♡dos♡

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dos

Mi primer mes en el lugar es complicado, aborrezco las charlas con la psicóloga del lugar y con paciencia aprendo a tolerar e incluso disfrutar de mi trabajo. Aprendo a encontrar algo que desear y amar en cada hombre, incluso si es algo mínimo. Una sonrisa, un olor, su forma de caminar. Siempre hay algo, tiene que haberlo por muy pequeño que sea, intento no ser quisquillosa. Vienen muchos hombres a mí, algunos viejos que me hacen el trabajo fácil, otros con aspecto adinerado que dejan sus anillos de compromiso en la entrada. Algunos guapos que me llaman por nombres que desconozco o que susurran lo puta que soy. Muchos hombres, pero ninguno como el que tengo en frente. Tiene los ojos verdes enmarcados por unas leves ojeras y una fina boca en forma de corazón, su pelo desordenado y recogido en un moño hace que se vea como una estatua del renacimiento. Desaliñado y hermoso, no puedo entender qué hace un hombre como él en un sitio como este, pero en lugar de preguntar, cierro la boca y me mantengo erguida.

Estoy en ropa interior, colocada en una linea de diferentes chicas, con la extraña mirada de la Señorita LeBlanc a mi frente, agarrándole el hombro al chico desaliñado, el cual está intentando elegir a qué chica alquilará esta noche. Pasan los minutos, hasta que el chico levanta su mano llena de anillos y me señala.

– La quiero a ella, LeBlanc.

– ¿Estás seguro, Harry? Puedo darte a alguien como Alexa, ella es muy pare-

– Calla.

Nunca había escuchado a nadie hablarle así a mi jefa, y cuando el tal Harry se acerca a mí a paso rápido solo puedo encogerme y esperar a que sea cuidadoso conmigo. Posa su mano llena de diferentes anillos en mis hombros y me pide con su voz ronca y grave que le lleve a mi habitación, en el camino me encuentro a Alexa hablando con una afroamericana y cuando se da cuenta de quién me lleva a mi cuarto me susurra un suerte cargado de tensión. Solo me hace falta observar eso y como las gatitas con las que nos vamos encontrando le miran para saber que no es su primera vez aquí, ni su segunda. Es un papi habitual.

Al entrar en la habitación cierra con cuidado la puerta y me observa, intento hacer algo, acercarme y besarle o cualquier cosa pero no puedo. Es imposible para mí moverme bajo su atenta mirada. Con cuidado se quita la chaqueta de su esmoquin y la deja sobre mi tocador, luego camina hacia mi y acaricia mi pelo. Su tacto es suave y cálido, y cuando me acerco a su boca para besarle se aparta.

– No, todavía no, gatita. —Me lleva de la mano hasta la cama y una vez ahí me coloca con delicadeza sobre ella— ¿Cómo te llamas, nena?

– Emma, ¿como le debo de llamar?

– Aquí llámame papi.

– Déjeme corregir mi pregunta, ¿cómo se llama?

Él sonríe, y mientras se suelta el pelo da vueltas por la habitación hasta que va de vuelta a la cama y se arrodilla para que su cabeza quede a la par de la mía.

– Te contestaré a esa pregunta cuando me hagas disfrutar, Emma.

Mi corazón comienza a latir con más fuerza y miro fijamente a los ojos de Harry, que con fiereza miran mis labios. Acerco mi boca a la suya y comenzamos a besarnos, con furia mete la lengua en mi cavidad y comienza a explorar mi boca, yo dirijo mis manos a su pelo y tiro de él, intentando que suba a la cama conmigo, pero no lo hace. Pasamos minutos mordiendo nuestros labios y besándonos pero en ningún momento se mete en la cama conmigo. Cuando nos separamos tiene los labios rojos e hinchados y el pelo aún más desordenado. Me siento eufórica y tengo la necesidad de sentir su piel desnuda contra la mía, así que cuando se levanta del suelo me levanto tras él y por la espalda le abrazo. Intento acercarme a su oído pero debido a su altura tengo que ponerme de puntillas. Acaricio con mi lengua su lóbulo y lo muerdo, entrelazo mis manos en su cuello y comienzo a hablar:

– Déjame hacerte disfrutar papi.

Harry se da la vuelta y con las pupilas dilatadas me coge por los muslos y hace que me suba encima suya, con nuestras anatomías chocando y mis manos jugando con el pelo sudoroso de su nuca. Sé que está excitado y sé que tiene ganas de mí. Sonrío. Comienzo a moverme sobre su miembro erecto lo que provoca que agarre mi culo con fuerza y ponga su boca en mi cuello, chupándolo y mordiéndolo con deseo. Cuando los roces de su pene contra mi húmedo tanga no son suficientes dejo que mi boca vuelva a su oído y susurro.

– Vamos a la cama papi, sabes que deseas esto tanto como yo —Muerdo su cuello— Por favor, Harry.

Su nombre se escapa de mis labios y sé que ha sido un gran error cuando sus manos dejan de tocar mi culo y me baja de encima suya, como si mi tacto quemara. Su rostro cambia completamente de la excitación al dolor y cuando me mira no me ve a mi, sino ve alguna otra cosa que le atormenta. Sus manos tiran con desesperación de su pelo y murmura millones de sinsentidos. Cuando vuelve a mirarme, esta vez rojo de la furia corre hacia mi y agarrándome del antebrazo con una fuerza descomunal comienza a gritarme.

– ¡Señor Styles! ¡Ese es mi nombre! ¡No vuelvas a llamarme Harry! —Su voz, hostil y desgarrada me hace bajar la cabeza.

Cuando suelta mi mano veo sus manos temblantes y antes de que pueda intentar relajarle, camina con rapidez a la puerta y sin siquiera coger su chaqueta se va, dando un portazo y dejándome intrigada por su extraño comportamiento. Pasan pocos minutos hasta que decido ir tras él y darle la chaqueta, pero cuando salgo en su búsqueda él ya se ha marchado, decido ponerme la chaqueta y buscar a Alexa para que me de alguna explicación. No la encuentro por ningún lugar de la casa, pero si encuentro muchas otras gatitas, que susurran con ojos acusatorios al verme con aquella chaqueta sobre mi cuerpo. Al poco tiempo, intimidada de sus miradas decido volver a la habitación y para mi sorpresa ahí se encuentra Alexa, con una bonita bata de encaje.

– Si la Señorita LeBlanc te ve así te matará.

– Es un habitual, ¿no? —Pregunto con curiosidad, cerrando la puerta suavemente— Ni contestes, sé que lo es.

– Corrección Emma, era un habitual, antes de que preguntes, es lo único que sé de Harry.

– Se puso como una furia cuando le llamé así.

– Oh cielo, ya irás aprendiendo. —Suspira— Harry y sus problemas de ira.

Sé que sabe más, mucho más, pero decido no preguntarle y en lugar de eso huelo el olor a hombre que desprende la gran chaqueta que tengo en mis brazos, intentando olvidar las manos de él contra mi culo.

nota de autora

Ni lo he corregido, así que no tengo ni idea de si tiene algún fallo. Perdón por eso.

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