Capítulo 12

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-¿Y cómo llevas las clases? – le preguntó Elsa mientras llevaba una porción de su helado de chocolate, que llevaba en una tarrina, a la boca. Disfrutaban del postre, pues antes habían ido a comer, no habían sido conscientes de la hora hasta que sus estómagos gruñeron exigiendo alimento.

Anna frunció el ceño, no quería volver a acordarse del agobio que estaba teniendo últimamente.

-Bueno, no sabría yo decirte…

-Anna… - el tono de Elsa era una mezcla entre el regaño y la preocupación, Anna sabía que la rubia se tomaba muy en serio el tema estudios.

-No es que no me esté esforzando, en serio, ¡pero nos están mandando demasiados trabajos de investigación! Y yo ya no sé de dónde más sacar mis fuentes – la pelirroja comenzaba a exaltarse con el tema –. Sin ir más lejos, mañana mismo tengo que entregar…

El rostro moteado de Anna empezó a perder color, haciendo que sus pecas contrastasen más contra la reciente palidez.

-¿Anna? – dijo Elsa, preocupada por el repentino estado de su… ¿novia? Sinceramente no lo tenía muy claro, todavía ninguna se lo había pedido a la otra –. ¿Te encuentras bien?

El toque de la mano de Elsa le hizo volver a la realidad y darse cuenta de que la bola de helado que tenía a medias sobre un cucurucho de galleta se había desparramado sobre la mesa del establecimiento.

-¡Mierda! – Anna se llevó las manos a la cabeza con una expresión de horror.

-No te preocupes, podemos comprarte otra, no pasa nada – dijo Elsa pensando que el improperio de Anna había sido por culpa del helado.

-¡Déjate de helados! Dioses, ¡se me había olvidado el trabajo! ¿Qué se supone que haré ahora? – golpeó su frente contra la mesa, peligrosamente cerca del estropicio que todavía seguía ahí y que a medida que se derretía se iba extendiendo.

Elsa soltó una ligera risa, el dramatismo de Anna siempre le divertía.

-Pues ahora, lo que vas a hacer es irte a casa y terminar ese proyecto, dudo que lo lleves taaaan mal – hizo que levantase la cabeza, solo para encontrarse con un puchero que le hizo que se le derritiese el alma.

-Pero no quiero separarme ahora de ti… - Elsa no podía luchar contra aquel tono caprichoso acompañando del puchero.

-Puedo… ir contigo, si quieres…

-Pero te aburrirías, solo estarías mirando cómo hago ese tonto trabajo – se cruzó de brazos.

-Igualmente lo tienes que hacer, te estoy dando una alternativa a tener que separarnos porque… bueno… yo… – las mejillas de Elsa se iban poniendo de un color rosáceo que cada vez tiraba más al rojo.

-¿Tú…? – una sonrisa pícara invadió el rostro de Anna.

-Da igual, olvídalo. Nos vamos – dijo recogiendo rápidamente sus cosas para ponerse en camino a casa de la pelirroja.

Notaba el calor en sus orejas mientras Anna se carcajeaba por su vergüenza, no es que le avergonzase no querer separarse de la chica, pero de saberlo a expresarlo en voz alta... a Elsa le costaba un mundo saltar ese pequeño espacio.

Anna recogió también su abrigo y su mochila.

-Disculpe – le dijo a una dependienta antes de salir –. En aquella mesa se me ha caído el helado que estaba comiendo.

-Muchas gracias por avisarnos, ahora mismo lo recogeremos.

-Siento mucho el desastre – sonreía, pero se notaba que estaba avergonzada ya que no la miraba directamente.

De casualidades está el mundo lleno [Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora