Buenas tardes princesa, o ¿Debería decir buenos días? ¿Buenas noches? ¿Cómo se mide el tiempo en el cielo? O allá donde tu alma resida ahora, sé que tu cuerpo está bajo tierra, en un campo fúnebre de la sierra madrileña pero tu alma era demasiado grande como para permanecer junto a los insectos. Sé que si estas aún allí, es solo para estudiar cómo y qué pasa cuando estos mueren.
Como te decía, ya sabes que pierdo el hilo y acabo en Barcelona narrando mi viaje a Berlín. ¿Cómo se mide el tiempo en el cielo? ¿Es distinto? ¿Mis noches son las tuyas? ¿Dónde estás a mis 4 y 26? Porque yo pensando en ti, con Lei de fondo, preguntándome cómo se me presentan estas dudas. Preguntándome cómo he podido olvidar lo que es la vida en el cielo, si hace tan solo 31.536.000 segundos te tenía a mi lado, la vida era vida y no este infierno donde las naranjas saben a naranjas y mojadas en chocolate, a naranjas bañadas en chocolate.
Llevo doce meses sin escribir, cada vez que lo intento se me emborrona la mano de tinta y los ojos se me des tintan, pintando el lienzo en blanco y negro. Cada vez que lo intento, me ahogo en recuerdos y no hay canción de Dylan que me de energía como para soltar la fotografía y es que esa sonrisa es la última risa que me queda. No la puedo dejar ir, como te deje ir a ti, al cerrar la puerta del portal, escuchando la línea de tus labios curvarse, sin saber que sería la última vez, dejo la gota caer y me acabo el café.
Según las pelis, el cielo es como un GH24 horas. Allí podéis verlo todo. Elegir la escena. Puedes verme viendo ¨ A tres metros sobre el cielo¨ en bucle, pasando la muerte de Pollo y acabar perdiéndome a H en la playa porque me echo a llorar al recordar que tu muerte no la puedo pasar y nunca me dejará de atormentar.
También, puedes ver tu casa y como tu madre me invitó a pasar las navidades allí. La dije que sí, solo por fingir que era 2016 otra vez. Por fingir que aún llevabas ese pijama rojo el día de Nochebuena, yo un vestido rosa y aun así tú estabas mil veces más preciosa que yo. Me arrepentí nada más llegar. Tu hermana había empezado a usar tu colonia y todo olía a ti, faltaba ese toque tuyo y único, pero era suficiente como para imaginar cada vez que cerraba los ojos que al abrirlos, me encontraría contigo. Pero no.
Todos muy agradables. Como siempre. Tu hermano y Lucía llegaron sobre las nueve, me dieron dos besos, dijeron que me veían muy bien y tu hermana Bea, arqueó las cejas. Carol no vino, estaba en Turquía, tu madre no explicó mucho. Enrique decía aún menos. Siempre fue el que mejor me cayó. A ti te adoraba. Me abrazó cuando llegué y fue un abrazo muy largo, yo me habría mantenido allí toda la noche. Me susurró al oído tu poema favorito y dijo que te echaba de menos, se le cortó la voz, a mí la respiración.
Me senté en la mesa mientras preparaban los últimos detalles y observé. El árbol. Natural. Como todos los años. La decoración que se compra en Callao, en la tienda ambulante enfrente de la Fnac. Faltaba el Mickey viejo que siempre ponía Enrique contigo y ni rastro de la Mérida que compraste cuando fuimos a Disneyland con el colegio, discutiste en francés con un pobre chaval que solo quería cobrar, al final te la llevaste, a mitad de precio.
Tampoco había gelatina en la mesa, ni tus menús sobre los platos. Tu prima se acercó, con una caja tamaño folio en las manos la dejó sobre la mesa. Era un calendario de Adviento, de los de chocolate y aún quedaban un par de días. 24 y 25. Me los comí. Sin preguntar, tú siempre acabas con ellos antes de Navidad.
Acababas.
Nos sentamos en la mesa. Hubo un silencio sepulcral cuando solo quedaron dos sitios libres. El de Carol y el tuyo. Nadie se sentó a mi derecha, nadie se atrevió. Tu madre rompió el silencio con un chiste malo sobre las navajas y langostinos. Bendijimos la mesa. Nombramos a tu padre. Silencio.
- Feliz Nochebuena- dijo tu tía
Empezaron a comer, yo miraba al vacío. Enrique puso tu canción favorita. Yo me eché a llorar, él temblaba, tu madre la apagó, tus primas parecían confundidas, tus tías ofendidas, tu hermano miraba a Lucía. Yo me levanté, volví a poner la canción, fui a tu habitación, me llevé tus 20 poemas de amor y salí por la puerta.
Entré en mi Picanto amarillo, cerré los ojos. Volví atrás en el tiempo. 364 días;
La comida de Navidad en tu casa. La merienda navideña en la de Sara. Patinaje en La Gavia. Tus manos en mi pelo. Después al coche. Sabina acompañándonos, sus 19 días y 500 noches. Mis dedos entre los tuyos. Criticas a tu madre. Me dices que Papá Noel dejó un reloj caro bajo el árbol y lo cambiaste por entradas para un concierto en Holanda. Me dices que me quieres y es el regalo perfecto. Me dejas en casa. Nos despedimos en la puerta. Trasteas con mi pelo. Me recuerdas que es Navidad, que sonría, yo uso el sarcasmo y tú te ríes. Yo me voy. Dejándote sonriendo frente a la puerta. Subo las escaleras. Abro la puerta. Me acuesto porque es tarde y mañana trabajo.
2 de la madrugada. El teléfono sonando. Me levanto. Espero un buenas noches princesa, pero escucho el llanto acelerado de Enrique al otro lado de la línea. Un borracho te llevó por delante cuando cruzabas un paso de cebra y ya no estás.
Y ahora estoy aquí, sentada junto a tu lapida, sin saber muy bien que hacer. Escribiendo esta carta que no sabía por dónde empezar y ahora no sé cómo acabar. Aquel día, cuando te fuiste, te llevaste una parte de mí que no voy a recuperar jamás. Tampoco te puedo mentir, el sol ha seguido saliendo cada mañana y cada día, había menos nubes en mi ventana.
Empecé las clases, aun sin ganas.
Me teñí de rubia.
Empecé a escuchar otra música.
Compré ropa nueva.
Empecé una clase que antes no tenía, con más ganas.
Una pelirroja se sentó a mi lado.
Empecé a hablar con ella;
Se llama Lidia.
Me aficioné a la fotografía.
Empecé a quedar con Lidia.
Descubrí las cafeterías de Madrid.
Empecé a reírme de verdad;
Resulta que Lidia es muy graciosa.
Conocí su casa, su armario, su cocina, sus recetas, sus sueños, sus maquetas, sus libros viejos, a sus amigas, a su gata.
Empecé a mirarla despierta como si ella fuera un quizá real.
La apartaba por las noches, los domingos y estaba ida a las 4 y 26.
Empezó a hartarse.
Llevo dos días sin saber de ella.
Voy a quemar tus 20 poemas de amor, que yo misma escribí.
Empiezo a pensar que ella es un principio porque después de ti, todo empieza en ella.
- ¿Tienes planes? Sé es Navidad, pero...
- Tenía planes, comida con mis padres. Ya sabes, tradición
- ¿Qué te parece si empezamos nuestra propia tradición?