Kizu o iyashimasu 傷を癒します ]

XI

—Al parecer les va bien sin mí—comenta—je~ mis amores

Sus cabellos se movían con una brisa inexistente, un traje blanco  y corbata dorada se lucia en su cuerpo, en su dedo anular su anillo resplandecía en brillo breve.

Frente a él, su hija hacía de todo para llamar la atención de el hijo de Naito, quién era ignorante a los coqueteos de ella.

Pero un escalofrío recorrió su cuerpo, ese escalofrío que no sentía desde hace ya mucho tiempo.
Se giró solo para ver a unos ojos eterocromaticos mirarle atentamente sin despegar su vista.

—Mukuro…

—Tsunayoshi, tiempo sin verte ¿eh?

Intentó bromear, pero su risa no salía de sus labios que temblaban, y miraba con un poco de anhelo al ser frente a él allí en la terraza.

—Te has puesto viejo, amore.

Sus cabellos en los que en su juventud fueron índigo ahora competían con un color blanquecino, sus ojos mostraban cansancio e incluso sus ojeras eran vistas a través de sus ilusiones.

—Te ves más viejo que Reborn.

Río sin ganas

—Estoy en paz Tsunayoshi-kun, Kufufufu.

Se recarga en el barandal dirigiendo su vista hacía la distante luna, suspirando, se acordó de sus hijos quienes sonreían en el baile del cumpleaños número veinte de la pequeña Rokudo.

—¿Sabes?…he dicho todo lo que tenía que decir, mi alma ha decidido seguir un rumbo a tu lado y eso está haciendo.

Dió un paso y su cuerpo cayó al suelo lentamente tirando el vino de su copa, pero por más extrano que pareciese era que el seguía de pie acercándose a su esposo.
De repente había rejuvenecido unos cuantos años, ya no sentía el cansancio de siempre e incluso una sonrisa sincera sin burla de esas escasas que solo daba a sus hijos emergió en su rostro.

—Ya es hora de ir contigo, Kufufufu, te dije que no te librarías mucho tiempo de mí

Lo tomó de la cintura y le arrancó un beso tremendo de esos que roban suspiros y...El aire, pero más que nada daba amor, todo el amor que guardo esos años de ausencia, todo este tiempo esperó a verle para besarlo así, como antes.

—Te amo—lo besó—Te amo tanto que no podía esperar más.

—¿Tu…–

—Si

Tsuna llevó sus manos a la cabeza con un poco de desesperación, pero solo soltó un suspiro.

—Kazui me dijo que sucedería algo que me alegraría toda mi existencia pero el pago era muy alto, y lo supuse, por eso–

—¡Te envenenaste!, ¡Joder Rokudo Mukuro!, ¡Que pensaran los niños! ¡Tú Maldito!

Río, como nunca, oh~ como extrañaba a ese lindo doncel que tiene su corazón en sus manos.

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—Kazui, has visto a mi padre, lo he buscado necesito tener su permiso para armar un contrato de alianza con la Famiglia Tomaso,  uno de Matrimonio.

—No.

—Mei si desu~, subió a la azotea, parecía que seguía a alguien, lo ví desde el balcón.

La castaña abrazó a su prometido antes de hablarlo a la pista y bailar.

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—Bueno Mukkun ya es hora, vamos, Mamma nos espera.