Capítulo 22. [Par de enamorados].

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Y en ese momento, me sentí tan capaz de hacerlo todo. Me sentí tan capaz de ir a casa de Niall, y de hacer lo inimaginable. Me sentí tan... irradiaba dolor. Habíamos llorado tanto los dos, que permanecimos dormidos allí, abrazados el uno al otro.

Desperté a la mañana siguiente aún con las piernas aferradas a su torso, y él aún me abrazaba tan fuerte como la noche pasada. Abrí los ojos suavemente, y me di cuenta de que aún permanecíamos sobre el suelo. Había algo a nuestro lado: una pizza.

Sonreí un poco.

Moví el hombro de Niall un poco, y sus ojitos se abrieron, y brillaron junto a los míos.

-Buenos días, cariño.

-Buenos días, princesa... -murmuró como primer cosa de la mañana-. ¿Me odias aún?

Yo le observé, y negué con una pequeña sonrisa.

-No, yo no te odio. Al contrario.

-Pero sigo siendo un idiota.

-Tampoco.

Rió.

-¿Me defenderás toda la vida?

-Te dije que cuidaría de ti, y que te curaría.

Sonrió, y observó mis labios por un par de segundos. Amaba, y odiaba que hiciese eso. Me encantaba. Mordí mi labio sin querer, y él hizo gesto de sorpresa.

-¡Eres tan mala persona! -rió.

-¿Por qué lo soy?

-Muerdes tu labio frente a mí.

-Sí, ¿y?

-¿Y? Los envidio -sonrió.

La puerta se abrió de pronto, y ambos nos pusimos de pie muy rápidamente. Era el tío de Niall. Avergonzados, Niall sonrió falsamente, y yo tosí.

-Hola, chicos -dijo, ocultando una carcajada.

-Tío, pudiste haber tocado la puerta -rió.

-Está bien, estaban igual desde la noche de ayer. Oh, y su pizza está allí. Tomé un pedazo -rió, antes de salir de allí, y cerrar la puerta detrás de él.

Niall se aproximó hacia la caja de pizza, le abrió, y pudimos divisar cómo era restante de un trozo.

-Me las pagará... -murmuró.

Yo reí.

-Niall, ven a casa -solté de pronto, y sin pensar mis palabras.

-¿A tu madre le agradé? -preguntó curioso, y con una enorme sonrisa, recordando su visita de la tarde de ayer. Yo le asentí muy eufóricamente.

-¿Agradarle? Se enamoró de ti... -bromeé, mientras él caminaba hacia mí, y yo caminaba en mi reversa. Topé sobre la cama, y terminé recostándome sobre ella. Él se recostó sobre mí, y estuvo a tan sólo dos centímetros de mi cuerpo.

-¿De verdad? ¿Y alguien más también lo hizo?

-Hace mucho que sí... -le dije.

-Conozco a alguien que también se enamoró... -murmuró.

-¿De verdad? -le sonreí.

-Sí.

-Dímelo.

Él me observó por un par de segundos, y después, me musitó:

-Estoy enamorado de ti.

Yo le sonreí.

-Y yo estoy enamorada de ti.

Me aferré a su espalda, y él me besó. Me besó diciendo que todo estaría mejor para los dos. Me besó como diciendo que él era mi felicidad, y yo lo sabía. Él era mi completa, y única felicidad.

Un gesto de dolor se plasmó sobre su rostro.

-¿Qué sucede, cariño?

-Nada, no sucede nada.

Después de pensarlo por un par de minutos, le observé a los ojos, y le dije:

-Quítate la camiseta.

Él me observó entre risas, y finalmente, supo por qué se lo pedí. Se quitó la camiseta por encima de los hombros, y la arrojó lejos. Finalmente, se giró, y me permitió observar.

Había tanto daño. Tantos golpes, y moretones. Tanto dolor en ella. Los músculos de su espalda, que me causaron un enorme golpe al estómago, y una vuelta completa de éstas, me robaron un suspiro.

-Estás muy lastimado -le dije-. Hay que ir al médico.

-¿El médico? estoy bien -sonrió-. Dijiste que tú me curarías.

-Vayamos a casa, entonces.

-¿A casa? Tu madre va a preocuparse -me dijo.

-Deja de hablar, y vayamos a casa.

Él asintió. Se puso de pie, y caminó en busca de su camiseta. Se la colocó una vez más, y finalmente, ambos salimos de allí. El tío de Niall le tomó colocándose la camiseta por encima de los hombros, y nos sonrió suavemente.

-¿A dónde van, chicos?

-A casa -le respondí.

-¡Chicos, se toman las cosas muy deprisa! -exclamó hacia nosotros, mientras ambos nos carcajeábamos.

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