CAPITULO 2 ¨Fuego al corazón, deseo al alma¨

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Por alguna razón del destino la cita que sería al día siguiente se prolongo por más de una semana, las cosas a veces no salen como uno las planea, mucho menos cuando se ansia hasta morir ver a la otra persona.

Cuando los besos comienzan a extrañarse en los labios, cuando el cuerpo comienza a sentir frio en la ausencia de caricias, cuando se necesita a la otra persona tanto como el aire que se respira día a día.

Como no pensar en el, si era todo lo que necesitaba en su vida.

Como no pensar en ella, si es lo que había anhelado en cada sueño.

Extrañaban desde el simple roce con las manos hasta la mirada profunda con la que posaba sus ojos en ella al decirle ¨Te amo...¨.

El no dejaba de pensar en lo perfecto que sus manos encajaban en la curva de su cintura, en cómo sus labios y los de ella podían perderse en la eternidad, traía su perfume impregnado en el cuerpo, traía ese aroma a frutas y flores dulces en cada poro de su piel, lo embriagaba en cada respiro.

Su más reciente adicción, la única, la que quería para toda la vida, y del que podía declararse culpable de cometer cualquier locura, podía hacer cualquier cosa que fuera por ella y caer rendido a sus pies con tan solo regalarle una mirada, podía ser su esclavo con tan solo un beso.

Conoció el amor desde que se vio reflejado en sus ojos, no concibió la vida sin ella y su sonrisa, se perdió en su figura desde que la acompaño a casa una tarde de verano y no la olvido ni un segundo de su vida, la necesito a cada paso que daba, anhelo una oportunidad más durante cada año que no estuvo con ella.

Le pidió a dios, a cualquiera de ellos, a cualquiera que escuchara su plegarias cada noche, que la trajera de nuevo a su vida.

Pero sus plegarias habían cambiado de tono desde hacía ya unos días.

Todo había comenzado hacia ya varias lunas, tuvieron que pasar tantas ocasos y tantos amaneceres para que un simple ¨Hola, ¿Te acuerdas de mí?¨, hiciera que todo comenzara de nuevo.

Y ahora cuando por fin estaban en la misma ciudad, cuando por fin sus pasos se habían cruzado, cuando había encontrado por fin a donde llegaba el hilo rojo de su vida, el destino les hacia una broma de mal gusto.

Pero como no amar a quien por años había sido su ilusión, como estar lejos de a quien le pertenecía la otra mitad de su corazón, como dejarla ir si traía consigo su alma entera.

Cada pensamiento al despertar era suyo, y la última sonrisa al dormir le pertenecía a ella.

Quería que de alguna manera sus frases fueran brazos que la acercarán a ella, que las palabras fueran sus manos acariciándola, y las letras sus dedos que rozaban su piel.

Se veían en sueños, en cada nube de color azul y rosa, en cada suspiro estaba su nombre, como letanía que sabían de memoria desde hacia tiempo, aclamando su presencia como un brujo oscuro llama a sus demonios en la oscuridad de la noche, como un grillo canta al cielo pidiendo la lluvia en la penumbra, así era el deseo que sentían, quemando su piel cada noche, en cada llamada.

Aun así, sin importar la distancia que los dividía a cientos de kilómetros el uno del otro, los mensajes continuaron, las llamadas hasta altas horas de la noche se hicieron más frecuentes.

Una en especial que recordaran toda la vida, cada vez que sintieran la necesidad de explorar el abismo del mismo averno para quemarse y consumirse en el, en cada sueño húmedo.

Se sentían en una sábana de éxtasis que los hacia decirse frases eróticas.

Juegos de palabras que comenzaban a sofocar el ambiente, frases que la hacían suspirar y cerrar los ojos buscándolo en su memoria, pasando una de sus manos suavemente por su cuerpo intentaba recordar cómo se sentían las suyas al contacto con su piel.

Poco a poco los gemidos de él inundaban la habitación, en cada uno no existía ningún otro nombre que no fuera el de ella, necesitándola, deseándola en cada suspiro que escuchaba al otro lado de la línea.

Imaginando que era él quien le hacía vibrar en cada caricia que ella bajaba rumbo al sur, imaginando que era ella quien sostenía la bandera para proclamar esas tierras como suyas por la eternidad.

Como poder sentir tanto a pesar de estar lejos, como una simple palabra o gemido lo hacían disfrutar como nunca antes se había sentido, nadie lo había llenado como ella en su vida, nadie complementaba a la perfección cada una de sus fantasías como lo hacia ella con el simple sonido de su voz.

Ella podía seguirlo al final del mundo de solo escucharlo, lo cadencioso y sensual de su voz le hacían sentir los más bajos y oscuros deseos, podía seguirlo hasta lo profundo de su infierno de tan solo imaginar sus manos en la piel y sus besos humedeciendo todo el camino hasta Venus.

Cada jadeo rompía el silencio de la noche, la quietud de las mismas estrellas en el cielo que eran testigos con la luna de una intensa unión entre dos almas que ansiaban que el tiempo pasara en un parpadeo y pudieran estar cerca una vez más.

Entre un ¨Te deseo...¨ ahogado o entrecortado, se proclamaban amor.

Cada vez más rápido, cada segundo una caricia perdida explorando mas allá de lo debido y que se perdía en los profundos lagos de un bosque encantado.

Podían perderse en el dulce éxtasis que le provocaba cada deseo salido de sus labios, el solo anhelaba poder cruzar de alguna manera cualquier ley de la física humana, de la gravedad, de las matemáticas, de la naturaleza o de otro mundo que le permitiera estar ahí, que le permitiera explorar aquel cuerpo que lo aclamaba, que lo necesitaba a gritos del otro lado.

Entre el vaivén de sus manos siguiendo un ritmo a los compas de uno, dos y tres suspiros.

Una chispa de electricidad comenzaba a recorrer el cuerpo de pies a cabeza, mandando la alerta a todo el cuerpo de la intensidad con la que sería aquella sensación, de la magnitud que alcanzaría aquel orgasmo en su cuerpo.

Entre un ¨Te amo...¨ como susurro perdido en el aire, se dedicaban una dulce melodía.

Culminando la escena como el mar rompiendo con furia sus grandes olas a la orilla de una playa desierta.

Hablaron por unos minutos más, relajando la respiración entre una risa nerviosa y frases de amor.

La amaba tanto y más allá de las estrellas que podía ver a través de su ventana en el piso 25 de un hotel a miles de minutos de distancia, a millones de segundos lejos de ella.

Ella no podía imaginarse a lado de alguien más, su mundo entero orbitaba alrededor de él.

Pero como siempre el tiempo maldito que no era su aliado daba seña de que todo llegaba a su fin, y no les quedo más que sellar de nuevo el pacto con un ¨Me haces falta¨ antes de finalizar la llamada.

LUNAS DE OCTUBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora