21. Necesidad.

33 7 0
                                    

6: 01 pm. Cinco de Febrero, 2016.


Siento los dedos de mis pies flojos y mi cuerpo moverse, pero mis pestañas están pegadas a mis mejillas, incapaz de abrirlos. 

—¿Chequeo ya pasó? —. Su voz atraviesa mi alma. 

—Sí señorita, aunque el doctor William dijo que ya no debería preocuparse por el paciente, ya está mejor y en cuanto recobre completa la conciencia entrará a rehabilitación y podrá irse a casa. —La voz de otra chica también hace eco, pero esta me resulta insoportable, chillona y con un tono cantado que no soporto. 

Rehabilitación. Me hace preguntarme que tan fuerte fue el daño, aunque mi cuerpo se sienta entumecido no hay nada más de allá. El dolor cuelga de un hilo asomándose en mis tendones pero no lo siento. Es como un fantasma, halando de mis piernas y mi cabello. 

—Es cierto... —. Su voz sale triste y en un tono bajo—. Peor hay algo en él... De verdad que no entiendo por qué necesito... 

La otra muchacha se ríe. —Ah, ¿Un amor del pasado?

El chillido hace pitar mis oídos. Nos detenemos. Hay un pitido en la sala en la que entramos y mi corazón se acelera al sentir el calor sobre mi cuerpo, su olor llega más rápido, quitando las vías y los tubos de mi cuerpo. Lo hace con cuidado, sus guantes fríos tocando mi piel. Pero como si esta le hiciera daño... como si le quemara como me quema a mi. 

—No, ¿Qué dices, estás loca?— Pero su voz sale nerviosa, apresurada. —Mi trabajo es salvar vidas... Eh, como el tuyo ¿Sabes?

La otra chica se ríe aún más fuerte. —Pero esto ya no parece trabajo... Le has dado más vigilancia y seguridad de la que normalmente se les da a estos pacientes, Emma. 

Se escucha su suspirar. 

Me siento culpable. Reparo en la primera vez que la vi... Y en el como me la imagino ahora, sus brillantes rulos desordenados en su cabeza, sus ojeras marcadas y los ojos levemente rojos por el cansancio. 

La luz quema mis ojos y tengo que estrechar la vista para poder ver algo. Su collar está justo en mi nariz, un grabado en mandarín que solo ella sabría que era. En efecto, su rostro parecía cansado. Pero sus ojos, tan hermosos y de ese tono tan brillante, estaban radiantes, vibrando al verme despertar. 


Una hora después y unas cuarenta preguntas para saber si todo está en orden me dejan solo con ella de nuevo. 

—Pensamos que se te complicaría la noche. —Explica señalando a su alrededor. Estoy en otra sala, un poco más grande y con un lindo cuadro de flores en la pared. Parecido a cualquiera que pudo hacer Meredith en un momento de aburrimiento. 

Asiento casi sin ganas. 

—Creíamos que no querías regresar. —. Pero esta vez la risa no llega a ninguna parte, es más como una risa para aligerar eso que una risa de un chiste. 

Una punzada en mi brazo me hace saber que la anestesia esta saliendo de mi sistema y tengo que aguntar arrugando las facciones. 

—Ah, sí... Vas a sentir algo de dolor. Si es insoportable tienes que decirme... Pensamos en quitarte la anestesia porque tu cuerpo tiene que recuperarse por dentro y pues... 

Pero no la dejo terminar, la pregunta sale de mis labios como si estuviera burlándome de ella. —¿Quienes? —. Mi voz sale tosca, medio pronunciando las vocales y arrastrándolas. 

Parece vagamente irritada y la comisura de su labio se arruga como si estuviera mordiendo ese punto por dentro. 

—Bueno, el doctor y la otra enfermera. No trabajo sola. —Pero es lo que dice antes de irse, aprieta su libreta en su pecho y da zancadas hasta que está lejos de mi. 

El silencio se instala en la habitación mientras pienso en lo que dijo... La necesidad de ayudarme. Al principio me molesto que me vea como algo averiado que puede reparar pero luego caigo en cuenta de lo que va detrás de esa frase. 

Es lo mismo que siento... 

Como si fuese ella... 

Como si el fantasma de Mer estuviese molestándome, probándome, incitándome a ir detrás de ella y olvidarla. Pero es inútil. No puedo olvidarla cuando... 

Ni siquiera puedo olvidarla con alguien que es exactamente como ella. 

Meredith —digo al infinito si es que aún no se ha ido para siempre—Eres y siempre serás el amor de mi vida. Así no estés a mi lado. Te amo, siempre lo haré.


.

.

.

.


Lo que nunca pude decirte. (Resubiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora