Parte 2 Prima Ariel

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Estamos a 28 grados y el interior de la casa parece el infierno, no dejo de dar vueltas en la cama sin poder consiliar el sueño. Ya he quitado todas las cobijas de la cama y llevo puesto un diminuto conjunto de playa que ahora ocupo de pijama, pero aún así mi piel está ardiendo, tengo que hidratarme.
Me levanto y salgo de mi habitación, bajo las escaleras y entro por una cortina de cuentas que hace mucho ruido. Sirvo un vaso de agua y sorbo de él hasta que me la termino en un solo trago, mucho mejor.
Entonces escucho la cortina detras de mí moverse anunciando la entrada de alguien más a la cocina, giro y me  encuentro con Ariel, mi prima,  sobrina de mamá, está embarazada y próxima a dar a luz, por lo cual se está quedando con nosotros pues mi casa es la más cercana al hospital donde se atiende.
Tiene 25 años de edad, un cabello largo y rojo oscuro, una sonrisa tan cálida y llena de brillo que siempre me hace sentir en confianza.
- Hola mi niña, ¿tampoco puedes dormir? - me pregunta con esos ojos penetrantes y seguros.
- Muero de calor - digo y sin disimulo la miro de abajo hacía arriba con una mirada nerviosa que sin darme cuenta ella nota. Era imposible no admirarla, llevaba un camisón bastante corto que por lo prominente de su estómago hacia a la tela levantarse hasta que fuera visible su ropa interior. El escote no lograba cubrir por completo su busto, que al ser tan grandes sobresalía de una manera reveladora.
Llevaba su cabello sostenido en una coleta y su rostro sin pisca de maquillaje, lucía maravillosamente hermosa.
- Lo sé - dijo ella y se aproximo al sitio donde yo estaba. - también me asfixia este calor y luego en mi estado me siento a reventar, si por mi fuera, andaría desnuda todo el tiempo.
Sonreí al imaginarla en ese estado y sin previo aviso sentí cómo mi entrepierna se remojaba y entre mis muslo se humedecía mi piel.
- ¿Quieres un poco de agua? - le pregunté y sin esperar respuesta me desplace por la cocina buscando un vaso y sirviendo agua en él, se lo extendí y al tomarlo su mano tocó mi piel, estaba ardiendo. - Estás muy caliente. - dije sin pensar y al darme cuenta del doble sentido me ruborice sin poder evitarlo.
Ariel me sonrió de manera... ¿Atrevida?
- Ya sé, tócame, estoy ardiendo - dijo en tono suave y tomó mi mano para llevarla a su pecho muy cerca de sus senos. ¿Su piel quemaba o era yo quien estaba tan sensible?- Odio estar embarazada por los bochornos que me atacan, pero mi deseo sexual también está muy elevado, cada que mi esposo entra en la habitación casi tengo que rogarle me folle o podría morir. - soltó una pequeña risa y siguió.  - También mi cuerpo se ha hecha cada vez más prominente, mis senos estan tan grandes que podrían explotar, los pezones ni se digan, se han vuelto cafés y estan duros todo el tiempo, ¿lo ves? - dijo acariciando sus pezones erectos por encima de la delicada tela del camisón.
Yo sólo di un paso hacía atrás y crucé las piernas para con la presión estimular mi clítoris, solté un suspiro y la miré a los ojos nuevamente.
- Estás radiante, con razón cada que sales a la calle tu esposo se encela tanto.
- Soltó una carcajada - Es abrumador la verdad, por eso ocupo ropa tan holgada fuera, pero aquí puedo usar menos prendas y me resulta liberador. Mi vientre es enorme y mi trasero ha crecido mucho, sin mencionar lo anchas que están mis cadera. - se dio la vuelta y levanto su camisón para mostrarme un culo bien redondo que junto a las curvas de su cadera lo hacían verse exquisito, llevaba puesta una tanga que me dejaba ver la mayor parte de su piel,  sus muslos abultados tenían marcas de celulitis pero nada exagerado, me contube para no soltarle una nalgada a esa escultura que me estaba mostrando. - ¿Ya viste que grande es?
- Sin pensarlo salieron de mi boca las palabras más sucias que se me habían cruzado por la mente. - Está riquísimo. -ya era evidente que yo estaba excitada y ella lo sabía.
- Ay preciosa, qué cosas dices. - Se giró y me miró a los ojos con una sonrisa traviesa. - mira como me has puesto - se acercó a mí de tal manera que yo sentí su estómago contra el mío, tomo mi mano y en esta ocasión, sin que yo lo esperara, la posicionó sobre la tela de la tanga que cubría su abertura, estaba caliente y mojada, presioné mis dedos contra su entrada y ambas cerramos los ojos para soltar pequeños gemidos. - últimamente todo me pone cachonda y no hallo como satisfacerme cuando Louis no está.
- Déjame ayudarte, prima. - me deslice para hincarme frente a ella y con rapidez deslice por sus piernas la pequeña prenda que la cubría y acerqué mi rostro a los vellos que cubrían su labios, con mis manos los aparte y mi lengua encontró su botón rosado que masajee en círculos.
- Ay mi niña, cómeme toda, tu lengua tan rica, sigue chupando mi conchita. - dijo entre suspiros de placer y yo obedecía.
Succionaba para saborear sus jugos y restregaba mi rostro entero por los pliegues de su vulva.
En un arrebato de excitación me puse de pie y arrastrando una silla la hice sentarse, me quité el conjunto de pijama y mis bragas empapadas, ella se quito de un sólo movimiento el camisón y dejó al aire sus pechos enormes e hinchados justo para mi deleite, me acerqué y me monté en sus piernas quedando frente a frente, tomé uno de sus senos y me lleve el pezón grande y café a mi boca, lo succione sin control mientras Ariel me tomaba fuerte de las nalgas y soltaba nalgadas muy ruidosas
- Así chiquita, te encantan mis pezones ¿verdad? Chupalos,  cómetelos, no pares. - yo sin ganas de separarme besaba la piel de sus pechos y hundí mi cara entre ellos para aspirar su aroma, ella los tomo y los presiono contra mi cara dejandome sin aire.
Me levante un poco y tome su pierna para ponerla encima de la mía y así quedar entrelazadas como tijeras, la tome por la cadera y me atraje hacia ella, al instante en que nuestras aberturas chocaron ambas soltamos gritos ahogados, comencé a frotarme contra ella y mezclar nuestros jugos. Gotas de sudor brotaban de nuestra piel y la temperatura aumentaba en la cocina. Me acerque a su rostro y la besé, sus labios carnosos y suaves respondieron a mi beso, sin dejar de frotarnos me abrazó y empezo a introcudir su lengua en mi cabidad bucal, yo succionaba sus labios y lengua, nuestra saliva se fusionaba y nos dejaba humedas al movimiento de nuestros besos.
Los gemidos que salían de nuestra garganta eran callados y el sonido de nuestras vaginas frotandose eran como música para mis oídos. Ambas teníamos los ojos cerrados y disfrutabamos de el incestuoso sexo que estabamos teniendo, cuanda escuchamos una voz masculina hablar desde la entrada de la cocina.
- ¿Qué están haciendo?

Diario de una ninfómanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora