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Desperté de golpe y permanecí sentada sobre las sábanas completamente irritada por el ruido seguido de metal contra cualquier otra superficie

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Desperté de golpe y permanecí sentada sobre las sábanas completamente irritada por el ruido seguido de metal contra cualquier otra superficie. Para no quedarme con la duda acerca de lo que era, cubrí mi cuerpo con una bata y mis pies con mis pantuflas de unicornio para después bajar a toda prisa.

Al descender por las escaleras las rodillas me ardieron, lo que me hizo mirarlas y sonreír al ver que mis heridas estaban cubiertas por benditas de ponys. También me hizo vagar en mis pensamientos acerca del chico de muelle, todo fue tan raro.

El ruido de lo que podría ser un martillo sobre madera parecía venir del jardín trasero, eso fue lo que interrumpió mis recuerdos. Con bastante curiosidad crucé la puerta de cristal y me topé a un hombre de espaldas.

— Disculpa.— hablé tratando de captar su atención pero no lo logré a la primera.— ¿Hola?— dije ahora un poco más alto, sin embargo tampoco funcionó. Di un par de pasos y con mi dedo índice toqué su hombre y solo así, el hombre volteó.

— ¿Sí?— pasó el dorso de su mano cubierta por un guante de tela bastante sucio. Lo miré por varios segundos antes de sonreírle.

— Soy Penelope.— me presenté.— ¿Qué se supone que hace?— señalé el par de tablas de madera que estaban a su costado.— Lamento ser entrometida pero el sonido me levantó de la cama.

— Una casa del árbol.— resopló los cabellos rizados que caían por su rostro.— Me parece que es para Justin. Y siento lo del ruido, es inevitable.

— Oh, claro, no te preocupes.— entendí.— ¿Necesitas algo? Tal vez un vaso de agua o algún bocadillo.

Dejó las herramientas que sostenía en ambas manos y me pasó una lista.— Es bueno que preguntes.— tomé el papel entre mis manos y leí lo que tenía.— Estaba esperando a Brandon pero no creo que llegue dentro de mucho, así qué tal vez tú podrías ir a la tienda.

Estaba segura de que no tenía permitido salir sola así que lo dudé. Pero al verlo esperando una respuesta se me salió decir que— Sí. Claro. Por supuesto que puedo.

Me sonrió y ahí fue que lo examiné mejor. Cabello castaño rizado bastante claro, ojos del mismo tono, piel pálida y mejillas rosadas con una sonrisa muy hermosa, alto, tal vez de un metro con noventa y cuerpo musculoso. Era realmente glorioso.

— Sí, sí, iré de inmediato.— murmure atontada. Asintió y me sonrió de nuevo.

— Gracias, P.— me extendió la mano.— Soy Alexander, por cierto, Alexander Mendes.

Silly Girl: Mendes ♡ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora