8.- DENEB

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Me senté en la mesa más alejada, mientras esperaba mi café.

Jugué con el encendedor mientras miraba a una madre con su hijo. El pequeño le enseñaba el dibujo que había hecho minutos atrás, pero la mujer estaba tan metida en su celular que no notaba que se estaba perdiendo de la inocencia y crianza de su hijo.

Posé los ojos en las paredes del local, me daba gracia que aún conservaran los corazones y cupidos colgados. A veces me daban ganas de encender a ese hombre en pañales y hacerles ver que el amor no está en las manos de alguien. ¿En serio creen que un pequeño hombre que usa un puto pañal es el encargado de que nos guste alguien? ¿En serio?

—Aquí está tu pedido, Deneb.

Una chica de piel trigueña deja sobre mi mesa mi pedido, con una sonrisa de encanto.

—Gracias... ─sonrío, guiñando un ojo.

—Giselle —me sonríe, recordándome su nombre.

—¡Por supuesto! Como olvidarte, eres despampanante.

Suelta una risita cantarina entre lo nerviosa y lo encantada. Sé de ante mano que si no fuera porque es su hora laboral, estará aquí en mi mesa, acompañándome.

Pero de un momento a otro Giselle pasó a segundo plano, cuando cierta cabellera larga robó mi atención.

En el nombre de ella ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora