Capítulo 4

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El nerviosismo y el terror no sólo se encarnaban en aquel lejano hotel, sino que sentimientos similares se vivían en la casa de Joaquín y Raquel. Allí se encontraban investigando siete policías. En el hall, Francisco Molinedo, un policía corpulento, interrogaba al portero, un hombre ajetreado por los años, más aún por los acontecimientos que le presenciar en aquel departamento en donde se había cometido un cruento asesinato. El portero hablaba totalmente conmovido:

-... ¿entiende don? Yo escuché gritos y cosas que se rompían, no quise meterme porque respeto la intimidad de las parejas, vio. Cuando sentí que las cosas se habían calmado salí a barrer la acera, fue ahí cuando vi que la señora de Chelox salía desesperada hacía el auto... no, primero se detuvo en la puerta a tomar unas pastillas y después se dirigió al auto (le puedo decir todo esto porque en ese momento me hallaba escondido detrás de un árbol en la noche). Cuando subió al auto arrancó sin titubeos y arrojó al aire la carpeta que le entregué.- El portero hizo una pausa y tomó aire para contar la parte que le era más dolorosa, cambiando su voz a un tono ronco – Esperé una hora e invadido por la intriga, me dirigí a tocarle la puerta al señor Chelox. Nadie respondió, lo que me resultó raro porque al señor no lo había visto salir... Entonces, acosado por la más grande de las intrigas, moví el picaporte y me encontré con que la puerta estaba abierta... sé que es irrupción en propiedad privada, pero mi atrevimiento me hizo entrar. Estaba sintiendo mucho miedo por los hechos que acontecían. – Su voz terminó quebrantándose y sólo se escuchó un suave murmullo – En ese momento, cuando entré a esa maldita habitación, que parecía el mismo infierno, vi el cuerpo del señor Chelox tapado por una sábana llena de sangre. Qué horrible resultó presenciar todo eso señor, un hombre tan joven muerto de aquella forma tan sanguinaria. Cuando intenté levantarle la cabeza noté que su cuello... que su cuello se encontraba totalmente roto... - rompió a llorar.

- Me imagino el mal momento que pasó - lo interrumpió Francisco.- Puede irse y descansar, se lo merece. Le avisaré si lo llegamos a necesitar para atestiguar en el caso.

El portero asintió débilmente y se fue cabizbajo hacía la puerta del pasillo. Molinedo se quedó mirando cómo se iba el pobre hombre. Rápidamente se dirigió hacia él una mujer rubia. Se puso los lentes sobre la nariz e hizo un ademán con la mano para que la dama hablase:

- Señor Molinedo, ha llegado el cuerpo de Joaquín Chelox a la morgue- le informó.

- ¿Alguna noticia de su esposa?

- Por el momento ninguna, señor. Se ha informado a la comunidad toda, a través de los medios nacionales, que se reporte a la policía si llega a ser visto un auto Renault rojo con la patente IKV 235.

- Gracias al cielo no hay nada que investigar, solamente hay que buscar a la asesina.

Al terminar esas palabras, entró solo en el cuarto donde se había cometido el crimen. Se sentó pensativo en el borde de la cama (en el lugar donde hacía varias horas se había sentado Raquel extenuada por la lucha). Tomó del piso la carpeta que le había sido entregada por el portero y empezó a pasar las hojas sin leerlas. Después de ese momento de ensimismamiento, perdido en las letras que decían el nombre de la asesina, levantó la vista y observó todos los destrozos que había sufrido la habitación, a causa de esa riña fatal. Había rastros de sangre por todos los lugares, no podía entender cómo sucedían estos crímenes tan oscuros entre gente que supuestamente se había casado porque se amaba. ¿Cómo el ser humano podía llegar a ser un animal tan traicionero y sanguinario? No encontraba respuesta a tal pregunta o no quería, prefería cerrar los ojos y tratar aquel caso con la mayor frialdad posible puesto que si no lo afectaría y no era lo que debía pasarle, ya estaba viejo para esas cosas. Cuando dirigió la vista resignado hacia la puerta vio que Jorge, su mejor amigo de la seccional, entraba tranquilamente.

- Y ¿qué te parece, Francisco? Según la primera internación, la mujer era una trastornada por las telenovelas y los policiales, lo que alteró su realidad, una Bobary moderna y peligrosa. Inventó una historia de engaños con la secretaria del marido, que no tenía, y luego intentó matar al esposo. Fue encerrada en un neuropsiquíatrico por cinco años, se curó y salió medicada. Un año después llevó a cabo nuevamente su intento, pero para mala suerte del hombre... cumplió con éxito su cometido. – dijo Jorge mientras se desplomaba exageradamente al lado de su amigo.

- ¿Qué me va a parecer? Una locura. Lo único que habrá que investigar después de encontrar a la señora Raquel es cómo fue que quedó libre de ese neuropsiquíatrico y por qué no se le controlaba la medicación. Debajo de la almohada se han encontrado unas veinte pastillas con saliva, que seguramente habría simulado tomar antes de acostarse.

- Pobre pibe, che. Le perdonó la vida a la minita luego del primer intento, pensando que podía ser reformada y esa ingenuidad terminó con él, encima...

Jorge fue interrumpido por un joven policía que irrumpió estrepitosamente en el cuarto, totalmente cansado y jadeante que les informó:

- ... Señor, un hombre vio... el auto de nuestra prófuga yéndose por una ruta en construcción y todavía intransitable... queda a seis horas de aquí... pasados cuatro kilómetros la ruta no está finalizada. Con el cálculo de que hace seis horas ha partido del edificio, se debe de encontrar en una zona desértica, en puro campo.

Los dos policías al escuchar esta gran noticia saltaron al unísono de la cama y salieron corriendo hacia la puerta. En el umbral, Molinedo agarró del hombro al joven y le dijo:

- Benitez, por favor, quédese usted con los suboficiales, peritos y forenses custodiando este lugar de la prensa, intente que no se enteren de esta información hasta nuevo aviso.- mirando a todos los hombres que se hallaban en el pasillo- Fíjense si encuentran alguna pista nueva, aunque la asesina no se esforzó por borrar nada, todo lo que está aquí la culpa directamente. - Nuevamente se dirigió a Benitez- Nosotros vamos por un compañero más. Mande un helicóptero a rastrear la zona, adiós.

Francisco y Jorge bajaron velozmente las escaleras, salieron a la calle como si estuviesen huyendo de un incendio y subieron a la patrulla para emprender el viaje hacia el camino de la locura.

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