3. Revelaciones
Emma se sentó en una roca y observó a su alrededor, sintiéndose cansada y vencida. Juraría que otras veces, mientras paseaba por el bosque, había visto cientos de matas de romero a su alrededor. Era imposible que hubiesen desaparecido todas. Casi parecía que alguien las hubiese estado arrancando para que ella no pudiese encontrarlas pero pensar aquello era ridículo.
El bosque estaba cada vez más oscuro. Dentro de poco habría anochecido por completo. No la asustaba la oscuridad. Había recorrido aquel bosque de noche tantas veces que casi podría guiarse a ciegas por él con tanta seguridad como por su casa. Pero aquel día había andado mucho y se sentía agotada. Tenía ganas de estar en su cocina, comentando cosas con Luna, pero debía haberse separado varios kilómetros de casa buscando aquellas dichosas matas.
Se levantó, dispuesta a volver y dejar la búsqueda para el día siguiente. Miró de nuevo alrededor, sintiéndose desesperada. Necesitaba las plantas de verdad. Seguía sintiendo aquella presencia empujando cada vez con menos sutileza para penetrar en su mente y cada día se encontraba más débil para impedirle el paso. Tenía que realizar un ritual que la protegiese contra esa fuerza negativa porque no estaba segura de poder seguir resistiendo por sí misma. Y, además, no quería estar agotada y de mal humor aquellos días que por fin tenía a Luna consigo. Quería contarle y enseñarle tantas cosas... ¿Por qué tenían que haber empezado aquellas sensaciones justo ese verano?
Trató de tranquilizarse. La idea de que alguien intentase conocer sus pensamientos era desagradable, pero ella no tenía nada que ocultar. No había ningún oscuro secreto del pasado que la persona que intentaba leerle la mente pudiese utilizar para hacerle daño. Pero, precisamente por eso, toda aquella situación la desconcertaba aún más. ¿Qué interés podía tener aquel desconocido en ella para llevar semanas intentando saltarse las barreras mentales que levantaba, teniendo en cuenta la ingente cantidad de energía psíquica que tenía que estar gastando para ello? ¿Y qué ser tenía el poder suficiente como para llevar semanas insistiendo sin descanso en aquel asedio?
Si pudiera convencerse de que sólo eran imaginaciones suyas, de que se estaba obsesionando sin sentido... Pero desde la noche anterior tenía el convencimiento de que no era así. Había aprovechado la fuerza de la Luna Azul para tratar de identificar a la persona que la estaba atacando, para descubrirla o al menos asustarla, pero todo había resultado inútil. A pesar de haber realizado sus hechizos de videncia más poderosos, no había conseguido levantar la niebla que la separaba de aquella persona. No había podido ver a su atacante pero si había percibido su resistencia y su poder. Y quien quiera que fuese el ser que la acechaba, parecía que había percibido sus intentos de descubrirlo, porque llevaba desde aquel momento atacando con más fuerza. Por eso tenía que probar aquel antiguo hechizo de protección que había encontrado en unos viejos papeles de su abuela. El problema era que para ello necesitaba romero y parecía que se había desvanecido de la faz de la tierra.
Se levantó, cerró los ojos para aspirar el aroma del bosque y, después de saludar a los guardianes de los elementos, musitó una plegaria:
Aquí acudo a vuestra generosidad.
Prestadme vuestro enfoque y claridad.
Llevadme a lo que no puedo encontrar.
Restableced mi calma y mi paz mental.
Le dio la impresión de que la brisa que la acariciaba cambiaba levemente. Se forzó a no abrir los ojos mientras el aroma del bosque iba variando. El olor de la tierra húmeda, de las agujas de pino y de la hierba fresca se fue desvaneciendo. En su lugar apareció una fragancia que ella reconoció de inmediato. Romero. Sonrió y, sin abrir los ojos, siguió aquel aroma. Unos metros más adelante, abrió los ojos y observó la mata verde, con sus flores azuladas. Dio mentalmente gracias a los guardianes y se agachó para recoger varias ramas. Ahora ya podía volver a casa.
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Viajes a Eilean: Iniciación
Teen FictionLuna, una estudiante de instituto madrileña, consigue que sus padres le permitan pasar el verano con su tía Emma, una mujer enigmática a la que no ve desde su niñez. Una vez allí, Luna descubre que su tía es una bruja con auténticos poderes, descend...