Capítulo II

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     —Perla…

     Mis párpados se sienten tan pesados como en esas madrugadas de escuela en las que pedía sólo cinco minutos más. Me siento atontada y confundida.

     ¿Dónde estoy?

     ¿Qué pasó?

     ¿Por qué estoy recostada en una cama si mis últimos recuerdos son sobre haber estado en una playa?

     —Perla…

     Esa voz me parece tan familiar, pero no puedo asociarla con ningún rostro conocido.

     — ¡Perla!

     Siento esa mano impactarse contra mi mejilla y suelto un grito agudo cuando el dolor me despierta de golpe. Mi visión se aclara casi de inmediato, tengo que admitir que es un método muy efectivo.

     Estoy en una habitación semejante a una enfermería, todo está oscuro y por las ventanas puede verse el cielo nocturno. Uso aún la ropa que traía puesta cuando llegamos y no hay ninguna vía intravenosa en mi cuerpo inyectándome algún líquido extraño, así que no hemos sido víctimas de la Elite. Pero si no fue así, entonces… ¿Dónde estamos?

     Sheryl está de pie junto a mi cama y me mira entre impaciente y preocupada. Nunca me había fijado en lo blanca que es su piel hasta hoy, incluso parece que brilla con la luz de la luna.

     — ¿Estás bien?  —me pregunta en un susurro.

     — ¿Dónde estamos?  —Devuelvo la pregunta—. ¿Qué pasó?

     —No lo sé, pero debemos irnos pronto —me responde y se aleja para ir hasta el otro extremo de la habitación, donde yace James en otra cama.

     El sitio es iluminado solamente por la luz de la luna que entra por la ventana. A decir verdad, parece que alguien nos ha traído aquí para que descansáramos hasta que pasara nuestro desmayo. Pero, ¿quién pudo ser? ¿Y qué hay de esas cámaras de seguridad que mencionaron James y…?

     ¡Diamond!

     ¡Mis Pokemon!

     ¿Dónde están mis Pokebolas?

     No están en mis bolsillos, tampoco están sobre algún gabinete.

     ¿Dónde diablos están?

     — ¡Sheryl!  —Exclamo intentando no alzar demasiado la voz—. ¡Mis Pokebolas no están!

     —Las mías tampoco —me responde, James se levanta un poco atontado—. Tenemos que buscarlas, pero primero hay que salir de aquí.

     —Se llevaron la Pokebola de Diamond —insisto.

     —Y también las de Flareon y Lucario —responde ella, se escucha tan tranquila que incluso parece que no le importa en lo más mínimo lo que está pasando.

     No, debo concentrarme en escapar antes de siquiera pensar que no puedo confiar en Sheryl.

     ¡Maldita Elite!

     —Perla, intenta abrir la puerta —ordena ella.

     Asiento y corro hacia la puerta pero al tomar el picaporte, me doy cuenta de que está cerrada a cal y canto. Forcejeo con ella para intentar abrirla, le doy una patada y un par de puñetazos, pero no se mueve, ni un poco. La única forma de poder salir debe ser con la llave.

     —No puedo abrirla —le digo a Sheryl.

     Me giro y la veo con James asomando las cabezas por la ventana.

Pokemon III: La Isla de MewtwoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora