Jueves:
Lo sé, tengo que dar explicaciones de por qué no escribí nada ayer... ahora que lo pienso, puedo borrar esto, escribir con la fecha de miércoles, y no habría diferencia... pero me da pereza.
Ahora ya tengo un rato, y puedo contar lo que ocurrió, pero tendré que ser breve, porque hay una chica rarísima y de ojos grises frente a mi. Si, grises. Eso sí que es extraño. La chica tiene cara de enfado, me da risa su boca y ceño fruncidos. En fin, debo hablarle antes de que se vaya.
En fin, se supone que nadie jamás se debe enterar de esto, pero cuando esté muerto y lo único que quede de mí sea esta sucia bitácora me gustaría que sea fiel a lo que fue mi vida. El martes me colé en la mansión de la familia más rica y tirana de todos los Hielios: los Aquamarine.
Después de cerrar mi bitácora el Lunes, haya en las montañas, pase mucho rato estudiando a la lejanía la mansión Aquamarine, aún era temprano, así que espere para ver a qué hora la entrada quedaba vacía, como suelo hacerlo. Hay un espacio en el que nadie entra ni sale, de 12:30 a 1:00, pues a las 12:00 llegan los del ministerio de minería y a la 1:30 lo que creo se llama autobús se estaciona en la entrada.
El martes tampoco fui a la escuela, obviamente, y ese fue mi error. Salí a las once de la casa de Montse, lugar donde me había escondido por su cercanía al río. Crucé el angosto puente que nos divide. Y me dirigí a la mansión.
No fue una tarea fácil, pues en esas tierras no hay árboles, y los caminos son muy transitados. La verdad no fue una experiencia agradable en ningún sentido. Todo olía horrible. No sé cómo alguien puede vivir en esas condiciones.
La chica le lanza repentinas miradas de odio a mi hermano, ¿que hizo el idiota? En fin, a lo que estaba.
Cuando llegue a la mansión lo menos que esperaba era que alguien saliera, pero en eso una señora salió, lucia joven y hermosa. Estaba demasiado delgada y pálida, parecía muerta, pero sonreía ligeramente y movía sus dedos arrugados con prisa, usaba un sencillo vestido azul, vaya que no esperaba verla. Me miró y no pareció sorprendida en lo absoluto.
-¿Eres un Fago, verdad?- me quedé congelado, sin habla -da igual, quédate, mi pequeña llegará en cualquier momento y no quiero que esté sola ¿de acuerdo?- me miró directamente a los ojos -¿Cual es tu nombre?
-Elías- conteste sin titubear y por alguna extraña razón
-Elías- repitió ella y me tomo de ambos hombros sin dejar de mirarme a los ojos, los suyos eran azules, y estaban arrugados -promete que no la dejaras sola nunca, enséñale a amar, pues yo nunca lo pude hacer ¿lo prometes?
-lo prometo- respondí sin dudar, aunque dentro de mi me pregunte si es que yo sabía amar. Entonces sonrío y me soltó, se subió a un auto negro y bajo la colina.
Permanecí bastante rato viendo el lugar por donde había desaparecido, pensando en el inesperado actuar de esa Hielia, otro error, pues llego el autobús, y tuve que salir corriendo por los jardines. Estoy seguro de que alguien me vio y empezó a perseguirme, solo sé que corrí sin detenerme hasta llegar al puente, entonces mire atrás y no vi a nadie. Al cruzar el puente mi padre estaba del otro lado
-¿No crees que dos días sin ir a la escuela resultan un tanto sospechosos? Te creí más listo, Elías.
Muy pronto volveré y haré lo que no fui capaz.
En fin, he estado ocupado, sigo ocupado, hace rato salte por la ventana, pero me encontré con Montse y lo qué pasó no fue nada bonito. Ahora que he vuelto al bar debo hablar con esa chica encapuchada.
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Elías
Teen FictionTu nombre es Elías Aragonite, naciste con el don de la humildad y la libertad. Al igual que el resto de los Fagos, tienes el honor y la responsabilidad de seguir los T.P.A. Esta bitácora narrará tu vida, anótala día a día. Y recuerda, que nunca esta...