normal. 

Cerró Jenna la puerta con cuidado y cogió su chaqueta del perchero, el cual su abuelo había acomodado para que ella la alcanzase. Se enfundó en la chaqueta y se puso su gorro de lana, cogió una linterna y salió cerrando la puerta.

Las calles seguían oscuras a pesar de la hora que era, y es que en Farvann el cielo estaba siempre cubierto por una gran nube gris, que pocas veces desaparecía. Ya a nadie le resultaba extraño, ni a Jenna mucho menos, ella estaba ya acostumbrada a eso. 

Esperó a llegar a las afueras del pueblo para encender su linterna, y se encaminó hacia el lago que su abuelo había nombrado la noche anterior, el lado donde según él habitaban las Morket.

Caminó un poco más hasta llegar al muelle, para entonces el sol ya comenzaba a salir, pero la oscuridad aún dominaba el lago y probablemente el resto de la ciudad, por lo que Jenna en ningún momento apagó su linterna. Se mantuvo alerta un rato, sentada en el muelle, sin ningún resultado, entones intentó recordar lo que su abuelo le había contado aquella noche sobre las Morket…

‘’ Pasaron varias horas hasta que el cielo comenzó a ponerse negro, entonces… algo ocurrió, algo que no sabría explicar. Sentí que algo me atraía hacia el lago, hacia en interior de él, como una fuerza que me obligaba a adentrarme en la penumbra esa noche, y no volver de allí jamás.’’

Jenna dirigió la vista al cielo. Ahí arriba ya empezaban a salir rayos de sol entre las nubes, quizá estaba haciendo algo mal… Pero, ¿Qué, exactamente? Se levantó y soltó un suspiro decepcionada, cabreada con ella misma por no haber podido ver una de esas chicas, hasta que algo le llamó la atención. Algo que la miraba desde el interior del lago. El corazón le dio un vuelco cuando, al girarse, la vio.

Allí estaba, y era tal como su abuelo le había contado, una mujer preciosa, con largos cabellos dorados y unos relucientes ojos verdes, sus labios eran muy pálidos, casi blancos, y detrás de ella, como bien dijo su abuelo, una cola de pez asomaba. Detrás de la espalda de la chica también vio Jenna unas pequeñas alas transparentes, casi invisibles, se movían a cada poco, rápidamente, como las de una mariposa elevándose al cielo. Cuando se quiso dar cuenta ya estaba en el lago, al ser consciente de ello, dio media vuelta para volver al muelle, pero no sabía nadar. Y entonces se preguntó como había llegado hasta ahí. Empezó a patalear en el agua y a mover los brazos en un intento de no ahogarse, pero poco a poco, se hundió en el agua.

***

Unos brazos suaves y finos la recogieron de las profundidades y la sacaron a la superficie, cuando el aire entró a sus pulmones tosió ruidosamente, escupiendo el agua que había tragado, después jadeó mientras lágrimas recorrian sus mejillas, ni siquiera se había parado a mirar quien la había salvado, solo sabía que podría estar muerta, pero la habían ayudado. Entonces los brazos que la sujetaban la rodearon, apretándola contra el pecho de su salvador o salvadora, ella cerró los ojos, y se durmió, simplemente lo hizo, los párpados le pesaban, y no quería más que descansar.

***

Los ojos de la muchacha se abrieron lenta y costosamente, pero cuando lo hizo no quiso volver a cerraros. A su alrededor todo era precioso, paredes de piedra blanca cubiertas por enredaderas llenas de flores y pequeños animalillos que a saber como habían llegado allí, sobre ella no había cielo, sino… agua. Quedó desconcertada al verlo y se sentó en el lugar en el que estaba, que parecía ser una gran piedra lisa, blanca como las paredes, y cubierta por verdes, finas y suaves hojas. Volvió a mirar sobre si, seguía sin entender como eso era posible, era como si un cristal separase ese lugar, que parecía estar bajo el mar, de la superficie de éste, por la que nadaban pequeños peces de mil colores, e incluso llegó a ver como un gran tiburón se movía por allí. Echó un vistazo a su alrededor, y entonces si se sorprendió. La piedra sobre la que estaba sentada era solo una de tantas allí, igual de grandes, unas más que otras, y bajo ellas, agua de nuevo, agua limpia y cristalina, mucho más que la del lago de Farvann. 

Y ahí nadaban ellas, tal como su abuelo las describió, las Morket.

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