CAPÍTULO 2 - "El león y la cebra"

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CAPÍTULO 2 - "El león y la cebra"

Siempre hay un chico idiota que pretende ser gracioso y el centro de atención en todas las clases. En la mía, también. Su nombre es James. Este imbécil me gustó durante dos años, sí, ¡DOS AÑOS!  Ni yo me lo creo. Me hizo tanto daño (inconscientemente o no) que no lo soporto. Me molesta hasta su respiración. Su presencia. Todo. Aunque creo que ya se ha dado cuenta de ello. Y pienso que es lo mejor, que sepa que no le aguanto, así, no tengo que fingir que me cae bien cuando no lo hace.

Fue el primer día de clase de secundaria cuando me fije en él. Un amor a primera vista, aunque solo por la mía. Unos ojos azules inmensamente grandes adornados con grandes pestañas te intimidaban y te hacían sentir inferior. Sin duda, su cuerpo y su personalidad me hacía creer que era un dios griego. No era demasiado musculoso, aunque su trasero destacaba de lo demás. Su ancha espalda le daba un toque sexy e irresistible. Aunque, creo que lo que más me gustaba eran sus labios y su sonrisa, ¡oh,  sí! Esos días en los que me pillaba mirándolo y me sonreía mientras yo me ruborizaba e intentaba pasar desapercibida.

Tantas ilusiones me dio, que intenté vivir de ellas.

Pero no me quería dar cuenta que me utilizaba como un juguete. Era un papel secundario en su vida. Como toda chica, mi intención era cambiar aquello y formar parte de su vida. Aunque no todo es tan fácil como en las películas. Por esto mismo, no lo conseguí.

Estuve un mes algo rara, como si me faltara algo. Me sentía vacía. Incompleta.

Todo el amor o cariño que le tenía, se convirtió en pura ira, furia, asco, e incluso odio. Día a día fui rehaciendo el muro de mi corazón, hasta quedar como nuevo. No dejaría que ningún chico pudiera derribar esa barrera dentro de mí, porque si eso ocurría, quedaría expuesta a daños que podrían haberse evitado.

A día de hoy, en lo único que puedo pensar respecto a James, es que no le toque ser el lobo. No podría soportar tener que estar más tiempo del debido junto a él. Sería como juntar a un león y una cebra. Yo, el león, por mi furia hacia él... aunque también podría ser una razón mi pelo, que siempre está despeinado. Y él la cebra, porque siempre va conjuntado y creando su propio 'estilo', inexistente para mí.

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Bajo del bus y me encamino hacia mi casa cantando alegremente Treasure de Bruno Mars, acompañado de mi torpe bailecito mientras doy zancadas para llegar antes. Voy a tocar el timbre cuando recuerdo que tengo las llaves de casa y que si no las utilizo, papá se enfadará. Acto seguido, me quito los cascos y empiezo a rebuscar en mi mochila. Noto como mi nerviosismo va creciendo a medida que pasa el tiempo y no doy con las llaves. Termino sacando todos los libros de la mochila y depositándolos en el suelo. Pongo la mochila al revés y la agito con la idea de que las llaves caigan al suelo y así encontrarlas finalmente.

Para mi mala suerte, no las encuentro. Lo único que se me ocurre es decirle a mi padre que las tengo al fondo de la mochila y que me ha dado pereza buscarlas...

Llamo al timbre y tras la puerta aparece mi padre con su cara llena de ojeras, gracias a su resfriado y a su poco descanso. ¡Pobrecillo cuando se entere de que he perdido las llaves!

Me pregunta qué tal me ha ido el día, y le cuento mis desastres de hoy. Él me dice sonriendo que le alegro los días, y se los animo, porque, según él, de no ser así, sus días serían completamente aburridos.

Después de que mi padre se riera de mis anécdotas, terminamos de comer, y le ayudo a recoger la cocina. Una vez hecho esto, me dirijo hacia mi habitación.

Subo rápido las escaleras, y me salto dos sin querer. Para que luego me digan torpe, já. Este despiste instantáneo hace que me caiga de bruces al suelo y me dé con un escalón en la boca, lo que provoca que se me rompa el labio.

Levanto la mirada y veo mis libros desparramados por las escaleras, vaya catástrofe he armado en un momento. Se me debió abrir la mochila cuando los escalones me hicieron caer. Sí, seguro pasó eso.

Con mi delicado cuerpo dañado, me recompongo y subo las escaleras.

Tras curarme la herida del labio, y estudiar dos horas, enciendo el ordenador (por pereza a mirarlo desde el móvil), y reviso Facebook, ¡odio las invitaciones a los juegos! ¿Es que no entienden que si quisiera jugar lo haría sin necesidad de una maldita invitación? Está claro que no, todo el santo día mi Facebook lleno de estúpidas invitaciones.

Cabreada por esas estupideces, me salgo de Facebook y entro a la página web del instituto.

La profesora de lengua ha publicado el guión de la obra de teatro, a saber qué es lo que tengo que hacer. Sin pensarlo dos veces, me animo a leerlo.

...

Dios, no, no puede ser verdad. ¿Desde cuándo Caperucita Roja y la Bella y la Bestia van juntos en un cuento?

Mi queridísima profesora de lengua, ha mezclado los cuentos, creando un nuevo cuento, que según ella se llama "Caperucita Roja y la Bestia".

Abajo de la publicación, en una nota, la profe se despide diciendo:

"Queridos alumnos, debido a que Caperucita Roja es una obra un tanto infantil para vosotros, el departamento de lengua y literatura, ha decidido darle un toque más romántico a la obra, mezclándola con La Bella y La Bestia, esperamos que os guste la idea, porque es la definitiva. El próximo día os comunicaré el resto de los personajes. Que paséis una buena tarde."

No sólo tendré que representar Caperucita Roja, sino que, ¡encima será una obra romántica! Mi mala suerte va creciendo y creciendo, ahora solo falta que elijan a la Bestia/lobo para que empeore aún más, ¡genial!

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Nota:

¡Hola a tod@s! Muchas gracias por leer, espero que os esté gustando, el chico de la foto de la derecha es James.

Es mi primera historia, así que siento si me expreso mal o cometo alguna falta de ortografía.

Sin más, nos leemos la próxima :) <3

PringadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora