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Mi cuerpo estaba enredado en las sabanas blancas, en una posición tan cómoda que me invitaba a quedarme en cama todo el día. Apenas si había podrido pegar ojo en toda la noche, me costó un mundo conciliar el sueño y cuando ya lo había logrado, ya era de día.

Era mi último día en el Palacio, eso me emocionada y me aterraba al mismo tiempo. La idea de dejar mi hogar, el único lugar que conocía como la palma de mi mano, para sumergirme y explorar un lado de la tierra completamente diferente y fuera de mi zona de confort, era bastante abrumador.

Recuerdo que de niña, yo estaba al cuidado de Vena, una Lurna morada; me enseñó todo lo que sé sobre las Lurnas y de los Dioses, tanto mayores como menores. Su actitud siempre era pulcra y respetuosa.

Desde que se convirtió en Aurora, ya no podíamos frecuentar mucho. Tenía tareas muy importantes y eso no le dejaba casi nada de tiempo libre. Pero cuando nos encontrábamos, tratábamos de ponernos al día, me platica incluso de los guapos muchachos con los que se cruza en el Olimpo; esos comentarios pícaros siempre terminaban arrancandome uno que otro sonrojo.

Debía comentarle que me iba. Tenía que saberlo por mi y no enterarse por otros cuando ya probablemente me hubiera ido. Podía imaginarme su reacción de tristeza y fingido desinterés con respecto al asunto, pero en el fondo sabía que estaría dolida e incluso molesta si no se lo contaba yo, la conocía lo suficiente como para decir que no le gustan los secretos.

Salí de la cama, me calce las pantuflas blancas y cogí mi bata de seda morada en dirección al baño. Me permití relajarme y tardar un poco más de lo habitual,  verti el shampoo de lavanda sobre mi mano y con suaves movimientos circulares, masaje las hebras del cabello rojo.

Al terminar me puse la bata y salí.

Quería irme con estilo, eso sin duda. Mi manera de vestirme no era ostentosa, más bien simple. Según las reglas, todas las Lurnas debían vestir de manera modesta, no podíamos mostrar más piel que de los brazos y de las rodillas para abajo. Además, por el clima fresco que el castillo mantenía, no era necesario estar descubierta.

Iba a usar uno de mis vestidos favoritos, los cuales sólo utilizaba para ocasiones muy ameritadas, ya sea para una visita al Olimpo ó una iniciación, de lo contrario trataba de verme lo más sencilla posible.

Un hermoso vestido gris, con detalles de finas líneas florales con brillantes en tono blanco, la delicadeza de la tela chifon, se cortaba en pliegues ondulados sobre la manga. Era ceñido a mi figura, marcando y acentuando el tono de mi piel. El escote estaba a dos centímetros del cuello, otorgándole así una elegancia muy discreta.

 El escote estaba a dos centímetros del cuello, otorgándole así una elegancia muy discreta

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El cabello lo recogí en una trenza. No lo dejé muy apretado, permitiéndole a algunos mechones escaparse de su lugar y caer a los costados de mi rostro. Una peineta de cristales boritos me dieron el toque final.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2019 ⏰

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Aurora [SIN EDITAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora