11. Gemelos.

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Cuatro de Febrero, 2016. 


NICOLÁS. 


Que graciosa. 

Aparecerte así en alguien desconocido solo para reprimirme. —Escribo dando otro sorbo torpe a mi cerveza—. Que chiste tan cruel, Mer. 

La chica se me acerca con un paso cauteloso, sus ojos brillando verdes bajo sus largas pestañas. Sus uñas pintadas de un brillante tono rosa que combina con su bata; ¿Enfermera, quizá? Su piel morena parece más oscura sobre el color. 

Se sienta con cuidado delante de mi. Sus ojos estudiosos en mi dirección. 

La veo, a su lado. Una figura borrosa de Mer, su sonrisa. Mirándome y pidiéndome que la siga. Otro sorbo a mi bebida y la imagen se torna más clara. 

La enfermera con los ojos de mi novia habla, su voz suave como si tratara a un niño, un paciente, en vez de un borracho. ¿Supongo que es lo mismo, no?

—¿Estás bien? —. La pregunta es como una punzada en el pecho. Con tu voz, tu manera de estrechar los ojos. Reparo en ellos. ¿Cómo es que alguien con la piel tan oscura puede tener ojos tan brillantes? No, olvida eso. ¿Cómo es que alguien puede sacar una fotocopia de otros ojos y meterlos en cualquier sitio?

Es que no van. No combinan. Son gemelos en un cuerpo de cartón. 

Pero no puedo estar enojado, no con ella. No con esas esmeraldas regañándome. El fantasma de Meredith se hace más transparente mientras sigo pensando en la enfermera. Tomo otro sorbo de mi bebida hasta acabarla. 

Con un gesto de la mano hago una seña al mesero de que me de otra y la enfermera me la quita en cuanto cae en la mesa. 

Meciéndola, dándole vueltas sobre la botella como si fuese vino en una refinada copa. Me burlo. 

¿Qué hace aquí de todas formas? Ah, espera una respuesta. 

Mi cabeza está mareada y mi voz sale con tropiezos pero me las arreglo para murmurar un "Bien, déjame en paz" en su dirección mientras le arrebato la botella. 

Sus ojos se detienen en mis manos. En el dorso de mi muñeca. Me cubro con el suéter. 

—¿Qué es eso? —Sus dedos tratan de llegar a mi pero se quedan en el aire. Se recompone, su cabello es un remolino sobre su cabeza. Impresionantes rulos oscuros que caen más abajo de sus hombros. 

Pero mientras más le presto atención, más rápido desaparece el fantasma de mi dulce mariposa. 

Tomo hasta que mi cabeza comienza a doler con ese mareo extraño. Vuelvo a verla, su sonrisa en mi dirección. Pestañeando rápido, con esa mirada coqueta y sus labios pintados de rojo. 

La enfermera alcanza mi mano, su piel hormiguea contra la mía. El calor pasa a través de mi palma. La aparto demasiado rápido para la sensación de mi pecho. 

Es como si ella estuviera en esta enfermera metiche, con su calor, sus ojos, su esencia. Estoy mareado mientras tomo su mano de nuevo. Se sorprende pero no se aleja. 

Sostengo sus dedos entre los míos, recibiendo el calor en mi palma, extendiéndose lentamente por mi brazo, curándome. 

Sus dedos tiemblan contra los míos. Quiero besarles. El pensamiento llega tan rápido y se va como un balde de agua fría. 

—¿Estás bien? —. La miro, sus ojos tiemblan mientras sostengo su mano con más fuerza. No puedo dejarla que se vaya, no ahora.

No... Meredith... Quédate conmigo. 

—¿Emma? ¿Estás bien?—. Un hombre aparece a su lado. Moreno igual que ella, su piel más oscura. Casi está agradecida de ser salvada... 

Salvada de mi. 

Da una suave sonrisa mientras aleja su mano. Y así como llegó, se fue. 

Las gemelas esmeraldas de Emma, la enfermera con el alma de Meredith, me buscan una última vez antes de desaparecer por la puerta. Sus ojos ahora oscuros con lágrimas en ellos. Solo que no salen de sus ojos. Se quedan ahí como si fueran su hogar. 

Meredith aparece de nuevo, ahora con esa misma mirada que la enfermera. Casi la imagino negando con su cabeza. Pero no, se queda allí mientras termino mi cerveza y pido otra. Se queda allí con sus ojos llorosos. 

Solo no estoy pensando. 

Está aquí, ¿Por qué eso debería ser malo?

El mareo hace un pitido en mi cabeza. La luz de repente es tan molesta. 

Mi cabeza da vueltas mientras trato de levantarme. Tambaleo de un lado a otro hasta que logro salir del bar. 

—¿Meredith, dónde estás? —. Mi voz sale ahogada. 

La veo caminando, lejos de mi. Comienzo a seguirla. Corre. 

Tropiezo pero no me detengo, las luces son fuertes, hay mucha gente en mi camino y apenas puedo pisar bien cuando lo siento. 

La luz llega primero que el dolor. 

Mis ojos persiguen a Meredith mientra se escapa de mis manos. 

Me desmayo contra el dolor. 



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Lo que nunca pude decirte. (Resubiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora