El conejo y el león

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Olió el aire a su alrededor, tratando de descifrar si percibía el aroma de sus pares. No, ningún olor similar al suyo. Alzó sus orejas de conejo para escuchar a algún híbrido con características similares...pero nuevamente nada.

Furihata pensó que ahora estaba en celo los híbridos con orejas de conejo intentarían cortejarle para llevarle a la cama o tal vez formar una familia formalmente, pero sería muy ingenuo pensar en esa última posibilidad. Siempre pasa con los híbridos que solo te buscan para pasar el rato y una vez consiguen lo que quieren se marchan muchas veces dejando crías en el otro hibrido.

No era algo demasiado inusual, sin embargo no todos aceptaban eso de quedarse como padres/madres solteros/as, pero el celo prácticamente era algo que hacía irresistible las ganas de tener sexo soltando el que esté en esa condición más feromonas con ciertos híbridos a veces de manera involuntaria.

A Furihata no le molestaba la idea de tener niños ni cuidarlos él solo, solo no quería mentiras ni engaños para tener sexo. Prefería que fueran sinceros con él.

Aunque en cierto modo era un alivio no encontrar a ningún conejo híbrido, el único que conocía era Kuroko y él ya tenía una familia con otra especie híbrida, algo que Furihata no lograba comprender bien ¿Por qué salir con alguien de una raza felina? Podrían comerte en cualquier instante, sobre todo los que eran felinos grandes. Era cierto que Kagami siendo un tigre nunca había dañado a Kuroko ni a él, pero seguía siendo extraño para el conejo de pelaje café.

Termino de hacer las compras para la comida de la semana en una tienda cercana a su casa del bosque, a un híbrido tortuga y olió el aire fresco de camino a casa una vez más, pero no. Ningún conejo cercano, ni remotamente cerca de donde estaba.

Tal vez sus feromonas no eran lo suficientemente fuertes, pero ¿Por qué pensaba eso? ¿Acaso quería aparearse? Posiblemente para quitarse el calor del cuerpo, nada más que eso. Pero no estaba bien de aquella manera...supuso.

Había un olor detrás de él que le hizo sentir de pronto aún más calor en el cuerpo, haciéndolo estremecer sin pensarlo de un extraño éxtasis con solo la cercanía.

Miro hacia atrás y vio a aquel híbrido pelirrojo; con una aura potente así como sus ojos, que se notaban que eran de híbrido felino, tuvo miedo en primera instancia, pero pronto recordó haberlo visto antes: Aquel chico le había salvado una vez que cayó a un barranco y que el vendo en compensación al verlo con una pierna lastimada. También lo tuvo un par de días en su casa hasta que sanó. Akashi-san era un buen chico a pesar de ser raza felina, en concreto un león.

—Furihata-kun ¿Cómo has estado?—Habló con su característico tono de voz algo autoritario y sensual pero amigable

—Akashi-san—Tragó saliva, sin querer el aroma de Akashi provocó que salieran más feromonas de manera incontrolable. No era bueno incluso si eran razas diferentes— Estoy bien, extrañaba verle por aquí.

—Lo lamento, eh estado algo ocupado, pero tenía muchas ganas de verte Furihata-kun. —El león acomodo un poco la melena pelirroja hacia atrás, sonriendo de manera afectuosa al conejo, quien sonrió a su vez con más confianza ante el león al ver que al parecer sus hormonas no lo enloquecían.

— ¿Quieres cenar en mi casa? Sé que los híbridos leones necesitan comer más carne así que guarde un poco en caso de que me visitaras.

Fueron juntos por aquel camino bastante frondoso después de que Akashi asintiera a la propuesta del conejo. A pesar de todo a algunos mitad animal a les gustaba vivir separados por cosas de territorio. Llegaron a la casa y empezaron a acordarse como se habían conocido mientras comían.

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Era una tarde tranquila en el pueblo con sus amigos híbridos conejos Kawahara y Fukuda mirando algunas cosas interesantes y se quedaron mirando sorprendidos por la cantidad de comida que consumía un chico enorme, más que los que supusieron que eran amigos híbridos felinos.

Furi en especial se quedó mirando a un chico con cabello pelirrojo y ojos intimidantes con curiosidad moviendo su colita de conejo. El chico quien pronto se dio cuenta que era mirado, lo miro de vuelta y se levantó de la mesa como dirigiéndose al trío de mirones que se dispuso a correr asustados cuando se dieron cuenta.

Los tres conejos se dispersaron y cuando el conejo de cabello castaño creyó estar a salvo ya estando en el bosque, lo vio aparecer y se puso a correr sin ver.

— ¡Espera! ¡No corras así! ¡Este lugar es peligroso! —Le advirtió el pelirrojo que corría mucho más rápido que él.

El conejo se detuvo pero ya era tarde, resbaló y rápidamente el león se lanzó y abrazó a Furihata protegiéndolo de lastimarse más al caer, sin embargo este no contó con una rama que estaba en el barranco que se le clavó en una pierna lastimándolo y haciéndole sangrar.

—Usted me a salvado, gracias—Instintivamente estaba algo nervioso y temblaba ligero al ser un conejo, pero estaba muy agradecido con aquel joven , aunque fuera un león y podría comérselo de igual forma , perdió el miedo. —Lamento mucho esto...—Se separó del abrazo del pelirrojo que le había protegido y le quitó la rama con cuidado de la pierna al de orejas de león quien gruño instintivamente moviendo su cola al sentir el dolor, pero lo dejó hacer.

— ¿Por qué huyeron?

—Somos conejos, no somos muy valientes y ustedes al ser felinos pensamos que nos iban a comer...—Admitió con timidez.

—Pero si ya estábamos comiendo, no somos tan ambiciosos. Es más, pensaba que tenían hambre por eso nos veían, pensaba invitarles a comer.


Furihata instintivamente sonrió al escucharlo, ese felino era muy amable a pesar de su presencia tan intimidante.

—No, estábamos bien, solo su amigo el grande y moreno nos llamó la atención...comía mucho. —Se rasco la mejilla un poco avergonzado al admitirlo. —Lo siento. Tú herida es nuestra culpa. O mejor dicho es mi culpa al ser tan imprudente.

—No te preocupes, por cierto soy Akashi Seijūrō ¿Cuál es tu nombre?

—Furihata Kōki—Se quedó mirando la herida, era profunda y no podía no hacer algo pues sangraba mucho. Saco del bolso que llevaba consigo un pañuelo y se lo coloco a modo de venda.

—Tu pañuelo se ensuciara con sangre.

—No importa. Recárguese en mí, lo llevaré a mi casa, si mi olfato no me engaña estamos cerca.

Aquellos sentimientos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora