La gente acostumbra a decir que es la primera impresión que te llevas de las personas, la que se queda y yo nunca he hecho caso a esos dichos, pero tal vez se deba, a que pese negarlo, el corazón siga ganando a mi cabeza.
Nos conocimos hace cinco años. Estaba metida de lleno en el caso de un psicópata que mataba a sus víctimas del mismo modo que lo hacía su escritor favorito en una de sus novelas de misterio.
Me acuerdo de ese primer día en comisaría, del tira y afloja constante durante toda la jornada, de lo mucho que consiguió intimidarme y de mis intentos de respuestas mordaces y sarcásticas para quedar por encima de él y lo cierto es que me dan ganas de tirarme de los pelos.
¿En verdad llegué a pensar en algún momento que tendríamos algo?, ¿qué pasaría el resto de mi vida a su lado? – niego leve ¡Pero cómo se te ocurre Beckett! - susurra la voz de mi conciencia, intento hacerla callar pero sigue hablando y atormentando más mi ya complicada situación -ahora mientras él se revuelca en las playas de California con su morena de piernas largas y cintura de avispa, tú te encuentras sentada aquí y sí, aunque no quieras reconocerlo te fastidia, porque puede que él tenga buena parte de la culpa, pero tú no te quedas atrás.
Me revuelvo en una de esas incómodas sillas que ponen en las salas de espera de los centros de salud y trago saliva rezando porque me toque cuanto antes para poder marcharme a casa. Juego nerviosa con los dedos de las manos y consulto la hora en la pantalla del iPhone cada dos por tres, hasta que una voz femenina me hace levantar del asiento indicándome que puedo pasar ya a consulta.
¿Ha venido sola? – me pregunta la médica al entrar, asiento y cierra la puerta tras de mí.
-Buenos días, tome asiento señora – me dice con una sonrisa el especialista que ya está esperándome y cuando lo hago procede a abrir el historial clínico - ¿así que es la primera exploración, verdad?, vuelvo a asentir sintiéndome en cierta manera fuera de lugar. ¿Estoy de verdad preparada para esto? Con Castle todo pintaba de otra manera, pero ahora soy yo la que tiene que sacar la situación adelante sin ningún tipo de ayuda.
Me someto a un examen general, en el que me toman la tensión, el peso y se me realiza una prueba vaginal que parece consistir en el análisis de unas células tomadas del cuello uterino para la prevención del cáncer de útero. Pasan después a una extracción de sangre y terminan la revisión con una primera ecografía en la que pese al entusiasmo que pone el especialista, yo no dejo de ver un mero puntito que todo parece indicar que será dentro de 9 meses mi futuro hijo o hija.
-Ya hemos acabado – me dice después más entusiasmado que lo entusiasmada que debería estar yo.
-Gracias a Dios – susurro bajo
-¿Le parece bien que volvamos a vernos dentro de cinco semanas?
Asiento – de acuerdo.
-Pues a las 11 am el 4 de Abril, Sra Beckett