♡tres♡

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♡tres♡

La chaqueta me sirve como pequeño recordatorio de que estuvo aquí, hace semanas, pero aquí. Entre estas paredes rosadas, una chaqueta de olor dulzón es lo único que me recuerda a él. Harry. Es casi escalofriante como una persona puede marcarte tanto con una sola mirada, un solo gesto, tocamiento. Pero es que Harry no había sido un hecho inconsecuente, sino que había desencadenado multitudes de cosas en la casa desde su primer paso por aquí. Y yo, de alguna forma, me encontraba en el eje de todo: los susurros de las gatitas, los pasos tambaleantes de LeBlanc, los ceños fruncidos de la amiga afroamericana de Alexa... sentía que todo me involucraba a mí. Pero a la vez no.

- ¿Qué vas a hacer en tu día libre?

- Absolutamente nada, Alexa —suspiro— Han sido unas semanas muy agobiantes.

- Literalmente no has estado con más de cinco clientes, yo llevo tres tríos y dos sesiones de BDSM bastante movidas... Necesito más ese día libre yo que tu, Emma.

- Con el ataque de ira de Harry merezco diez semanas libres, y lo sabes.

Alexa empieza a reírse de una forma tan contagiosa que termino riéndome a carcajadas hasta que las dos nos vemos calladas por el estruendo de un portazo. Rápidamente, como las cotillas que somos, nos levantamos y nos encaramamos a la puerta de mi habitación recién abierta, al igual que muchas otras gatitas. Expectantes susurramos miles de preguntas, hasta que nos damos cuenta de que el estruendo, los gritos ininteligibles y los pasos no vienen de nuestra planta, sino de la de arriba. Concretamente del despacho de LeBlanc y hasta yo, la nueva, sabía que eso no era una buena señal. Las demás gatitas se metieron rápidamente en sus respectivas habitaciones, mientras que Alexa y yo seguíamos expectantes a ver qué pasaba.

- Entra en tu habitación ya, Emma.

Miro confusa a Alexa, escuchando como los pasos se van acercando cada vez más. Están tan cerca que puedo diferenciarlos, un suave sonido de mocasines y un nervioso repiqueteo de tacones, que acompañan al silencio. No hay gritos, y eso me pone aún más nerviosa.

- Emma, por favor.

- Pero Alexa, n—

- Hazlo.

Sin dejarme rechistar me mete de un suave empujón en la habitación y cierra la puerta lentamente sin hacer ruido, como sabiendo que no la abriré. No pasa ni un minuto cuando escucho la voz de LeBlanc, nerviosa y fugaz, gritándole a un desconocido. Un desconocido que presiento que no es tan desconocido.

- No tienes derecho de pasearte por aquí e intentar comprar a una de mis gatitas.

- No me puto jodas LeBlanc, podría comprarte a ti si quisiera.

Oh, esa voz. Ronca, melodiosa, raspada. Perfecta. Perfecta como para abrirte las piernas y que tus necesidades se antepongan a las de él. La voz de LeBlanc no vuelve a escucharse, y el silencio es solo interrumpido por un susurro amenazante de Alexa, y el sonido de mi puerta abriéndose. Un nuevo sonido se une a la sintonía: los zapatos de Harry chocando suavemente contra el parquet y los pies descalzos de Alexa huyendo del lugar. Estoy pasmada frente a su presencia, en un pequeño conjunto de lencería y calcetines altos, que me hacen sentir muy pequeña al lado de su figura. Como una muñeca de porcelana al lado de un animal. Tiene el pelo desaliñado y un sencillo traje negro, pero no es su presencia ni su conjunto lo que me pone nerviosa, sino su mirada. Su mirada felina que no me quita de encima. O su mano, llena de anillos, señalándome. 

- Ponte en la cama.

Asiento y con las piernas temblando me dirijo al lugar. Él ríe por lo bajo, registrando la habitación como si fuera la primera vez que está aquí. Tengo ganas de decirle que no he cambiado nada, que he esperado su visita y contado los días que pasan, pero en lugar de eso me tumbo con suavidad en la cama y después de una breve meditación decido colocar mis brazos sobre mi cabeza y abrir un poco mis piernas. Harry no posa su mirada en mi, sino en la perfecta chaqueta de la cómoda que con pasos lentos (y desesperantes) coge. Él posa su mirada en mi mientras coloca el mueble frente a la cama. Se sienta con parsimonia, fijando su mirada en mi cuerpo y comiéndome en el proceso: primero mis pechos, los cuales al mirarlos pasa su lengua por su boca con deseo, luego mi sexo, que no tarda en mojarse cuando veo como muerde su rosado y voluminoso labio.

- Quítate la ropa, gatita.

Trago saliva, nerviosa me quito el sujetador y lo tiro al suelo, cuando estoy a punto de hacer lo mismo con el tanga mojado Harry niega con la cabeza. Trago saliva.

- Al suelo no, ponlo en tu boca y traémelo, o sino pienso castigarte muy duro bebé.

Meto el tanga en mi boca, bajándome de la cama y caminando hasta él, pero vuelve a negar con la cabeza. Quiere que vaya a gatas, como un perro. Lo hago porque simplemente no podría llevarle la contraria ni aún queriendo si me mira así. Cuando llego extiende su palma y aún con la boca deposito el tanga lleno de saliva y lubricación en la palma de su mano. Con una sonrisa perversa me extiende la chaqueta y me obliga a ponérmela, mientras el huele el tanga y se lo pone al rededor de su mano. Luego, saca su polla erecta del pantalón y suspira. Sé lo que viene ahora por la lujuria de sus ojos y el centro de mi humedad se hincha, a la espera del placer. Las siguientes palabras las dice sonriendo, con su mano tocando levemente la punta de su polla.

- Tócate para mi, gatita.

Estoy tan ansiosa y excitada que no tengo que tocarme los pezones ni mojar mis dedos, simplemente con rapidez introduzco uno dentro de mi y lentamente lo arqueo sobre mi punto g. Harry mira mis piernas, totalmente abiertas y mojadas y entre suspiros empieza a tocar en suaves movimientos su intimidad.

- Estás muy mojadita, ¿te gusta tocarte para papi?

Gimo, mi mano derecha está ahora tocando mi clítoris en suaves círculos, mientras que mi mano izquierda introduce el segundo dedo en mi interior. Sin lentitud, rápido y duro, meto un tercero cuando sé que dos no calmarán mis ganas.

- Responde, Emma. Te he hecho una pregunta.

- Me encanta tocarme para papi.

Harry aumenta el ritmo de su mano, y con la otra se lleva el tanga a la boca, chupándolo y oliéndolo. La sola imagen hace que me moje aún más y con brutalidad y deseo muevo mis dedos aún más rápido, añadiendo también el movimiento de mis caderas. Pero no es suficiente. Claro que no. Lo necesito a él, sobre mi cuerpo, agarrado a los laterales de la cama y envistiendo contra mi como si quisiera partirme en dos. Con su pelo sudado y sus labios contra los míos, intentando que mis fuertes gemidos se vean callados.

- Por favor, métemela papi. Te necesito dentro mía.

Harry se acerca a mi, bombeándose con rapidez y susurrando incoherencias. Se coloca entre mis piernas, relamiéndose los labios y agarrando con más fuerza el tanga. No para de tocarse, rápido, desde la punta hasta abajo, la dirige con rapidez hacia mi interior y cuando pienso en el placer que me dará sonríe. Sonríe como un jodido demonio.

- No gatita, no voy a follarte aún.

Y de una fuerte embestida contra su mano (y mi tanga) se corre sobre mi barriga. Dejándome no solo a medias, sino con ganas de más. Muchísimo más. Él se queda en la misma posición unos minutos, intentando relajarse, hasta que entre suspiros aparta su sudoroso pelo de su frente y dirige sus manos al semen de mi estómago. Con el dedo indice lo coge y lo lleva a mi boca.

- Se buena gatita y traga.

Lo hago sin rechistar y a pesar de sentir como mi sexo me pide mil millones de cosas que no tienen que ver con tener las manos quietas, intento suspirar y relajarme. Lo consigo después de muchos minutos aunque no consigo articular palabras cuando veo como Harry se viste con rapidez y desde la puerta, antes de irse, me dice entre sonrisas:

- Soy tu papi oficial, es decir, el único que te puede tocar. Considera este castigo como la consecuencia de haberte acostado estas ultimas semanas con gente que no soy yo.


n/a

resucité.

house of daddy kink » h.sWhere stories live. Discover now