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1: Tacos, caídas y chicos crueles

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1: Tacos, caídas y chicos crueles.

Dejé caer la última maleta sobre el suelo de madera haciendo que se provocara un sonido hueco. Y claro, lo había hecho a propósito.

— ¡Penelope! ¡Para de tirar las cosas! ¡Ya te lo he dicho!— la voz del señor Brandon llegó hasta mi nueva habitación.

— ¡Y yo le he dicho que no seguiré sus órdenes!— no sé de donde saqué aquellas agallas para gritarle y después dar un fuerte portazo, yo no soy así.

Abrí los ojos al escucharlo maldecir desde la planta baja. Que grosero.

Molesta me tumbé sobre las valijas. Conecté los auriculares a mi reproductor, dejando que cualquier canción sonara. Cerré los ojos y me quedé un buen rato ahí, hasta que sentí un leve toque en el estómago; era Justin.

— Hola, cariño.— ebocé una gran sonrisa y estiré ambos brazos esperando a que él se acurrucara sobre mi.

— ¿Te gusta la nueva casa?— jugó con el dije de cruz sobre mi pecho. Un regalo de la hermana Isabella para que no la olvidara nunca, con o sin esa pieza de plata, jamás lo haría.— Mi habitación es enorme, demasiado para mi. Los niños del orfanato estarían celosos.

— Todo está muy lindo.— tuve que admitir, el señor Brandon se había lucido con nuestras habitaciones, eran todo un sueño para casi cualquiera, me pongo como excepción.

— El señor Brandon me mandó a preguntar si gustas de unos tasos.— la última palabra se le dificultó horriblemente, provocó que una risa se escapara de mis labios.— Tapos, no recuerdo muy bien como dijo que se llaman pero dice que son su comida favorita.

— Los americanos y sus alimentos raros.— ambos reímos.

— Si. Voy a extrañar Manchester.— se puso de pie y antes de que pudiera decir lo mismo, salió cerrando la puerta detrás de él.

Conocí a Justin el mismo día en el que Casa Maria abrió sus puertas para el, llegó en una canasta sin nada de ropa o alguna pertenencia, ni siquiera una carta de alguno de sus dos progenitores.

Recuerdo perfectamente que en esa época el orfanato ya había sobrepasado su límite de niños y la mayoría de las hermanas habían ido a un curso al Vaticano, los mayores del lugar nos quedamos a cargo de los niños y bebés, quedé al cuidado de aquel bebé rubio, en huesos y callado. Era tan frágil, sabía que no sobreviviría solo, desde ese entonces me prometí nunca abandonarlo y así fue, nos convertimos en hermanos.

[•••]

— ¿Como dices que se llaman estos?— preguntó Justin con la boca llena, le di un pequeño golpe en el brazo por eso.

— Justin, mastica, traga y luego hablas.— él giró los ojos e hizo caso omiso a lo que le había dicho.

— No puedo, esto es delicioso.— dio otro bocado, uno incluso más grande que el anterior.

— Se llaman tacos.— el señor Brandon también habló con la boca llena de comida.

— Modales, señor Brandon.— me encogí en la silla.

— Penelope, me puedes decir solo Brandon.— bebió un poco.— Soy solo cuatro años mayor que tú.

— No debería decirme eso, lo podría usar en su contra después.— con el tenedor corte un pedazo del 'taco' y lo llevé a mi boca.

— Se que eres buena chica y no lo harías jamás.— cortó.

— No se si ser buena chica con usted, señor Brandon.— alejé el plato de mi.— Arruinó mi vida sacándome de donde estaba.

La mesa se quedó callada.

— ¿Que quieres decir, Penelope?

— Señor, si alguien no es adoptado antes de los dieciséis, no lo querrá ser después.— tomé una servilleta y limpie la comisura de mis labios.— Arruinó mi vida adoptándome justo ahora, el papeleo para irnos los dos a Mónaco estaba casi listo. Tenía todo planeado.

— Puedo ofrecerles a los dos una vida mejor de lo que tendrían estando por sus cuentas.— sentenció sin más. Creía que el dinero era lo primordial, creía que nos podía comprar y eso era absurdo para mi.

Solté una risa de lo más sarcástica.

— Está usted de lo más equivocado.— abrí la boca ofendida, empuje la silla hacia atrás.— Quiero que le quede claro que no necesito de usted o de su horrible dinero.— me levanté de la mesa y salí del lugar a toda prisa. Justin y el señor Brandon se levantaron después de mi, trataron de alcanzarme pero no pudieron. Sus gritos se alejaban a medida de mis grandes zancadas.

La noche ya había caído y los pocos faros alumbraban demasiado bien el muelle, estaba vacío.

Corrí hasta que mis piernas dolieron.

— Te vas a caer si sigues corriendo.— una voz resonó cerca de mi. Miré a los lados pero no había nadie, supe que habían sido mis pensamientos.

Esa advertencia no me detuvo, lo que lo hizo fue una tabla rota del pequeño puente.

Tropecé y caí de bruces al piso, si no hubiese estirado ambas manos, mi rostro lo habría sufrido. Hice una mueca al sentir un horrible dolor en una de mis rodillas.

— Te lo mereces.— escuché la misma voz de nuevo, esta vez más cerca, no se trataba de mi conciencia, era una voz de hombre, profunda y lenta. Levanté la vista y una chico alto chocó contra mis ojos.— Por terca y tonta.— sonrió con maldad a la vez que expulsaba humo por la boca, viendo la gran cortada en mi rodilla.


fact: se que es raro el nombre Penelope pero me gusta, léanlo como Pineloupi

Silly Girl: Mendes ♡ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora