Austral. Capitulo 4

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Capitulo 4:

Fue difícil definir lo que paso por mi mente cuando descubrí la ropa que Anne pensaba utilizar para dormir en su primera noche, en su nuevo cuarto en la residencia estudiantil.

Aquella tarde, a las 20:00 horas, me había ofrecido entusiasta para ayudarle a acomodarse en su nueva habitación, habitación que estaba más que dispuesto a visitar continuamente a partir de aquel día.

Una buena parte de mi sentía expectación por tenerla tan cerca, al lado de mi habitación. Ella estaba a mi merced. No había nadie que nos pudiera impedir rodar en la cama para tener sexo si se nos apetecía.

Sabia que no seria difícil seducirla si me lo proponía. Tenía claro que no le era para nada indiferente como hombre, no por nada me beso con tanta sensualidad en cuanto tuvo la menor oportunidad. Ni ella se creía que no le resultaba atractivo, siendo según sus palabras demasiado atractivo para su gusto.

Mi mente fría y racional no quería entender que lo más adecuado era guardar cierta distancia con ella. Estar a solas en una habitación no era buena idea. La atracción entre nosotros a solas pareció intensificarse o mas bien, volvió a resurgir más fuerte que la primera vez.

Tenerme deambulando en su habitación, casi pegado a su costado buscándole charla pareció incomodarla, pero no al punto de echarme fuera, confiaba en mi o bien esperaba que me lanzara encima suyo para repetir el beso de la mañana, beso que a ninguno dejo satisfecho porque fue breve. Un primer beso siempre le da lugar a otro. Eso que dijo, de haber acabado con la fantasía era una tontería.

Luego de saber que su boca era tan dulce, me apetecía besarla mucho más.

Aquel primer beso provoco aguas tormentosas, aguas que se mantendrían agitadas hasta que nos saciáramos de pasión. Ni ella ni yo teníamos la intención de sucumbir a la tentación. Ella no me convenía, yo a ella mucho menos.

Le hice creer aquella tarde en su habitación que no era consciente de su incomodidad, y nerviosismo, pero no era para nada así, estaba mas bien atento a cada uno de sus gestos faciales y corporales.

Para calmar la tensión sexual que circulaba entre nosotros, fingí que estar a solas en su habitación no me afectaba para nada.

Lo que ella traía de equipaje era bastante escaso. Se trajo del sur tan solo una maleta de viaje. Dijo que se compraría ropa nueva en las tiendas departamentales que tanto deseaba conocer en la capital. El único Mall que conocía era el Paseo del Fuego Shopping Center en Ushuaia.

Los jeans azules y las blusas imperaban en su maleta. Lo mismo los zapatos cómodos.

Ella me comento que no usaba zapatos con tacones altos porque no era muy agradable mirar a los hombres desde arriba. Los hombres parecían sentirse intimidados cuando los usaba, y lo que le agradaba era que la gente se sintiera cómoda, a gusto en su presencia.

Según me dijo, le agradaba crear un ambiente cálido y de confianza con los demás. Era difícil para ella lograr que la gente descubriera su forma afable de ser, siendo tan intimidante físicamente. De ningún modo iba a usar zapatos con tacones. Los hombres huirían con más razón lejos de ella.

Era por el deseo de no intimidar a las personas que vestía de forma sencilla.

La necesidad de poder comunicarse y compartir con la gente le nació por crecer en un Hostal dónde aparecen cada invierno y verano diversas clases de personas extranjeras para turistear. Ella adoraba conocer gente. La hacia sentirse feliz que un turista se fuera de vuelta a su país, con agradables recuerdos del Hostal y de ella.

Charlamos largo tiempo sentados en la cama, cómodos, ajenos a todo, menos de la necesidad de hablar hasta conocernos bastante bien. Nos olvidamos del tiempo, nos olvidamos de asistir al comedor para cenar con los demás residentes, pero de pronto ella se levanto de la cama de dónde estaba sentada, y busco su ropa de dormir en sus recién estrenadas gavetas.

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