CAPITULO 3 ¨Morir en el infierno, renacer en el paraíso¨

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Después de días de espera e interminables, de angustia que asfixiaba las habitaciones donde estaban, de días nublados y atardeceres solitarios, por fin había llegado el día.

Quedaron de verse en cuando él saliera del trabajo, como siempre ese día ella se arreglo de la manera más cautivadora que pudo, una blusa negra con diminutas flores cubría su cuerpo, los zapatos de tiras que a él tanto le gustaban adornaban sus pies, un poco de color a las pestañas un poco de rubor a sus mejillas y sus lentes terminaban de armar su look para esa noche.

Camino a paso lento esperando que el tiempo fuera el acordado, pasando por entre la gente pero sin que nadie existiera al rededor, nerviosa como la primera vez, pero ansiosa de verlo.

Espero en la esquina de la cuadra, le llamo para hacerle saber que estaba ahí.

5 minutos.

Solo eso la separaban del frio que su cuerpo sentía, solo cinco minutos que le darían el néctar que sus labios necesitaban.

Lo buscaba con la mirada hasta que por fin lo vio, con esa sonrisa que la desmoronaba a sus pies, con esos ojos que eran su delirio.

El cabello alborotado, el saco azul marino dándole ese toque sexy que le encantaba.

El corrió hasta ella impaciente por tenerla en sus brazos, y no dudo de rodearla de inmediato y buscar sus besos.

Esos que tanto había deseado solitario en las noches.

Volvió a sonreírle nervioso y caminaron tomados de la mano hasta donde era ahora su destino.

Llegaron no sabían cómo ni en qué momento, pero en el siguiente segundo que parpadearon, sus cuerpos solo se contemplaban el uno al otro en la cama de una habitación que sería testigo de la entrega de amor que estaban por hacerse.

Platicaron un momento, se dieron besos tiernos y dulces, prologándolos lo más que podían resistir sin devorarse los labios.

Ella tenía algo mágico que era incapaz de describir o expresar, algo escondía su alma, algo detrás de su sonrisa lo tenían cautivado, algo en sus ojos lo tenían embrujado, algo dentro de ella, una magia especial que no tenia comparación con nadie mas que se hubiera cruzado en su camino.

Era una diosa para él, un ser especial al que tenia la fortuna de conocer entre sus manos.

Ella se distrajo por un momento y le pregunto lo que significaba esa pulsera de hilo rojo que traía en la muñeca izquierda, siempre la traía, lo había visto en fotos con ella, el solo sonrió y le explicó que era algo así como un amuleto de la suerte que lo protegía, después de decir esto no dudó en quitársela y colocarla en su muñeca, diciéndole que quería que lo tuviera, que con eso la cuidaría, ella no podía creerlo, era de los detalles más dulces que alguien había hecho por más simple que para unos pareciera, le dio un dulce beso en los labios y se quitó la pulsera de hilo café que traía en su muñeca, y la coloco en donde antes había estado la roja.

Ese acto era uno más de entrega espiritual entre ellos, era una sensación indescriptible el portar cada uno algo que perteneciera a él o a ella, era como sentirlo en todo momento en su piel.

Sellaron el pacto de nuevo con un beso

Pero eso no bastaba ya, acariciar su piel por debajo de su blusa le causaba mayor ansiedad, quería explorarla, desde el cabello más pequeño de su cabeza y deslizarse poco a poco con besos húmedos hasta llegar a sus enormes senos que adornaban el vaivén de su pecho, quería bajar hasta su obligo y continuar el camino a los lagos de aquellos labios de Venus.

LUNAS DE OCTUBREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora