Prólogo

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El reino de la Luna es el guardián del reino de la Tierra, ambos reinos decidieron hacer un pacto, ambos se protegerían mutuamente, el acuerdo consistía en la paz mutua.

Sin embargo, los líderes de ambos reinos tenían estrictamente prohibido verse.

—¡Estoy harto de estar encerrado en este maldito lugar!—gritaba el joven príncipe de la Luna, cansado de estar siempre en un lugar tan pequeño, estaba ya tan cansado de eso, la Luna tenía su propia Luz, pero los colores siempre parecían tan tristes, y dentro del mirador de mármol blanco, podía quedarse horas mirando hacia la Tierra.
El color azul, verde, blanco, la Tierra siempre estaba tan brillante y tan alegre, ¿Por qué diablos él no podía ir ahí? Estaba cansado de eso.

El príncipe Rin, heredero del poder de la Luna, vivía amargado en el palacio, jamás había entendido porque él debía estar ahí, pudiendo también disfrutar de los colores de la Tierra, odiaba la maldita ley que lo mantenían preso en su propio hogar, tras la mira de todos, con la única actividad de mirar la Tierra en el mirador tras horas y horas de amargura.
La única forma en la que el Milenio Lunar tenía comunicación con el Reino Terrestre era a través de un viejo comunicador de voz.
Cuando era niño, recordaba haber hablado con el príncipe de la Tierra también, el cual siempre le contaba alegremente lo que harían cuando el visitará la Tierra, ilusión que cuando creció, se rompió.
Hacía años que el Rey de la Tierra había muerto y por tanto los juegos y llamadas largas con el príncipe se terminaron, pues ahora él se encargaba de los haceres de su viejo padre.

—Hey, Sousuke...
—Rin, ¿Es algo importante?
—¡Ni siquiera me haz dejado saludar, imbécil!—una venita traicionera se hinchó en su blanca sien.
—Estoy ocupado.
—Siempre lo estás; pero lamento informarte que es algo importante.
La línea de comunicación quedó en silencio unos segundos, el príncipe de la Tierra esperaba que Rin, el príncipe de la Luna, se diera a la tarea de proseguir su discurso.
—Ahora que eres rey—se armó de valor—Creo que puedes hacer lo que te venga en gana, ¿No? Entonces, cumple la promesa de aquella vez.
—¿La promesa?—el príncipe terrestre sonó confundido.
—La de llevarme a conocer la Tierra, por supuesto.
—No juegues—le cortó indiferente—Hay reglas estrictas entre nuestros reinos y lo sabes.

Rin suspiró, ¿Desde cuándo Sousuke se había vuelto tan maduro e insensible?

—Pues podríamos cambiar eso.
—Tu presencia aquí o mi presencia allá, podría alterar el orden de las cosas y todo se volvería un caos; tu lugar está en la Luna. El mío en la Tierra. Nada va a cambiar eso. ¿Eso era lo "importante" que ibas a decirme? No juegues con esto, empieza a tomar tu lugar como príncipe y hazte responsable; ya no tenemos 6 años.

Rin bufó y después cortó la comunicación. ¿Por qué aquella triste historia le sucedía a él? Quería ver todo lo que antes Sousuke le contaba, quería verlo con sus propios ojos y compararlo con la imagen en su mente.

—No me importa—susurró levantándose de su trono, y se acomodó su blanco traje—Iré a la Tierra sea como sea.

La Tierra exportaba agua todos los días para la gente de la Luna, así fue como Rin logró transportarse, a través de uno de los rayos de luz que irradiaba la Luna nocturna.

Bajó cuando nadie le miraba, en contra corriente del agua, era peligroso y nadie jamás había siquiera pensado en ir a la Tierra, pero Rin se había encargado de romper paradigmas.

Y cuando al fin llegó a la Tierra, bajó despacio de la línea de luz blanca, levantó el rostro y miró la Luna, su hogar, ahora desde la Tierra, sonrió orgulloso de su plan, ahora no le importaba nada más que reír y disfrutar de su nueva aventura.

—Ese chico, realmente no lo toma en serio—una voz que conocía apareció de pronto.

Corrió rápidamente detrás de un gran árbol y entonces, lo miró.

—Su majestad, el príncipe Rin, siempre ha tenido curiosidad por saber cómo es la Tierra, ¿Verdad, maestro?—preguntó un joven a su lado, uno de los caballeros que servían al príncipe de la Tierra.
—Sí, así es, Minami. Pero, las reglas son las reglas es algo que no puedo cambiar con solo desearlo...

El dueño de esa voz, Sousuke.
Su corazón empezó a latir con fuerza, realmente jamás se había puesto a meditar en cómo luciria Sousuke, pero ahora, que lo miraba tan de cerca, pensaba que la voz que tenía le quedaba bastante bien.
Conformarse con eso, sus mejillas se sentían tan cálidas, Sousuke le estaba provocando un cosquilleo en su estómago.

—¡Maestro!—corrió rápidamente otro de los jóvenes caballeros que servían al príncipe  y Sousuke se detuvo contemplándolo en su agitado respirar— ¿Qué ocurre, Ai?
—La Reina de la Luna, ha enviado un comunicado, se trata de su majestad, el príncipe Rin...
Casi le dió un paro cardíaco tras verse descubierto.
—¿Qué ocurre con Rin?—preguntó el joven con el ceño fruncido y con angustia en su voz.
—Su presencia desapareció del reino de la Luna y un par de sirvientes lo vieron cerca del rayo de luz  que transporta agua.

—Maldición—chasqueó Rin, debía huir y pronto, si iba a ser capturado y enviado a la Luna de nuevo y escuchar a su madre quejarse y llorar, al menos lo haría valer.

Esperó a que Sousuke y sus cuatro caballeros salieran a caballo en su búsqueda para irse al lado contrario.

Nadie lo devolvería a ningún lado antes de que al menos valiera la pena.

MoonlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora