3. Cambios

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Limpio el espejo empañado por el vaho para ser recibido por un reflejo al que un le costaba acostumbrarse, no era que su rostro hubiera cambiado o que le molestara ver las heridas en sus labios o la amarillenta y pálida gargantilla alrededor de su cuello, solo eran heridas que se desvanecerían en un par de días más sin dejar rastro de que alguna vez estuvieron ahí, sus ojos eran el problema, con el transcurso de los días habían perdido su brillo hasta que finalmente su reflejo termino devolviéndole una mirada apagada y muerta, pero el cambio no se detuvo ahí, lo primero que perdió fueron sus iris, fue como si sus pupilas se hubieran dilatado hasta hacer que el color de sus ojos desapareciera, tal vez si las cosas hubieran terminado ahí, hubiera podido acostumbrarse más a aquel aspecto, pero aquella profunda oscuridad continúo expandiéndose hasta que finalmente sus ojos se volvieran completamente negros, dos abismos de una perpetua oscuridad que no soportaba ver por demasiado tiempo.

Aparto la vista de su reflejo, agitado y aferrándose al lavabo, no lo soportaba, no quería ver al abismo que tenía frente a sí, quizás sería bueno que quitara los espejos de la casa al menos hasta que lograra acostumbrarse a su nueva apariencia, al menos podía sentir un poco de consuelo en el hecho de que esta vez había durado más tiempo observando su reflejo, seguramente con el tiempo lograría acostumbrarse y dejaría de importarle la apariencia de sus ojos, aunque por ahora lo sentía imposible, con un suspiro agotado salió del baño y camino a su habitación, podía escuchar el sonido del televisor desde la planta baja haciendo que sonriera, le parecía tan extraño contar con la presencia de otra persona a su alrededor que aún le costaba creer que fuera algo real sin embargo el ruido resultaba una agradable confirmación de que lo era.

Entro colocando el seguro a la puerta, aunque sabía que Eduardo no entraría, una vez que bajaba trataría de evitar en la medida de lo posible volver a subir, quizás porque a pesar de los días que habían pasado y que su andar se había vuelto menos torpe, continuaba teniendo cierto recelo a las escaleras, le vio resbalar y caer por ellas más veces de lo que le gustaría, sin embargo, cada vez que intentaba ofrecer su ayuda terminaba siendo rechazado.

Comenzó a vestirse mientras pensaba en todo lo sucedido en los últimos días, era curioso que pese a encontrarse encerrado en su casa por poco más de una semana, no había tenido tiempo de pensar mucho en nada de lo que estaba sucediendo, literalmente había estado conviviendo con una criatura que solo debería existir en un cuento de hadas, que paso toda su vida esperando encontrar algún día incluso si su parte más racional siempre está ahí recordándole que algo así no podía ser existir, debió haber pasado todos esos días con miles de preguntas hacia su nuevo compañero que parecería incluso más apático de intercambiar alguna palabra que él.

Todo había sido realmente confuso en los últimos días, su estado emocional no había sido el ideal y en más de una ocasión estuvo a punto de hacer cosas de las cuales se encontraba terriblemente arrepentido y que bajo circunstancias normales ni siquiera habrían pasado por su cabeza, era aterrador pensar que, si Eduardo no hubiera detenido, él ni siquiera estaría ahí en aquellos momentos.

Solo podría describir aquellos días como los más oscuros que había experimentado en su vida, cuando se desmayó en el baño pensando que todo lo que había ocurrido no era más que un sueño, realmente creyó que era cierto al ver que se encontraba en su cama al despertar, pero aquel pensamiento fue rápidamente refutado al darse cuenta que se encontraba siendo vigilado por la sirena que ahora había asumido una apariencia completamente humana, lo único que delataba su verdadera naturaleza eran sus manos que continuaban manteniendo el mismo tono negro que hacía que pareciera que se encontraban cubiertas de tinta y sus garras, pero si alguien era lo suficientemente atento también sería capaz de notar los caninos dobles que eran el único delator de los colmillos que había perdido; con paso lento se asomó por la ventana de su habitación comprobando que la gata de Edd continuaba en el patio plácidamente dormida tomando el sol de la mañana, había sido realmente irresponsable de su parte haberla desentendido por dos días enteros, pero él ni siquiera estuvo consciente durante todo ese tiempo como para haber podido hacer algo por ella, para su fortuna y sorpresa descubrió que su nuevo compañero se había encargado de alimentar al felino todo ese tiempo.

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