3. Un Domingo de Amor

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Desperté con el sonido de mi celular. Era un mensaje de la compañía, tenía una reunión mañana temprano. Miré la hora y eran las ocho de la mañana. Estaba aún al lado mío, desnuda, con su piel de seda y un olor encantador. Me levanté despacio de la cama para no despertarla y fui a pedir un desayuno especial para los dos.

   Estando el desayuno listo, fui lentamente y comencé a besarla. Ella despacio abrió los ojos. Fue como si despertara una mariposa de su capucho...

          —Buenos días hermosa —Besé su mano—. Ya el desayuno está listo para cuando quieras bajar a desayunar.           

   —¡Mmmm...wow! —Quedó encantada con tal sorpresa— ¿Lo hiciste tú? —preguntó.

   —Vamos a decir que solo formé parte de la organización —Comenzó a reír sin parar.

          —¿Por qué te ríes? —pregunté, mientras la miraba con deseos.

          —Por lo que me acabas de contar, pero lo que importa es el detalle —Se acercó y me besó.

     ¡Claro! era todo un plan para dejarme en la ruina. Me hacía creer que yo era el amor de su vida, me enredó tan bien que hasta el día de hoy se me hace imposible desenredar el nudo que me dejo en mi ser.  ¡Qué bien jugó su papel de mujer inocente, de niña buena, de mujer pacífica! Mi obsesión por ella llegó a otros límites, hasta la muerte...

     Bajamos a desayunar. Quedó encantada con todos los arreglos sin mostrar tanta emoción por un desayuno. Será porque ya estaba acostumbrada a la vida buena que se daba o aún se daba con todas sus víctimas. Con mucho porte bajó las escaleras y miró al comedor con todo y banquete.

          —Está todo muy bonito —dijo—. Todo se ve delicioso, e imagino que como así se ve debe saber exquisito.

     En ese momento todo lo que decía con sarcasmo me parecía bello porque no le daba mucha importancia. Además, era solo un simple desayuno. Después de todo lo sucedido la noche anterior, no estaba para disgustos; me estaba enamorando de ella. Era una mujer encantadora ¡cómo no enamorarme! Si era el complemento perfecto para mi vida. Quería complacerla en todo...

   Como todo caballero le sujete la silla al sentarse; respondió con unas gracias y muy amable.
Comenzó y se sirvió unos panqueques con sirope, aparte unas frutas salteadas. En ese instante, en vez de tomar un vaso de leche o jugo, quiso vino; el más prestigioso que tenía. Comenzamos a hablar un poco más a fondo de nuestras vidas, de cómo ha sufrido mucho por amor por estar con personas equivocadas, que no le han aportado nada más que sufrimiento. Estaba hipnotizado escuchando todo a flor de piel, pensando en cómo una mujer tan sensacional y seductora podría sufrir por amor. No quería interrumpirla, estaba abriendo su corazón conmigo; mostrándome su lado más vulnerable y eso para mí no tenía precio. Después de desahogarse conmigo, pregunta sobre mi. Quería saberlo todo. Sonreí agachando la mirada con un poco de timidez. Era un hombre de pocas palabras, pero en realidad Débora estaba sacando una parte de mi que aún no conocía, y que a la misma vez, tenía miedo. Comencé a dialogar sobre mis inicios, de cómo me convertí en un hombre emprendedor y dueño de la empresa más prestigiosa del país. Mientras tomaba su vino, escuchaba cada detalle de mis consecuciones. Le dije que tenía una novia de hace mucho años, pero al final de la relación no nos estábamos entendiendo, solo éramos buenos amigos. Fue doloroso porque fue la persona que estuvo conmigo desde mis inicios, me apoyó en todo. Siempre estaré agradecido con ella, es una buena mujer y siempre le voy a desear lo mejor.

           —Y si tanto la amaste, ¿por qué la dejaste ir? —me preguntó.

   Me quedé pensando por un momento, mientras agarraba la taza de café. La verdad, no sabía qué decirle porque no sabía la respuesta, pero, tuve que ingeniar algo...

          —Llega un momento en la vida en que tienes que decidir qué camino recorrer. Ese momento en el que llevas toda una eternidad merodeando al lado de alguien, se da la circunstancia en el que se te presentan dos caminos; diferentes oportunidades. Ya tienen distintas metas, diferentes propósitos en la vida y te toca elegir por donde quieres caminar. Es ahí donde se decide el destino de alguien. Ella decidió coger un camino separado ante el mío. Yo lo respeté... Se me hizo difícil tener que comenzar desde cero, y más intrincado cuando tienes que dejar a alguien aún amándola.

   No quería seguir hablando del pasado, así que cambiamos de tema...

     Hubo un minuto de silencio, mientras nos quedamos mirándonos profundamente. No quería parar de mirarla porque su mirada era seductora. Su mirada era erótica. Ella quería ser mi sumisa, pervertida, pero por fuera demostraba ser toda una dama, recta y siempre en el lugar que le  correspondía.

          —¡Mmm, que rico está el desayuno! —dijo— .Me has recibido como toda una realeza; una dama como yo se tiene que sentirse afortunada de tener a un hombre tan caballeroso como tú —halagó.

           —Mi señorita, se merece todo esto y mucho más —le dije, mientras brindamos con una copa de vino.

     Se paró de la silla y se sentó en mis piernas. Comenzó a besarme despacio sin parar. Bajó mis pantalones de pijamas lentamente y me hizo sexo oral. Nunca otra mujer me lo había hecho como ella. Su boca, su lengua, era producto de magia y magnetismo que encajaba perfectamente a mi. Sus gemidos eran suaves, pero a la misma vez eran intensos. Así poco a poco fue subiendo acariciándome. ¿Qué pasó después? Relaciones en la silla, cocina y en la bañera hasta que al final llegamos a la cama.

     He allí, comenzaba mi destino final, pero el comienzo de un juego peligroso...

Mi obsesión por Débora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora