Prólogo.

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Toda mi vida he vivido creyendo que no soy para nada especial. En cierto modo, realmente no lo era. Ahora, esto ha cambiado.

Tengo leucemia.

Me siento especial pero no de la manera en la que eres mejor que los demás. Es más bien especial-diferente. Me siento especial por ser diferente.

Sé que voy a morir en poco tiempo y que tengo que disfrutar cada día como si fuera el último pero… no lo veo así.

Digo, ¿Para que si sabes que morirás, vivirás lo que te queda de tiempo depende a eso? No tiene sentido.

Me pidieron que viva el tiempo que me queda lo más normal posible, y si vivo todo el tiempo tratando de esforzarme porque cada acción que haga sea normal, le quitaría todo lo normal al asunto. Sin importar cuánto me esfuerce. Así que he decidido esto. Dejare de pensar.

Desde que me dijeron que tenía leucemia he medido cada acción que iba a hacer. No por mí, sino por mi madre. Digo, de por sí ya soy una carga para ella y no hacer nada por cuidarme sería una carga más, una preocupación más, un día más que la vea y ella parezca como si no hubiera dormido en años.

No quiero eso. Por lo que he decidido dejar de pensar.

De ahora en adelante no pensaré en mis acciones, simplemente las haré.

Por primera vez desde que me enteré de mi enfermedad, pensaré en mí.

Por alguna razón pienso que me lo merezco así que cómo lo creo, lo haré. No más poner a alguien que me importa antes que yo.

Es mi tiempo. Mi momento. Y nada ni nadie se interpondrán en mi año.

Nadie…

Que buen chiste. Pronto entenderás el por qué.

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