1. Cuando la vi por primera vez

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Allí estaba sentada en el sofá, mirando fijamente cada movimiento que daba. ¡Quién iba a creer que por esa mujer, mi vida acabaría por completo!... De que todo lo que construí se estaba cayendo a pedazos. Si, ella era así; manipuladora de hombres, que todo lo que se proponía se cumplía en un instante. Así era ella...

     Se acercó y me dijo:

          —Soy Débora, Débora Paterson.

     No era cualquier Débora.  Sencillamente me lo dejó claro aquella noche.

          —¡Hola! Mucho gusto, Débora Paterson soy Jack Robinson.

           —Si, sé quien eres. Había escuchado de ti anteriormente. Eres un hombre muy importante, ¡Quien no sabe de ti! —dijo Débora con mucha actitud.

     Sus palabras eran venenosas, pero era un veneno gustoso. Eso fue lo que me gustó de ella, iba directo al grano, todo se le estaba haciendo realidad en segundos. Ya me había investigado, buscando todo acerca de mí, si sabía lo que hacía.   No era una loca, no tenía título, pero era muy profesional en lo que hacía. 

     Así continuamos practicando por varias horas, hasta que la invité a cenar. Accedió. Fuimos a un lugar de lo más prestigioso de Jamestown, Le Marie House. Escogí unas de las mejores mesas para los dos con una vista como se merecía ella.

          —¡Qué hermoso lugar! Siempre quise venir aquí, tal y como me lo imaginé todo un encanto —halagó.
          —Como usted... —respondí.

     Me miró y sonrió:

          —¿Usted? Soy una mujer joven —afirmó.

          —¡Haha! —reí—. No lo digo por eso, solo que me parece más atractivo tener una dama sensual y cautivadora, y no ponerle algo picante a esta conversación.

          —Lo llamaré "usted" también —dijo insinuando.

          —Gracias, pero cambiando de tema, ¿cómo le haces para lucir tan hermosa? —le dije.

          —No sé...  —dijo pensativa— ¡cómo responder esa pregunta!, pero definitivamente es de mi naturalidad.

          —Sé que una mujer como tú consigue lo que quiere, conste que no es solo por tu belleza —le dije, mientras tomaba el último zip de mi copa de vino.

          —Que bueno que aclaraste eso —Sus ojos se expandieron como dos girasoles.

          —¿Cuéntame de tus negocios? —me preguntó.

          —¿De verdad quieres hablar de negocios? —le pregunté, mientras le entregaba la copa al mesero que pasaba.

          —¿Por qué no? —preguntó—. Me interesa y mucho.

           —Administro el dinero de personas muy importantes como el financiero Adams Roots, el CEO de la empresa CETA, entre otros. Pero, ¿sabes que más administro?

          —¿Qué? —Subió la mirada, mientras acariciaba sus labios rojos carnosos.

     En el momento se quitó unas de sus zapatillas de tacones y comenzó a rozar su pie derecho entre mis muslos. Me erizó la piel, y me miró con deseo. ¡Claro, quién se podría contener con tanta belleza! En ese momento pensé todo, menos en el trabajo e imaginé todo lo que se llama sexo. Algo nos detuvo. Ella bajó el pie y la visualicé poniéndose las zapatillas de Chanel. Era el mesero, si deseábamos algo del cóctel o de tomar. Pedimos el plato de la casa y más Martini. 
     Mientras comíamos intercambiamos algunas preguntas sobre nuestras vidas. Comenté que por el momento no tenía ningún tipo de relación o compromiso entre otras cosas. Al acabar de comer, le dije que si quería ir a un lugar más intimo y para mejor decirles...
¡Si accedió!

Mi obsesión por Débora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora